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El día que Guatemala aplaudió al “ciudadano común”

Si Morales falla, la esperanza del cambio que llenó sábado tras sábado las plazas del país habrá fracasado. Y nadie puede saber lo que ocurrirá entonces. Pues nunca nadie había congregado tanta esperanza.

GUATEMALA. A Jimmy Morales lo habían aplaudido muchas veces, pues como comediante logró hacer reír a miles de guatemaltecos. Mas hoy, a este hombre de garbo elegante y mirada escrutadora, Guatemala lo ha aplaudido para la historia: él, el “ciudadano común”, tiene la misión de cambiar el país.

Con el cuajo que sus años ante las cámaras le han granjeado, Morales camina tranquilo, con la cabeza alta, saludando uno tras otro a todos los que bendicen su llegada a un centro cultural Miguel Ángel Asturias que lleva horas esperándolo.

Allí, entre los brillos dorados del auditorio que rinde tributo al premio Nobel de literatura, las charlas y discursos versan sobre lo que viene, sobre el cambio; pero también sobre lo pasado, sobre las derrotas.

Entonces, cuando ya los tacones laceran los pies y el calor aprieta las corbatas, comienzan a llegar los “ilustres invitados”: el Rey emérito de España, don Juan Carlos; el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández; el de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén; de Ecuador, Rafael Correa; de Costa Rica, Luis Guillermo Solís; el de República Dominicana, Danilo Medina, y el primer ministro de Belice, Dean Barrow.

Junto a ellos, uno a continuación del otro, el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el vicepresidente de Cuba, Salvador Valdés Mesa, toman asiento en los sofás de tela roja sobre los que ya descansan los poderes fácticos del país: la iglesia y los militares.

Ellos son los primeros en aplaudir cuando el nuevo presidente hace su aparición con ese paso decidido que ha convencido a los ciudadanos de que es él quién debe marcar el camino de la nueva Guatemala.

Porque Guatemala debe ser reconstruida, rescatada de la corrupción y la violencia; del racismo y la discriminación; del fraude y la extorsión. Reconstruida sobre la paz, la meritocracia y la transparencia.

Esa es la misión que a Morales le han encomendado sus compatriotas y de la que el mundo entero, por boca del vicepresidente norteamericano, estará pendiente: el futuro de Centroamérica se dirime en los sueños agrestes de Guatemala.

Si Morales falla, la esperanza del cambio que llenó sábado tras sábado las plazas del país habrá fracasado. Y nadie puede saber lo que ocurrirá entonces. Pues nunca nadie había congregado tanta esperanza.

Y con ese peso sobre su espalda, Jimmy Morales, el “ciudadano común”, comenzó a descender las escaleras que le conducían a la mesa Presidencial.

Y con ese peso sobre su espalda, su madre lloraba. Lloraba orgullosa; igual de orgullosa que su mujer, Gilda Patricia Marroquín Argueta de Morales, que no dejaba de mirarlo con esos ojos de admiración que saben lo que ha dolido llegar hasta aquí.

Arriba del escenario, coronado por los colores azul y blanco de la bandera de Guatemala, le esperaba la historia a Jimmy Morales.

Con la banda presidencial sobre su torso, el hombre que hacía reír a los chicos arrancó su primer discurso como mandatario: hablaba Jimmy, desde ahora el Presidente de un nuevo tiempo; de una nueva Guatemala.

Aplaudía el auditorio, entregado a los agradecimientos, los compromisos y las promesas del nuevo líder.

Fue entonces cuando Jimmy, el Presidente Morales, “el ciudadano ejemplar”, prometió que todo iba a cambiar; que Guatemala sería un país distinto: “una Guatemala feliz”.

El país, a un lado y otro de las cámaras, esbozó una sonrisa. Quedaba inaugurado el tiempo del cómico. Veremos si Guatemala aprende a reír.

Pablo L. Orosa