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Redes Sociales

Religión y modernidad se citan en intifada que no tiene nombre ni dirección

TEL AVIV. La escalada de violencia que afecta en los últimos días a Israel y Palestina no tiene de momento nombre; aún no se la quiere llamar “Intifada”, y tal vez tampoco tiene una dirección clara, ni mucho menos jerárquica, pero sí podría tener un origen religioso, canalizado a través de las redes sociales.

Este extraño movimiento, que desde el pasado 1 de octubre se ha cobrado la vida de cuatro israelíes y 28 palestinos, según fuentes oficiales de ambos lados, presenta una particularidad con respecto a las dos “intifadas” oficiales (la primera -conocida como “Intifada de las piedras”, 1987-1993, y la segunda, o “Intifada de Al Aqsa”, 2000-2005) y es que carece de una dirección y un nombre concretos.

“Si llega a haber una tercera intifada, esta será diferente de las anteriores porque no hay un liderazgo concreto tras ella”, afirmó la periodista israelí Smadar Perry, del diario Yediot Aharonot, en un encuentro con un grupo de periodistas europeos de visita en la zona.

De hecho, señaló Perry, “sigue habiendo coordinación entre los aparatos de seguridad de Israel y de la Autoridad Nacional Palestina”, pese a lo manifestado por el presidente palestino, Mahmud Abás, en la Asamblea General de la ONU el pasado 30 de septiembre, cuando dijo que, ante el estancamiento del proceso de paz, no se puede esperar que su gobierno respete los Acuerdos de Oslo.

En el aspecto de la cooperación en los aparatos de seguridad de Israel y la ANP, Perry coincide con la teniente coronel retirada del Ejército israelí Avital Leibovitch, ex portavoz militar y actualmente directora del Comité Judío Americano en Israel.

En otro encuentro con periodistas, Perry afirmó que “en los últimos años se observa en la población palestina una tendencia creciente hacia posiciones extremistas.”

En opinión del periodista del Yediot Ron Ben Yishai, considerado como uno de los mayores expertos israelíes en asuntos de seguridad y defensa, “no hay una mente que dirija este movimiento”, en el que se observa una “peligrosa mezcla” de elementos “de frustración” social con otros “de carácter religioso radical.”

Según Yishai, ese elemento religioso radical “tiene su origen en las mezquitas”, donde se ha gestado el mensaje de “Al Aqsa está en peligro”, en alusión a las pretensiones de ciertos elementos ultranacionalistas judíos de cambiar el “status quo” de la Explanada de las Mezquitas, en Jerusalén Este.

Ese mensaje surge de manera natural -en una clásica espiral de “acción-reacción”- ante los discursos que algunos diputados israelíes de extrema derecha han pronunciado en la Kneset (Parlamento de Israel), donde han hablado del Monte del Templo (la denominación judía de la Explanada) como un lugar judío.

Lo que comporta ese mensaje, señala, Ben Yishai, es la intención de “derribar Al Aqsa” y todo lo que ella supone, máxime considerando que es el tercer lugar más sagrado en la jerarquía del islam tras La Meca y Medina.

Esos diputados de extrema derecha -afirma el periodista israelí- “reclaman cambiar todo el statu quo en el área del Monte del Templo, lo cual supone enviar una señal muy peligrosa” a los árabes en particular y, sobre todo, a los musulmanes en general.

Y ese mensaje de que “Al Aqsa está en peligro lo asumen las organizaciones políticas palestinas, cuyos dirigentes, sin embargo, “no han dado órdenes en ningún sentido” a la población para que ponga en marcha un levantamiento, señaló Ben Yishai.

Es una consigna que emana horizontalmente, sin vínculos jerárquicos aparentes, canalizada por la juventud palestina a través de las redes sociales, donde se cursan instrucciones o sugerencias sobre el modo y manera de atacar a los judíos.

A ese elemento de modernidad que confiere la red a esta escalada de violencia se le une un arma clásica, el cuchillo, concebido como el instrumento con el que se han realizado los últimos ataques contra ciudadanos israelíes.

Esos ataques, apunta Leibovich, han ido dirigidos contra miembros de la comunidad judía ultraortodoxa, policías o soldados israelíes; es decir, “los autores querían estar seguros de que se dirigían a judíos”.

Al igual que Ben Yishai, Leibovich no considera que esta escalada de violencia pueda calificarse de “intifada”, pues para ello “se requiere de una organización, de una estructura sólida y concreta” que de momento no se percibe.

En todo caso, y como bien apunta Ben Yishai, “haya o no haya intifada”, se le llame o no se le llame así, “las fuerzas de seguridad israelíes van a matar a muchos palestinos” en el tiempo que dure esta revuelta, “y cada palestino muerto nos acercará más a una verdadera intifada”, sostiene.

Por Fernando Prieto Arellano

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Infografía
Un policía israelí inspecciona el cuerpo sin vida de un palestino en la Puerta de los Leones en Jerusalén (Israel) hoy, 12 de octubre de 2015. (EFE/NOAM RIVKIN FENTON)
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