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Comer o no comer ¿cuál es la solución?

Se ha puesto en peligro la Coca-Cola, los deliciosos Refrescos Imperiales, los pollos, los esquimalitos, las palomitas de maíz, las pizzas, los helados en palito, el whisky, los caramelos, algunos pescados, la longaniza, los chicharrones, las chuletas fritas, las empanadas y los pastelitos, las albóndigas, el locrio de carne de cerdo, el sancocho con siete carnes y también algunos médicos prohíben el café. Todo esto y cientos de cosas más te dicen que no las comas, que te pueden dar un “teperete”. Nosotros, los dominicanos pasado meridiano, estamos acostumbrados a, y continuamos comiendo, todo lo que se nos ha desaconsejado. Recuerdo, que cuando era niña, mi abuela me preparaba el desayuno con un mangú con queso frito, o plátanos amarillos asados y un jarro de chocolate, o un pan de agua con un par de huevos sancochados o fritos.

Félix Disla, mocano querido, envió un email a un grupo de amigos en el que nos cuenta que sigue tomando Refrescos Imperio; sabrosos moros como lo acompañaba de bollitos de plátanos y sesos, como los hacía Doña Petró; y que los tés que toma son champola de guanábana, jugo de limón con mucha azúcar, naranja agria también con mucha azúcar prieta y los aguacates los saborea sin sal. Que no come pizza, pero añora los helados Marina que hacía Don Mario Fondeur, las sopas “aguadas” que vendía Gume, y que no come sushi, ni visita Wendys, ni McDonald, y que por ahí va Adriano, José Rafael, incluyéndome a mí, y otros tantos mocanos que añoramos lo que fue Moca, que vive todavía en nuestro corazón.

Himilce Tejada, la hija de Linche, es una experta en asuntos sobre los problemas que pueden causar algunas comidas dentro y fuera de las enfermedades. La leo con mucho gusto y me encantan sus recetas, sobre todo las de ensaladas y sus comentarios, y muchas otras cosas y cositas que nos pueden llevar al hospital. A mí me encantan las ensaladas, las frutas, sobre todo cuando son sacadas de las matas y los jugos naturales... pero tampoco dejo de comer una longanicita frita, unas chuletitas, varios pastelitos acabados de freír y otras tantas cositas, que si las encuentro aquí en Denver, de la mano de dominicanos que las hacen con tan buen sabor, las saboreo como si Dios me las mandara. Es que a mi edad continúo comiendo lo que comí en mi infancia y creo que eso es parte de mi cuerpo y de mi alma. Nunca he comido mucho, ni me cae bien la leche, pero vivir lejos de mi patria es lo que me hace no comer todo lo que me gusta ya que aquí en Denver es difícil encontrarlo. Pero tengo amigas en NY que me envían por correo lo que me apetece, y como los de allá son muchos dominicanos ¡A comer se ha dicho!

El exilio es una buena cosa. Cada quien prepara lo que en su país le dio la vida. Los mexicanos que aquí en Denver son más que los norteamericanos venden muchas cosas parecidas a las nuestras, en especial el pan de agua.

Denver, Colorado