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La personalidad va con el equipaje

Años atrás, antes de la tragedia en Nueva York del 11-S, se podía llevar de todo en los equipajes, y lo digo en plural, porque cada dominicano e hispano cargaba con tres o cuatro maletas y otros tantos bultos de mano. Ahora no. Si la maleta pesa 50 libras hay que pagar por ella, y si son varias, habrá un asalto de miles de dólares. Antes había personas que traían aguacates, carne frita, moro de guandules, salchichón, longaniza, plátanos, huevos criollos, un sancochito sabroso, pero ahora además de que no lo dejan entrar, se consigue aquí, en cualquier Estado. Hay colmados de dominicano e hispanos que tienen todo lo que uno puede añorar.

Hace algunos años, me contaron que un campesino trajo a su nieta una funda de huevitos de una gallinita que él le había regalado y que ella, con dolor de su corazón había dejado en su campo. Al llegar a NY, el inspector-gringo, al verlo con la fundita estratégicamente abrazada, se la arrancó con brutalidad, le metió la mano con fuerza y los huevitos saltaron sobre el gringo llenándole la cara y todo el uniforme con su sustancia olorosa y pegajosa. Ya no se supo qué pasó, pero solo bastó verle la cara al gringo e imaginar el resto.

Hay pasajeros de aquí para allá que en varias maletas, además de lo suyo, llevan cinco pares de tenis para sus nietos, cuatro juego de sábanas y varias almohadas para su madre, cosméticos, blusas, faldas, vestidos y coloretes para sus hermanas, camisas y pantaloncillos para sus compadres, y un sinfín de cosas y cositas que llenan tres maletas; también otra más, que envía su esposa para sus familiares. Y da miedo ver los bultos y cajas que trepan de los asientos del avión, y lo peor es que van mal empacados. Y recordando el pasado, ya muy pasado, nos vendrán al recuerdo las maletas de cartón. Esas solo viajaban en las guaguas.

Tengo una pareja de amigos que antes, cuando se podían empacar muy ocultos, viajaban a NY en Navidad y les llevaban a sus hijas un puerco asado, pastelitos fritos, dulce de batata, quesillo, pasteles en hojas, y llegué a saber que el puerco era cebado por el marido con una serie de especies que tenía en su finca. Ya todo ha cambiado. Aquí, en cualquier Estado uno encuentra yuca, plátanos verdes y amarillos, batata, agua de coco, auyamas, queso de freír, aguacates y cuantas cosas nos abran el deseo. Por eso no hay que traer esas sabrosuras.

Pero yo traigo siempre dulces de leche rellenos de guayaba, de naranja, de chocolate, etc., de esos que hacen en Paya; galletas de manteca y galletitas de Martín Cruz, de las que hacen en Moca; mantecados, y cuantas cosas de antojo que por aquí no aparecen. Por eso digo que la personalidad va con el equipaje. Pero para allá no llevo nada. Mi personalidad ha continuado igual de allá para acá, pero de aquí para allá ha cambiado. Solo llevo mis medicamentos porque entre inglés y español nada es igual. Allá engordo unas cuantas libras porque un mangú con cebolla, aguacate y queso frito es mi desayuno de cada día.

Solo llevo mis medicamentos.