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En Navidad florecen los recuerdos

Contaba una de las monjas del Colegio María Auxiliadora, en Moca, que la Navidad le trajo como regalo, a una niña, una luminosa estrella en la frente. Se convirtió en deseo y cada año, para Navidad, pedía lo mismo. Es así cómo la Navidad, que envuelve cada año con sus guirnaldas, canciones y luces de colores, trae también la magia de los sueños. Se levantan del pasado los años vividos, los caminos recorridos, las metas alcanzadas y también adquieren vida los malos momentos padecidos, se abren cicatrices, las tempestuosas aguas que corrieron, y todavía corren, por el oscuro bosque de las frustraciones, vuelven a vivir en los recuerdos. También renacen los rostros de los amigos y familiares que ya cruzaron la frontera hacia la otra vida. Y esos recuerdos estremecen el alma y el corazón palpita de nostalgia. Recordamos a esa madre querida, a ese padre amoroso, a ese hermano fiel, a ese amigo solidario, y lloramos.

Aun así, ahí estará la estrella resplandeciendo con ese abrazo solidario, en esa sonrisa que da quien cruza por la calle, con la quietud que trae estar junto a la familia estas noches de paz y amor; con el silencio de unas pocas horas para recordar lo bueno que el pasado, con destellos de una mañana tempranera y atardeceres de oro y sol, nos han dado; con los preciosos colores del mar y el encaje blanco de las olas que nos dicen que la Madre Naturaleza nos protege y nos da vida y a Loma Miranda; con la inocencia de los niños, con el amor incalculable hacia los nietos; viendo las manos de los que trabajan día a día, y con las canciones que nos traen nostalgia, y de esa manera, esos tristes recuerdos, se convierten en espacios donde volverán bellas raíces del pasado y brillarán las estrellas hacia un futuro feliz.

Los recuerdos son sueños que, como regalos de Navidad, renacen una y otra vez, hasta hacerse realidad. Van y vienen. Traen bellos ropajes. Se duermen, se despiertan, cuando menos lo esperamos. Son traviesos, juguetones, frágiles como pompas de jabón, como cuentos infantiles, y muchas veces tratamos de alimentarlos y cuidarlos para que no perezcan dentro de una cotidianidad que nos abrume. Sueños y recuerdos nos guían de manos de una estrella hacia el lugar hermoso y encantado que vivimos en la niñez y desde el cual transitamos, paso a paso, día a día, hacia lo que somos hoy.

La Navidad hace que la magia de los sueños nunca muera. Que se borren los rencores. Que se levante el velo que envuelve las adversidades y temores. Que se incorpore a la realidad las buenas formas y maneras de vivir. Esto lo hace la estrella que ilumina la frente y alumbra el corazón cada vez que respetamos a los demás, cuando dejamos a un lado la rabia, la enemistad y las grandes cosas negativas que nos pudren el alma. Así, los recuerdos y deseos navideños nos dan grandes momentos de tranquilidad, de paz y de sosiego.

Deseo para todos mis lectores una Navidad tranquila, alegre, junto a la familia y que la luminosidad de la estrella les alumbre la vida día a día.

Denver, Colorado

Sueños y recuerdos nos guían de manos de

una estrella hacia el lugar hermoso y encantado

que vivimos en la niñez y desde el cual transitamos,

paso a paso, día a día, hacia lo que somos hoy.