Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Lecturas

El derecho a morir en paz

Si usted es de esas personas necrófilas que se deleitan llorando a gritos y boceando ante una tragedia, sin tener sentimiento que le hagan sentir triste por no saber nada de la persona muerta, no lea mi artículo y pase por alto esta página y llegue mejor a los anuncios, a reírse con todo el gusto con Rosca Izquierda y Boquechivo, que esos sí son los que se ríen de usted, de los políticos y de usted mismo. Pero si no es ceremonioso, informal, con buen sentido del humor y le encanta saber los días de agonía de alguien que ni conoce, déjeme contarle lo que le pasó a la madre de una de mis amigas muy querida. Había sido una mujer hermosa, pintoresca, alegre, ocurrente y se le complicó la vida el día que cumplió noventa años. La ingresaron en un hospital donde permanecía callada, con los ojos cerrados y las manos cruzadas.

A los pocos días llegó a verla una vecina, recién mudada en el apartamento en que dicha señora vivía, pero no se conocían. Y tan pronto abrió la puerta, comenzó con voz muy alta a rezar el rosario y entre una “estación misericordiosa” y otra, cantaba una canción y se ponía de rodillas. En eso pasó más de una hora y luego se fue sin despedirse de las hijas que la miraban con asombro y no atinaban a decir nada. Al día siguiente se aparecieron unas cuantas beatas vestidas de blanco, con las cabezas envueltas en velillos negros, medallas en el cuello y le pusieron encima una placa de reconocimiento, tan grande, que hubo que quitársela enseguida no fuera a ser que se le cerrara la respiración.

Podía hacer una lista interminable de todo lo que veía con acciones imprudentes, inverosímiles, de gente que hacía caso omiso a la petición de discreción que hacía la familia, los médicos y las enfermeras. No hay que olvidar que en cuidados intensivos no se permiten visitas y mucho menos de personas que solo van a hacer escenas que creen religiosas y solo son dificultades. Otra cosa fue que estando ya la señora en un lugar sencillo, llegó un grupo que nadie conocía, dijo que venía de un lugar no se sabe donde porque la conoció desde pequeñas y con una pandereta comenzó a tocar. La enferma abrió los ojos, separó las manos, y gritó: “Lárguense de aquí, déjenme morir en paz...” Cerró los ojos, apagó la voz se le relajó el cuerpo y murió con una sonrisa que nos dio la impresión de un abrazo a Dios.

Esta historia que parece “macondiana”, sigue pasando por mano de personas que creen que si no gritan boceando, brincan, saltan, no sienten dolor por la muerte. Tremenda tarea ha sido quitarse de encima a los que creen que para subir al cielo hay que llenar estos requisitos. Es cierto que la ausencia por medio de la muerte duele mucho, pero vocear, brincar, es toda una comedia. Las hijas de la señora pasaron por esto y dijeron que cuando una de ellas enfermara para morir y muriera, quería que la sepultaran en secreto y a media noche, en un lugar lejano, donde solo su familia cercana supiera que se iba al cielo. Lo que les cuento es cierto, lo vi y lo viví con odio y mucha tristeza.

Cerró los ojos, apagó la voz se le relajó el cuerpo y murió con una sonrisa que nos dio la impresión de un abrazo a Dios.