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Bernie Sanders, el socialista despeinado que empujó a Clinton a la izquierda

Su apoyo final a Clinton decepcionó a muchos de sus seguidores.

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Bernie Sanders, el socialista despeinado que empujó a Clinton a la izquierda
El excandidato a la presidencia de Estados Unidos y senador por Vermont, Bernie Sanders, en la primera jornada de la Convención Nacional Demócrata. (EFE)

WASHINGTON. Bernie Sanders aseguró que llevaría su “revolución política” hasta la Convención Demócrata y este lunes cumplió esa promesa, aunque lo hizo para respaldar a su antigua rival, Hillary Clinton, a la que empujó a la izquierda con una exitosa campaña que puso la desigualdad económica en el centro del debate.

“Necesitamos un liderazgo que nos una y nos haga más fuertes, no un liderazgo que insulta a los latinos, a los mexicanos, a los musulmanes, a las mujeres, a los afroamericanos, a los veteranos y enfermos para dividirnos. Por eso, Clinton debe ser la presidenta de EEUU”, destacó Sanders en su discurso ante la Convención Demócrata.

Durante casi un año, el despeinado senador enarboló el desencanto de muchos estadounidenses con la erosión de la clase media y recaudó más de doce millones de votos, toda una hazaña para un político que se atrevió a definirse como socialista en Estados Unidos.

El legislador de 74 años participó en la primera jornada de la Convención Demócrata en Filadelfia (Pensilvania), donde muchos de los casi 2.000 delegados que recolectó durante las primarias estaban dispuestos a votar por él a pesar de que respaldó oficialmente a Clinton hace casi dos semanas.

“Quiero que el país, el mundo y nuestra gente aprecie el tipo de éxito que hemos tenido”. Así justificaba Sanders, durante una entrevista este mes con el diario “USA Today”, su decisión de mantener su movimiento vivo hasta la convención.

La campaña de Sanders comenzó en mayo de 2015 con un pequeño mitin en el estado al que representa, Vermont, donde prometió generar un “movimiento de millones de personas” que exigieran el fin de la corrupción financiera y política que, a su juicio, estrangula a la clase media del país y entorpece las reformas en Washington.

Pocos dieron crédito entonces a ese senador independiente que ni siquiera formaba parte del Partido Demócrata y había decidido desafiar a una de las políticas más poderosas y conocidas del país.

Pero Sanders demostró enseguida que era más que un iluso insurgente, y los jóvenes y progresistas que abarrotaban sus mítines llegaron a creer que tenía opciones de repetir la gesta de Barack Obama en 2008 y arrebatar la nominación demócrata a Clinton, la eterna favorita del partido.

A menudo se quedaba ronco por alzar la voz en sus denuncias del “corrupto” sistema financiero y casi siempre parecía enfadado, pero sus seguidores solo veían en eso una confirmación de su imagen de político auténtico, defensor de los mismos valores progresistas durante décadas frente a las ideas cambiantes de Clinton.

La batalla de las primarias se alargó hasta junio, alimentada por una entusiasta base de votantes que financiaba generosamente a Sanders para que éste cumpliera su promesa de no aceptar las interesadas donaciones de poderosos grupos de interés político y económico, uno de sus principales puntos de contraste con Clinton.

Su apoyo final a Clinton decepcionó a muchos de sus seguidores, que habrían preferido que compitiera como aspirante independiente o apoyara a la candidata del Partido Verde, Jill Stein.

Pero Sanders subrayó a lo largo de toda la campaña que el mayor peligro para el país era la posible elección en noviembre del republicano Donald Trump, y su aparición en la convención tuvo como principal objetivo aunar fuerzas contra el magnate.

Pese a lo indomable de sus admiradores, la campaña de Bernie ha reflejado la deriva progresista del Partido Demócrata y motivado en buena parte el giro a la izquierda de Clinton en muchos temas, entre ellos su rechazo al tratado comercial TPP entre EEUU y once países.

El senador también ha dejado huella en la plataforma demócrata, una hoja de ruta ideológica del partido para los próximos cuatro años que aboga por la abolición de la pena de muerte y por un salario mínimo de 15 dólares la hora a nivel nacional.

Los nuevos objetivos de Sanders son ayudar a elegir a aspirantes progresistas para cargos legislativos en noviembre y promover una reforma del Partido Demócrata, cuya parcialidad en el proceso de primarias se ha puesto en evidencia con la filtración de correos del Comité Nacional de la agrupación política.

Nacido en Brooklyn (Nueva York) en 1941, Bernie Sanders es el hijo de un inmigrante judío que huyó del Holocausto en su natal Polonia y una neoyorquina con raíces polacas y rusas, aunque es poco religioso e incluso ha presionado por un mayor apoyo al pueblo palestino en la política exterior de Estados Unidos.

De orígenes modestos, Sanders perdió a sus padres cuando era relativamente joven y estudió ciencias políticas en la Universidad de Chicago antes de mudarse a Vermont, donde trabajó como carpintero, cineasta, escritor e investigador antes de ejercer durante ocho años como alcalde de la capital, Burlington.

Apasionado por los derechos civiles, Sanders llegó incluso a participar, con 22 años, en la histórica “Marcha en Washington” de 1963, encabezada por Martin Luther King, y se ha inspirado en los valores de muchos países europeos para defender una amplia red social y un aumento de los impuestos a las grandes fortunas.

Ahora, este político iconoclasta que lleva casi tres décadas en el Congreso quiere lograr que la “revolución política” que tanto se esforzó en generar aprenda a trabajar con Clinton y encuentre otra forma de frenar la “deriva hacia la oligarquía” en EEUU.

Lucía Leal

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