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“La ley no está en el centro del acuerdo de paz, sino lo que es posible conseguir en estas condiciones”

El especialista en resolución de conflictos es vicepresidente del Centro Internacional Toledo por La Paz y profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York

SANTO DOMINGO. El presidente colombiano Juan Manuel Santos logró una de sus metas: un acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Fue galardonado con el Nobel de la Paz. Para el complejo proceso de negociaciones se valió de la asesoría del exministro israelí de Asuntos Exteriores, Shlomo Ben Ami, quien conversó con Diario Libre la mañana del pasado domingo, horas antes de retornar a España tras dictar una conferencia en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.

—¿Cómo se involucró en la negociación por la paz?

He creado un centro de mediación en Madrid y ese centro trabajó con Colombia en el proceso de la desmovilización de los paramilitares a principios de siglo, por lo tanto ya teníamos un capital acumulado con Colombia en temas de procesos de paz. Cuando Santos fue elegido como presidente, trabajamos con él desde el primer momento para crear las condiciones para el proceso de paz.

—¿Cuáles fueron los puntos más complicados para llegar al acuerdo?

La justicia transicional y la incorporación a la política, que siguen siendo los dos temas principales de la oposición en estos momentos, aquellos que rechazan el acuerdo y quieren mejorarlo y cambiarlo a favor de una mayor penalización a la guerrilla, y que los cabecillas de la guerrilla no entren en política.

—Eso es lo que estamos viendo ahora, se ha hablado de indultos, de una delegación legislativa...

No hay indultos. Hay indultos, según la ley colombiana, a crímenes políticos. Es verdad que (Álvaro) Uribe mantiene que el tráfico de droga, todo este capítulo, no puede ser un crimen anexo al crimen político. Yo no le quito peso a ningún argumento del expresidente Uribe, pero hay que tener en cuenta que un acuerdo de paz es un paquete de equilibrios y uno hace lo mejor que puede, y resultó que un acuerdo que incluye la prisión para los jefes de la guerrilla es imposible, si se les hubiese derrotado sí fuera posible (...) No conozco ninguna organización que no ha sido derrotada y que sus jefes irán a la cárcel para llegar a un acuerdo de paz.

—Vimos los apretones de manos entre Santos y Timochenko. ¿Algunas víctimas pueden preguntarse qué pasará con él y los demás líderes de las FARC?

En pocos procesos de paz las víctimas han sido tan centrales, de hecho, antes de que se iniciaran las negociaciones, el Gobierno colombiano pare una ley de restitución de tierras y de víctimas (...) A lo largo del proceso, asociaciones de víctimas fueron consultadas y viajaron a La Habanapara entrevistarse con la guerrilla, y uno descubre que las víctimas suelen ser más indulgentes que aquellos que no lo fueron con los victimarios. Con el nuevo acuerdo, una obligación de la guerrilla de participar en la reparación a través de sus propiedades ilícitas, todo aquello da una respuesta a las víctimas. Las víctimas no buscan venganza, buscan un país en paz.

—¿Qué le pareció el “No” del plebiscito?

Que se repite la historia de siempre, de que la democracia directa no es un instrumento de trabajo (...) Democracia participativa y democracia directa son dos cosas distintas.

—¿Cómo queda la parte de la justicia con el acuerdo? ¿Las FARC pagarán por sus crímentes?

La justicia que se ha decidido habla de primero: para crímenes de lesa humanidad habrá un tribunal especial en el que si los responsables confiesan, dicen la verdad, y son capaces de indicar dónde están las fosas o los lugares donde ellos hicieron los crímenes, y si tienen los nombres de las gente, etcétera, para dar esa satisfacción moral a las víctimas, tendrían hasta cinco años de privación de libertad. A todos nos gustaría que en vez de cinco años sean cien años, pero a veces digo a (José) Vivanco, el presidente de Human Rights Watch en América Latina, que se siente, que intente negociar a veces, porque categorías legales jurídicas absolutas, fundamentalistas, no pueden ser instrumentos de trabajo en una negociación, con todo el respeto, pueden ser en los tribunales a finales de la Segunda Guerra Mundial (...), pero cuando no ganas la guerra tienes que llegar a un cierto equilibrio. De primeros ministros que han sido criminales por terrorismo está el mundo lleno de ellos, en África del Sur, en Irlanda el Norte, en Cambodia, en mi país (...) La ley no está en el centro del acuerdo de paz, lo que está en el centro es lo que es posible conseguir en estas condiciones, que sea un equilibrio entre justicia y paz.

—¿Cuánto tiempo lleva manejando temas de paz?

He tenido más horas con (Yasser) Arafat que con mi mujer (se ríe)... Catorce años, más o menos.

—Al tener tanta vinculación con el tema, ¿ha podido llegar a una conclusión sobre cómo dos partes se pueden entender y llegar a la paz?

Primero, creo que las condiciones en el entorno. Se necesita una cierta madurez de las condiciones regionales en el entorno del conflicto, eso puede ser por ejemplo si son dos grupos que luchan uno contra el otro, que puedan llegar a un bloqueo mutuamente dañino, las dos partes se bloquean, nadie gana la guerra (...) Pero la madurez requiere un líder, si hay madurez y no hay un líder con visión, pues no habrá nada.

—¿Cómo se puede negociar en Medio Oriente?

El Medio Oriente está en una crisis que es una crisis de una civilización entera, es una crisis del Islam. Lo que estamos viendo es lo que hemos visto en Europa en el siglo XVII, es una guerra entre sunitas y chiítas, es una guerra de religiones, de civilización. Hay que añadirle una crisis profunda del concepto del Estado en el mundo árabe. El Estado nación es un invento de occidente y el mundo árabe todavía no ha podido reconciliarse con el concepto del Estado nación en el que hay una cierta diversidad. (...) Estamos hablando de algo que no tiene una solución ortodoxa, no es un conflicto normal, es un proceso histórico (...) A veces los europeos y los occidentales se fijan en el Medio Oriente y dicen: “¡Qué bárbaros son estos!”. ¿Ah si? ¿Y vosotros? Tardásteis 20 siglos, dos guerras mundiales y un genocidio para resolver los problemas de fronteras, y ahora se sorprenden de que en el Medio Oriente están todavía. La historia no conoce atajos.

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Infografía
Shlomo Ben Ami. (DIARIO LIBRE/DANELIS SENA)
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