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Lo social y lo político en Gabriel García Márquez

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Lo social y lo político en Gabriel García Márquez
García Márquez, que ganó el Nobel de Literatura en 1982, murió el pasado jueves en México.

El fallecimiento de Gabriel García Márquez acaecido el jueves 17 de abril de 2014 ha reactivado el recuerdo y la lectura del inmortal autor. Hoy quisiera evocarlo destacando un elemento fundamental de su creación que a menudo no se le da tanta importancia, en comparación con otros aspectos estrictamente literarios: la presencia de los conflictos políticos y sociales en su universo ficticio.

La política está presente en toda su obra. Esa es una constante, inseparable de su biografía, de su vida política. Se observa en "La mala hora" el poder del alcalde -la autoridad- desafiante y desafiado por César Moreno, el matador de Pastor en la plaza pública.

Y luego, el rumoroso invento de los pasquines y el universo humano de la muchedumbre y el protagonismo de lo público en los asuntos privados, y luego la acusación pública.

-"¿No hay periódicos?

El barbero respondió sin hacer pausa en el trabajo.

-Ya no quedan en el país sino los periódicos oficiales y esos no entran en este establecimiento mientras yo esté vivo.

Toda la narrativa de García Márquez es de talante político. No que sea de denuncia, que no falta, sino de compromiso con el ideal de lo político como cuestión crucial en la vida de la gente. Pero también, contiene, claramente, una posición, una visión conflictiva entre liberales y conservadores.

¡Qué metáfora más prosaica la de "Los funerales Mamá Grande" para quien quiera leer los signos a la vez de la sociedad y la literatura, que la del advenimiento de una época democrática y de libertad -en ese mundo y en el real- luego de una larga temporada de absolutismo retardatario! La decadencia en García Márquez abarca un ancho y diverso desarrollo narrativo, cuyo centro será Macondo, en conflicto con el progreso.

El tópico de la guerra civil, el de la saga de los Buendía, el de los coroneles, el de la derrota y los asesinatos, así como el del final penoso del dictador en "El Otoño del patriarca", forman un conjunto semántico, con hechos, personajes, épocas y concreciones de todo tipo diversos, que apuntan hacia la decadencia de una sociedad.

Nada más parecido que el final de la Mamá Grande, personaje que en su vejez, dueño de una grandeza trágica, decrépita, es un retrato del presidente antediluviano, de proliferación temprana en América, desde los albores de la Independencia.

Los signos decadentes inician y terminan esa novela: "La primera vez que lo encontraron en el principio del otoño, la nación estaba todavía bastante viva como para que él se sintiera amenazado de muerte hasta en la soledad del dormitorio, y sin embargo gobernaba como si se supiera predestinado a no morirse jamás, pues aquello no parecía entonces una casa presidencial sino un mercado donde había que abrirse paso entre ordenanzas descalzos que descargaban burros de hortalizas y huacales de gallinas en los comedores, saltando por encima de comadres con ahijados famélicos que dormían apelotonados en las escaleras para esperar el milagro de la caridad oficial".

El ciclo del coronel Aureliano Buendía, con los ingredientes de la guerra civil, las pugnas entre liberales y conservadores, etc. cuenta una larga historia de nuestras repúblicas incipientes, inmensas y destrozadas por el dominio de los caudillos y la tragedia de las guerras continuas entre bandos en pugnas, que nuestro Juan Bosch describió tan bien en "La Mañosa", en el contexto dominicano.

En el contexto colombiano, García Márquez deja las huellas de esa historia antigua, felizmente superada de la violencia política, que es una de las manifestaciones más elocuentes también de la decadencia de una humanidad que no ha aprendido aún, los frutos del progreso, manifestada en forma de barbarie inicial, fundadora.

Así, en "Cien años de soledad", asistían a esa violencia, los inicios de la fundación de Macondo, con el asesinato de Arcadio Buendía, quien, en el momento de su fusilamiento, tuvo el valor de gritar y proclamar su adhesión al liberalismo.

"Arcadio apenas tuvo tiempo de sacar el pecho y levantar la cabeza…

-¡Cabrones! -gritó- ¡Viva el partido liberal!"

Pero en esa lucha de conservadores y radicales, le llegó el turno al descendiente Aureliano Buendía, quien condenado a muerte recordó a su padre, recordó aquella imagen del hielo, lleno de resignación:

"Tanto joderse uno", murmuraba el coronel Aureliano Buendía, "Tanto joderse para que lo maten a uno seis maricas sin poder hacer nada".

"Cuando el pelotón apuntó… volvió a verse niño y vio a su padre… y vio el hielo".

Pero no fue fusilado. Lo salvó su hijo, José Arcadio, quien siguiendo la ruta de sus antepasados también vivió y peleó esa guerra. Otra guerra.

"…José Arcadio atravesando la calle con su escopeta listo para disparar".

-No hagan fuego.

"Allí empezó otra guerra. El capitán Roque Carnicero y sus seis hombres se fueron con el coronel Aureliano Buendía a liberar al general revolucionario, Victorio Medina, condenado a muerte en Riohacha".

Ese fusilamiento inicia la leyenda del coronel Aureliano Buendía. "Los hombres del coronel Aureliano Buendía lo proclamaron jefe de las fuerzas revolucionarias del litoral del Caribe, con el grado de general. Él asumió el cargo, pero rechazó el ascenso… (el coronel Aureliano era el jefe de esas fuerzas).

"Al cabo de tres meses habían logrado armar a más de mil hombres, pero fueron exterminados…

"Así empezó la leyenda de la ubicuidad del coronel Aureliano Buendía: Bandolero: cinco mil pesos por su cabeza".

Es muy extensa esa historia de la violencia social y política, en García Márquez. Nada ficticia en Colombia y en toda América, incluyendo lo más glorioso de ese episodio: la guerra independentista, la gran gesta de Bolívar, Sucre, San Martín y otros. Esa otra historia, la gloriosa, no aquella, la indigna, la de los caudillos opresores, es también parte de la idea de la decadencia en la obra de García Márquez.

La imagen del general Bolívar en "El general en su laberinto", continúa el tópico del caudillo decrépito a lo Mamá Grande, con una variante: es un héroe de América: Bolívar. Sin embargo, ahí se encuentra el estereotipo del personaje monumental y decadente, cuando el autor pinta al general Bolívar en sus últimos años, luego de sus gloriosas hazañas de este mundo.

Bolívar propone que Sucre lo suceda y le dice: "Acepte usted", "yo me quedaré como generalísimo, dando vueltas alrededor del gobierno como un toro alrededor de un rebaño de vacas".

La voz de Bolívar es la de cualquier personaje, por la descripción, el talante de la saga del Coronel cuando dice: "Carajo", suspiró, "¡Cómo voy a salir de este laberinto!"

O cuando se le describe:"…por primera vez vio la verdad. La última cama prestada, el tocador de lástima con turbio espejo".

"El coronel no tiene quien le escriba" es un texto cuyo lenguaje se sitúa entre dos tópicos, dos imágenes: el ciclo de la guerra civil, cuyo héroe es el coronel derrotado, vencido, el coronel del laberinto y el tópico del héroe decrépito, como la Mamá Grande, o el presidente, o el general Bolívar.

El coronel que no tiene quien le escriba es una metáfora de la decadencia de un héroe de la guardia civil, quien no recibe nunca la pensión.

"Durante cincuenta y seis años -desde cuando terminó la última guerra civil- el coronel no había hecho nada distinto de esperar. Octubre era una de las pocas cosas que llegaba".

Es imposible contar en unas cuartillas la historia social y política en la obra de García Márquez. La antigüedad de ese tema abarca toda su obra, presente en una de sus primeras novelas, "La hojarasca", metáfora de la explotación de las compañías extrajeras de nuestras riquezas vírgenes.

Es historia que compendió en 1982, en su discurso de recepción del Premio Nobel "La soledad de América Latina", cuando afirmaba: "…frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte." matosmoquete@hotmail.com