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Todo tiene sus consecuencias

Por eso hay que aprender a manejarlas. Es un arte que los padres deben enseñar a sus hijos e hijas. Si desde pequeño se les dice cuáles pueden ser los derivados de su comportamiento, aprenderán a vivir cada espacio de su vida sin menoscabo de su integridad moral. Si un chico agrede a un compañero debió saber de antemano que esa conducta es reprochable y que es posible que le devuelvan la agresión de una manera más atroz. Si los padres no les demuestran a sus hijos las consecuencias de sus malas acciones, sean cual sean, ese muchacho se convertirá en un antisocial, indeseable y conflictivo hasta con su propia familia, y lo peor sería si los padres tratan de justificar esa conducta imperfecta.

Para un niño o una niña a la que no se le incluya en su vida la buena conducta, crecerá con amargura, soledad y fácilmente llegará a la cárcel. En nuestro país, uno se da cuenta que los jóvenes delincuentes no han sido enseñados a no hacer lo que no se debe. Los que hoy son estafadores, asesinos, ladrones, nunca se les ha obligado a tener buena conducta. Y todo tiene un alto por ciento en la vida junto a su familia, a veces con sus amigos, sin saber que lo que hacen tiene su cuota social. Muchos de ellos no tienen en cuenta que los tatuajes enormes, por todo el cuerpo, el pantalón debajo de las nalgas, el corte de pelo indefinido y otras tantas cositas extrañas, aunque no sean de por sí el reflejo de una mala acción, los lleva ante la mirada persecutoria de la policía.

Aunque los padres tengan en sus manos la buena educación para sus hijos e hijas, tienen que demostrarles también que en el mundo en que vivimos, tiene hoy una amplia gama de conductas sociales, que entre uno y otro extremo hay una infinita variedad de actitudes radicales a favor y en contra, buenas y malas, o más o menos aceptables. Ayudarlos a salir de una situación es algo que se pone en una balanza. No es propicio solidarizarse con su mala acción, pero sí ayudarlos a salir por buen camino de ese atolladero y que tomen conciencia de sus hechos. Esto los llevará a madurar, a ser ciudadanos correctos. Y si hacen las cosas bien, un abrazo, varios besos, un regalo, es importante, aunque lo bien hecho debe ser lo natural, ahora, la vida misma tiene sus pecados.

Punto y seguido: ¿Y a la Policía dominicana, quién la educa? ¿Qué hace el Ministro de Interior y Policía y el Presidente Danilo cuando escuchan que una patrulla mató a varios jóvenes a los que había ya amenazado de muerte? ¿Hace la Policía Nacional investigaciones correctas y justas? Sé que hay policías muy preparados en ese campo, pero duele en el alma ver cada día, y hora tras hora, el asesinato llamado “intercambio de disparos”. Recuerdo cuando en la dictadura de Joaquín Balaguer se imponía la misma arma a quienes querían matar o encarcelar. Y ahora... ¿tenemos dictadura? Si los padres deben enseñar a los hijos un buen comportamiento, también a la policía se les debe enseñar que matar es criminal, e ilegal, y que tiene sus consecuencias aún en el curso de los años.