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¿La Patria ocupada?

Para comprender, discernir e interpretar la historia es esencial que ordenemos las ideas considerando el contexto natural y cultural en que se ha desarrollado una colectividad o grupo humano con la finalidad de ubicar nuestra identidad, nuestra memoria y hacia dónde vamos para dar sentido de esperanza a nuestro futuro.

Desde la perspectiva anterior se entiende, que si los acontecimientos históricos que dan sentido de pertenencia a la historia de cada nación llegaran a la gradación de esclarecer los “procesos de las sociedades en el pasado, y estudiar las causas que los dirigieron o forzaron, se estaría dando el primer y más eficaz paso en procurar una memoria colectiva que necesita atender y esclarecer el pasado si quiere asegurar su porvenir”.

Tomando en consideración lo expuesto, iniciemos señalando, que en las tierras “conquistadas”, dícese eufemísticamente descubiertas por los españoles, conocidas hoy como las Antillas, se destaca una en particular en las Antillas Mayores, la Española (la Isla), que por giros del destino la ocupan dos naciones como es la República Dominicana y Haití diametralmente opuestas en cuanto a su cultura e idioma.

Una Isla, de considerable extensión en su superficie, según se estima de 76,261 km² en la que la República Dominicana que se encuentra en la parte oriental tiene un área de 48,670.82 km², mientras que Haití tiene un área de 29, 243.18 km²; y en la que, históricamente los conflictos fronterizos siempre han estado latentes, bastando con observar la ocupación francesa de la tierras fronterizas en el periodo comprendido de 1697 a 1777.

Avanzado en el tiempo, lo que ha ocasionado estupefacción y complicado la realidad histórica por lo inesperado, ha sido separación de un pueblo que emergió de la esclavitud para convertirse en 1804 en el segundo país de América en lograr su independencia, pero el primero en conseguir la liberación de una raza maltratada y humillada por las fuerzas hegemónicas de la época.

En la actualidad, el problema es muy simple, la mayoría de los dominicanos no conoce su historia, menos aún la de Haití, la tierra de las altas montañas y escabrosos senderos que magnifican a sus héroes valerosos como Dessalines y Petión, con un mayor sentido de su identidad que nosotros, con un escudo en la que hay una bandera que dice “L’Union Fait La Force” (“La unión hace la fuerza”).

Parece que los dominicanos olvidamos un proceso convulso que acumula las verdades parciales que hemos tenido en nuestro desarrollo histórico, que mas que llenarnos de orgullo deberíamos sentir apocamiento por habernos independizado en 1844 de una dominación extranjera sin arraigo de potencia mundial de primer orden.

Esta verdad que presento no se trata sólo de aquilatarla desde la perspectiva de un juicio verdadero o de una proposición verdadera, sino más bien de un conocimiento verdadero de nuestra realidad.

De una verdad objetiva que nos lleva a la histórica, al conocimiento de un proceso basado en hechos construidos y establecidos a través de las diversas etapas que se ha venido desarrollando la nación dominicana, influenciada por verdades parciales y relativas en las que hemos sustentado con poca gallardía un nuevo desarrollo.

La patria, la tierra paterna a la que estamos ligados en lo afectivo, cultural e histórico, gime de dolor no porque estemos siendo “ocupados” pacíficamente por una población haitiana que cree en un derecho de reclamar su espacio territorial, sino por la desidia de los ciudadanos de la parte oriental que no tienen sentido de la dignidad nacional.

Si en algo contribuye a sensibilizar o crear conciencia de nuestra responsabilidad como ciudadanos dominicanos, de que si bien el lema de los haitianos es que la unión hace la fuerza, el nuestro es Dios Patria y Libertad.

Por último y no cierro el tema porque hay otras responsabilidades que establecer, en palabras del historiador haitiano Dr. Jean Price Mars en su obra La República de Haití y la República Dominicana, refiriéndose al soldado haitiano de la época de la guerra haitiano-dominicana, se pregunta por la integridad, la indivisibilidad del territorio insular como sostén de la independencia haitiana; como de su profecía sin ser profeta de desgracias de que ve el horizonte ensombrecido por nubes grávidas de tormenta.

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