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Las dominicanas, víctimas de la cultura machista

Situaciones cotidianas que ocultan la violencia contra las mujeres

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Las dominicanas, víctimas de la cultura machista
Foto. Bolívar Sánchez

SANTO DOMINGO.-  "La mujer es el piojo del hombre". Sí, es un refrán dominicano. Y sí, aunque no lo crea, es solo otra de las tantas manifestaciones que inmortalizan lo que la psicóloga social venezolana, María Banchs, define como "violencia subterránea, porque no suele ser percibida como tal... y se apoya en el reparto desigual del poder (entre hombres y mujeres)". Se trata de una cultura machista que en República Dominicana (¡entérese!) está a la orden del día. Esta sustenta la violencia contra las mujeres, que en el peor de los casos se traduce en feminicido.

Canciones que dan la nota


Con casi seis pies de fisonomía mulata, agitándose compulsivamente a ritmo de dembow, una mujer de 32 años levanta sus brazos y corea a viva voz: "Yo soy un totólogo, sexólogo; así que, mami, abre la' pata' que llegó tu ginecólogo. Quítate la licra. Encuerecita te ves maldita, maldita, maldita...". Bajo los haces de luz multicolor e inmersa en el humo artificial de un populoso sport-bar de Villa Mella, ella convulsiona con las letras de "El coche bomba".

La música también retumba en las paredes de otro centro de diversión capitaleño -en el exclusivo sector Piantini-. Allí, una veinteañera de raza caucásica contonea su trasero al compás de "Blanca con culo". Un fragmento de este tema reza: "Con ese nalgatorio cualquiera quiere cita. Una tipa que esté entera, tiene cuarto y jovencita. Mami, dámelo y yo le vo' a da' que pita. Culo importante con valor monetario, si yo fuera el propietario tuvieras mi salario".

Ambas mujeres protagonizan la misma escena en espacios diferentes, sintiéndose inmunes ante estas letras. "Yo no le paro a la lírica. A la que le sirva el sombrero que se lo ponga", aduce una; "yo bailo estos ritmos porque están de moda, pero no me pegan ni me incluyen", expone la otra.

"Las mujeres son socializadas por la cultura y la familia para ser objetos de dominio del hombre y del consumo masivo para el placer", Soraya Lara, psicóloga clínica.

Ante este y otro tipo de situaciones de violencia subterránea, Roxanna Reyes, procuradora general adjunta para Asuntos de la Mujer, lamenta que "en este país, donde no están empoderadas, las mujeres cantan y repiten esas canciones sin darse cuenta de que son víctimas de la violencia, perpetuando eso y pasándolo de generación en generación". Para paliar estas manifestaciones, la magistrada expone que debe "promoverse algún tipo de reflexión sobre estas letras... Y es fundamental que todas las partes que componemos la Comisión Nacional de Prevención y Lucha Contra la Violencia Intrafamiliar (Conapluvi) hagamos los que nos toca".

Por otro lado, la antropóloga social Tahira Vargas plantea que "la música expresa el contenido social de donde emerge" y que existe un círculo vicioso entre aquellos temas musicales que reflejan la violencia contra las mujeres y el reforzamiento de esta problemática al ser cantada. Vargas entiende que hay que generar cambios "no prohibiendo la música, sino yendo al origen de donde proviene esa realidad". Sugiere, además, usar esos temas musicales para educar, problematizándolos en las aulas.

La influencia de la música queda evidenciada en un estudio publicado en 2003 por la revista Journal of Personality and Social Psychology, basado en cinco experimentos practicados por estudiantes de la Universidad de Iowa (Estados Unidos), al presentar que las canciones violentas aumentan los sentimientos de hostilidad en los jóvenes. La psicóloga clínica y presidenta del Patronato de Ayuda a Casos de Mujeres Maltratadas (Pacam), Soraya Lara, atribuye el origen de esas conductas violentas a las ideas e imágenes que el individuo absorbe e incorpora en el cerebro durante toda su vida. Mientras que Marina Orbe, psicóloga clínica de Profamilia, señala que la repetición de una canción catalogada de ‘violenta' provoca "un efecto subliminal que puede detonar cuando la persona está sometida a una situación de estrés".

¿Piropos?

Si bien es cierto que lo de "¡si como caminas cocinas, guárdame un chin de concón!" no pierde vigencia en cualquier esquina dominicana, muchas de esas lisonjas fugaces y públicas podrían categorizarse dentro de lo que Roxanna Reyes denomina como "expresiones que, de alguna manera, agreden a las mujeres, las minimizan y las desvalorizan". De hecho, Lourdes Contreras, directora del Centro de Estudios de Género del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec), considera que el piropo puede llegar a ser una forma de violencia contra las mujeres, que se quiere justificar bajo el argumento de que estas lo provocan con su vestimenta, movimientos, gestos y actitudes. Para la también catedrática universitaria se puedan decir cosas bonitas, pero dentro de una relación establecida. "En la calle ningún desconocido tiene derecho a dirigirse a las mujeres bajo esos términos, que además suelen venir acompañadas de determinados gestos y actitudes, y que también lesionan sus derechos".

Contreras considera igualmente que estas expresiones pueden llevar de la manifestación verbal al acoso y al ataque sexual bajo el entendido de que las féminas son quienes propician esas acciones contra ellas. "Se trata de una aceptación de la cultura de la jerarquía entre lo masculino y lo femenino; de un paradigma masculino que hay que abordar de manera integral y desmontar de manera progresiva", recomienda.

Para muestra basta un botón. Los vecinos del capitalino sector El Portal todavía no olvidan a aquella candidata que, con apenas 10 años de edad, desfiló ante ellos en traje de baño durante un "Miss El Portal" (certamen inventado en los 80 por los infantes del lugar). Norca Amézquita, una de las presentes, narra apenada lo que le gritaron a su amiga por el tamaño de su vulva: "Si yo fuese ese bikini...', decían unos; ‘¡qué bizcocho para celebrar un buen cumpleaños!', vociferaban otros". "El caso es que ella duró mucho tiempo para ceñir un pantalón a su cuerpo...".

Al respecto, María Banchs sostiene que "las expresiones callejeras degradantes forman parte de la violencia soterrada y pertenecen a las diversas estrategias culturales que refuerzan ‘la inferioridad de la mujer', siendo vistas como cotidianas y pasando desapercibidas en su verdadero sentido".

Mujeres a la palestra

"Mientras más se repiten las cosas, más se interiorizan y normalizan", refiere Yanira Fondeur, presidenta de la Fundación Vida Sin Violencia, sobre la violencia contra las mujeres en los medios de comunicación masivos. Al hablar del papel femenino dentro de estos, Soraya Lara opina que "las mujeres son socializadas por la cultura y la familia para ser objetos de dominio del hombre y del consumo masivo para el placer".

Así lo confirma Instalar el Equilibrio: Igualdad de Género en el Periodismo de la UNESCO-FIP de 2009, al asegurar que "los medios de comunicación están llenos de imágenes y lugares comunes sobre mujeres y niñas. Muchos son relativamente inofensivos pero algunos, a menudo los más potentes, retratan a la mujer como objeto de atención masculina: la sofisticada gatita sexy, la madre modelo, la bruja taimada, la inflexible ambiciosa en la empresa o la política. En cada región y cultura hay imágenes rígidas, prejuicios profundamente afianzados, y reflejos llenos de prejuicios que plantean retos".

De su lado, los investigadores del Proyecto Mundial de Monitoreo de Medios (GMMP, por sus siglas en inglés) revelan en su informe de 2010 que las féminas están fuertemente sub-representadas en la cobertura de noticias de República Dominicana, ya que solo el 23% de los sujetos de noticias en prensa, radio y televisión son mujeres.

En este análisis del GMMP realizado en 108 países, incluido el dominicano, también se plantea que la voz de las mujeres en el contenido de los medios noticiosos nacionales es insuficiente, pues hay mayor presencia femenina en renglones como el "Crimen y la violencia", que en temas de alta prioridad en la agenda informativa como "Política y gobierno" y "Economía". Este informe revela además que el 56% de las notas dominicanas refuerzan los estereotipos de género, causando "un efecto directo en el comportamiento de las mujeres... sobre qué acciones y locaciones son inseguras... dónde ir, qué usar, cómo actuar y cuán tarde volver", según lo advierte Marian Meyers, autora de News Coverage of Violence Against Women.

Mujeres en su plástico

Año 2004. España. Una niña de 9 años baila en un escenario mientras interpreta una canción escrita por ella. El público la ovaciona y provoca que el tema se haga tan popular que traspasa los límites geográficos. La pegajosa letra se apodera de las emisoras de República Dominicana. "El pintalabios, toque de rímel, moldeador como una artista de cine. Peluquería, crema hidratante y maquillaje, qué belleza al instante. Abre la puerta que nos vamos pa´ la calle. Que a quién le importa lo que digan por ahí", se escucha en todas partes, mientras mujeres y niñas dominicanas hacen suyo e inmortalizan el coro que dice: "Antes muerta que sencilla, ¡ay qué sencilla! ¡ay qué sencilla!". 

Para Tatiana -nombre ficticio- de 26 años, quien trabaja en el departamento de servicio al cliente de una reconocida empresa de telecomunicaciones, el coro de la canción antes mencionada se ha constituido en el lema de su vida laboral. Todo los días, y como si fuese un ritual, debe maquillarse y mantener su pelo bien arreglado. Se dio por enterada de esto cuando, con pocas semanas en su actual empleo, sufrió un resfriado que le imposibilitó maquillarse y tuvo que amarrarse el pelo, pues la noche anterior había sudado a causa de una fiebre. Al verla, su jefe la llamó aparte y le dijo que se pintara la cara, ya que "la imagen en servicio al cliente lo es todo". Al culminar la breve conversación, Tatiana se maquilló. Aunque al principio entendió lo expuesto por su superior, luego se percató de que las chicas a las que contrataba la empresa para su departamento suelen ser ‘bonitas' y de tez clara.

Aunque "el físico de la mujer no influye en el éxito que pudiera tener", para el 55% de las 200 mujeres encuestadas por la revista mujer única de Omnimedia, en marzo de 2011, la misma situación se repite al desplegar los clasificados de cualquier periódico, donde es notorio encontrarse con avisos de empleo que, además de los conocimientos y la experiencia, les exige "buena presencia" a las féminas. Pero no solo en el plano laboral sucede esto. En el hogar, los hombres suelen emitir mensajes entre líneas como "qué buena está la mujer de la foto" y "mira que muchachita, está nítida y sin celulitis", que según Soraya Lara deben ser descodificados a tiempo por las mujeres.

El estereotipo llamado mujer

La escena se repite una y otra vez como un spot televisivo. La madre observa a su hijo columpiándose en el jardín mientras una música de fondo suena melancólica. El niño mira a su progenitora como esperando que lo acompañe. Ella devuelve la vista hacia el cesto de ropa que tiene sobre la meseta de la cocina y al detergente que tiene a su lado. Una voz en off le dice a los televidentes: "Si el planchar te aleja de él...". La música de fondo se torna rápida. El rostro de la mujer se ilumina y se le ve sonreír. Acto seguido toma el cesto de la ropa, camina hacia un pasillo y empieza a correr hasta realizar un salto olímpico por encima de una tabla de planchar. El niño la mira sonriente. La música suena triunfal. La voz en off dice las cualidades del detergente y agrega: "Plancha menos, ¡vive más!". Segundos después aparece nuevamente la madre, pero esta vez, jugando con su hijo en el jardín.

Este comercial se constituye en uno de los ejemplos de lo que la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en su informe IV Conferencia Internacional del Trabajo 2009, define como labor doméstica y lo vincula a una de las formas de esclavitud y servidumbre realizada en la antigüedad, en su gran mayoría por mujeres. El documento manifiesta que se constituye en "un fenómeno que perpetúa las jerarquías basadas en el sexo".

Soraya Lara señala que esto sucede desde los orígenes del mundo en donde a las mujeres se les ha dicho qué y cómo deben ser, situación que ha polarizado la conducta de hombres y mujeres, donde "ellos son de la calle y ellas de la casa". Asimismo destaca que "la educación es la que va a romper con esa polarización de género".

Mientras eso sucede, la psicóloga y terapeuta familiar y de pareja, Ana Luna Espaillat, observa que las mujeres de hoy salen a trabajar y muchas veces ganan más que los hombres, pero cuando llegan a casa siguen trabajando, sin ayuda en la mayoría de los casos. "Qué duro para una mujer estar fajada en la casa, cuidando a los niños, preparando la cena, la lonchera; doblando la ropa o chequeando que no falte un botón... y el hombre pasándose aire acostado. ¡Así no se puede!", asevera Espaillat.

"Las expresiones callejeras degradantes forman parte de la violencia soterrada y pertenecen a las diversas estrategias culturales que refuerzan ‘la inferioridad de la mujer", María Banchs, psicóloga social.

Esta ‘adjudicación' de la responsabilidad principal de las mujeres en el trabajo al interior del hogar y en el cuidado y la reproducción social es atribuida "a la persistente subordinación económica de las mujeres", según un estudio de 2009 de Corina Rodríguez Enríquez, consultora de la Unidad Mujer y Desarrollo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Así lo demuestra un informe presentado en 2011 por ONU-MUJERES al indicar que en República Dominicana apenas el 51% de las mujeres participó en la fuerza laboral durante el 2009, mientras que el hombre lo hizo en un 80%. El documento también muestra que las dominicanas representaron el 63% de las personas desempleadas durante el período 2000-2008.

En esta menor cuantía de contratación femenina entran en juego diversos prejuicios. Por ejemplo, la sub-encargada de Recursos Humanos de una empresa de ingeniería y construcción (quien pidió el anonimato) cuenta que tuvo que despedir a una docena de mujeres, porque "mi jefe me pidió que comenzase a reclutar hombres, porque no les da la menstruación, no salen embarazados, no les llega la menopausia y no tienen que quedarse en casa cuidando a los niños". A esto se suma la prohibición existente en esa organización de contratar personal femenino para ciertos puestos como seguridad, construcción, carpintería y manejo de equipos pesados, entre otros, alegando que "las mujeres no tienen las condiciones físicas necesarias".

Tal vez esto explica por qué el Índice de Disparidad de Género del Foro Económico Mundial (FEM), de 2010, ubica a República Dominicana en el puesto 73 del "ranking" de 109 países de América Latina y El Caribe, en donde priman las desigualdades de género en áreas como la participación económica y los salarios, los niveles de participación y el acceso a posiciones elevadas.

Y aunque el Ministerio de Estado de la Mujer en un informe de 2009 dice tener como obstáculo "la baja generación de estadísticas desagregadas por sexo, en especial en materia económica y laboral" aclara que "en términos cualitativos, los datos indican que las mujeres están en las áreas de los servicios, mayormente vinculadas con los roles de género; en posiciones subalternas y en los puestos de menor salario".

A pesar de esta realidad, las mujeres admiten no querer que una igual sea su jefa, como lo indica el 53% de las encuestadas por mujer única en marzo de 2011; un caso interesante que, dentro de la violencia subterránea, Banchs describe como "la auto-discriminación de la mujer".

El doble discurso

Mientras veía el programa televisivo de una reconocida comediante y actriz dominicana, Soraya Lara sintió una estocada en el corazón y quedó sin palabras cuando la famosa apareció "disfrazada" de una psicóloga enyesada, con un ojo amoratado, diciendo que su esposo la golpeaba. La broma no le pareció divertida a la presidenta del Pacam, quien asegura que "tal vez si se disfrazaba un hombre era un poquito más comprensible, ¿pero una mujer? ¿Qué nos está comunicando? Tal vez a ella no la golpean, pero ¿y a su hija, a su hermana, o a su mamá...?".

Según Tahira Vargas, "la misma mujer tiene una actitud violenta hacia la otra: legitima el abuso que está sufriendo su igual. Entonces, no hay una conciencia de género, no hay una consideración de que somos todas las que estamos siendo ofendidas y agredidas".

Para Banchs, la forma en cómo la sociedad enseña a las mujeres, de manera sutil, a competir con su propio género, obstaculiza el cambio. Según la experta, por eso no es de extrañar que las principales opositoras a las medidas para mejorar su condición en la sociedad sean ellas mismas, pues son reproductoras de la ideología patriarcal.

Tahira Vargas explica que se necesita un cambio cultural, así como educar a la población, en especial a las mujeres, jóvenes y niñas sobre sus derechos, ya que se ha trabajado y abordado el tema solo desde la perspectiva legal.

En palabras de Banchs, hay que empezar a hacer ‘visible' esta cultura para que la sociedad comience a tomarla en cuenta.

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