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Elección papal agita pasado de la "Guerra Sucia"

El papa Francisco es cuestionado y justificado a la vez por no confrontar la junta militar en 1976

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Elección papal agita pasado de la Guerra Sucia
Foto de agosto de 2009 del cardenal Jorge Bergoglio celebrando una misa afuera de la iglesia de San Cayetano, donde ondea una bandera argentina, en Buenos Aires, AP
BUENOS AIRES. — Rara vez se habla de Jorge Mario Bergoglio, ahora el papa Francisco, sin mencionar su humildad, su rechazo a hablar sobre sí mismo.

Sus admiradores hablan también de su abnegación, al explicar por qué él prácticamente nunca ha negado una de las acusaciones más escabrosas en su contra: que estuvo entre los líderes de la Iglesia que apoyaron activamente la dictadura asesina de Argentina.

Es indiscutible que Bergoglio, al igual que la mayoría de otros argentinos, no confrontó abiertamente a la junta militar que manejó el país de 1976 a 1983 mientras ésta secuestraba y asesinaba a miles de personas en una "guerra sucia" para eliminar a adversarios de izquierda.

Pero el biógrafo autorizado del nuevo papa, Sergio Rubin, argumenta que esa fue una falla de la Iglesia católica en general y que es injusto identificar a Bergoglio con la culpa colectiva que aún agobia a muchos argentinos de su generación.

"En una cierta manera muchos argentinos terminaron siendo cómplices" en un tiempo en que cualquiera que hablara abiertamente podía convertirse en un objetivo, recordó Rubin en una entrevista con The Associated Press justo antes del cónclave papal.

Algunos activistas defensores de los derechos humanos concuerdan en que Bergoglio no merece ser agrupado con otras figuras eclesiásticas que estaban alineadas muy de cerca con la dictadura.

"Tal vez no tuvo el coraje de otros curas, pero nunca colaboró con la dictadura", dijo el jueves Adolfo Pérez Esquivel, quien ganó el premio Nobel de la Paz de 1980 por documentar las atrocidades de la junta. "Bergoglio no fue cómplice de la dictadura. No se lo puede acusar de eso", agregó para Radio de la Red de Buenos Aires.

Otros activistas están molestos por las posturas que Bergoglio, de 76 años, ha adoptado en los últimos años, mientras Argentina realiza investigaciones para exponer a los responsables de asesinar a cerca de 30.000 personas, y para encontrar rastros de sus víctimas. Algunos lo acusan de estar más preocupado en preservar la imagen de la Iglesia que de proporcionar pruebas para los muchos juicios por violación de derechos humanos en Argentina.

"Hay una hipocresía que tiene que ver con toda la conducta de la Iglesia; y Bergoglio en particular", dijo Estela de la Cuadra, cuya madre cofundó durante la dictadura el grupo activista Abuelas de la Plaza de Mayo para buscar a familiares desaparecidos. "Hay juicios de toda clase y Bergoglio se niega sistemáticamente a apoyarlos", agregó.

Bergoglio invocó en dos ocasiones su derecho bajo la ley argentina de negarse a comparecer en una corte abierta en juicios que involucran tortura y homicidio dentro de la temida Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) y el robo de bebés de detenidos. Cuando al final sí testificó en 2010, sus respuestas fueron evasivas, dijo a The Associated Press la abogada por los derechos humanos Myriam Bregman.

Las propias declaraciones de Bergoglio demostraron que los funcionarios de la Iglesia sabían desde casi el principio que la junta estaba torturando y matando a sus ciudadanos aun cuando las autoridades eclesiásticas apoyaban públicamente a los dictadores, afirmó. "La dictadura no pudo haber operado de esta manera sin este apoyo crucial", agregó.

Rubin, un escritor de asuntos religiosos del diario argentino Clarín, dijo que de hecho Bergoglio tomó riesgos mayores para salvar a los llamados "subversivos" durante la dictadura de 1976 a 1983, pero nunca habló públicamente al respecto antes de su biografía de 2010: "El jesuita".

En el libro, Bergoglio explicó que no quería rebajarse al nivel de sus críticos, y luego compartió algunas de sus historias.

El prelado dijo que en una ocasión pasó sus documentos argentinos de identidad a un hombre que era buscado y que tenía un aspecto parecido al de él, permitiéndole escapar por la frontera a Brasil. Agregó que en muchas ocasiones protegió a gente dentro de propiedades de la Iglesia antes de que pudieran ser llevadas al exilio con seguridad.

La acusación más fuerte contra Bergoglio es que siendo un joven líder de la orden jesuita argentina, retiró su apoyo a dos sacerdotes de barrios bajos cuyos colegas activistas en el movimiento Teología de la Liberación estaban desapareciendo. Posteriormente, los sacerdotes fueron secuestrados y torturados en la ESMA, la cual utilizaba la junta como prisión clandestina.

Bergoglio dijo a los sacerdotes —Orlando Yorio y Francisco Jalics— que abandonaran su trabajo en los barrios bajos por su propia seguridad y ellos se negaron.

"Les dije que turvieran mucho cuidado", relató Bergoglio a Rubin. "Quedaban demasiado expuestos a la paranoia de caza de brujas".

Sin embargo, Yorio acusó después a Bergoglio de haberlos entregado de facto a los escuadrones de la muerte al negarse a apoyar públicamente su labor. Yorio ha muerto y Jalics se ha negado a hablar de estos acontecimientos desde que se mudó a un monasterio alemán.

Después de un aterrador traslado en helicóptero, ambos sacerdotes fueron abandonados en un paraje, con los ojos vendados. Fueron dos de los pocos detenidos que sobrevivieron a esa prisión.

Rubin dijo que Bergoglio renuentemente le narró el resto de la historia: que él durante mucho tiempo hizo esfuerzos extraordinarios tras bambalinas para salvarlos.

Cuando tenía treinta y tantos años, el líder jesuita persuadió al cura de la familia del dictador Jorge Videla que se reportara enfermo para que Bergoglio pudiera oficiar misa en su lugar. Una vez en la vivienda del líder de la junta, el clérigo solicitó privadamente clemencia, escribió Rubin.

"Afortunadamente, tiempo después fueron liberados, primero porque no pudieron acusarlos de nada, y segundo, porque nos movimos como locos. Esa misma noche en que me enteré de su secuestro, comencé a moverme" para salvarlos, dijo Bergoglio.

Todo esto fue realizado en secreto, precisamente cuando otros líderes de la Iglesia respaldaron públicamente a la junta y pidieron a los católicos que restauraran su "amor por la patria" pese al terror en la calle. Otros miembros del templo en el barrio pobre que fueron capturados con los sacerdotes nunca fueron encontrados.

"Es un tema muy sensible. La Iglesia argentina era una de las más conservadoras en América Latina. Mostró una buena disposición hacia las autoridades militares, quienes, para colmo, se consideraban cristianas y se llamaban buenos católicos", dijo Rubin.

Entre la jerarquía eclesiástica de aquel entonces había unos 50 obispos, y casi todos eran conservadores. Algunos eran muy progresistas y acabaron muertos. Bergoglio se encontraba en el medio, según Rubin.

"Había algunos que estaban metidos hasta sus cuellos, como von Wernich. Y otros que arriesgaron todo abiertamente enfrentando a la junta, y algunos de ellos terminaron muertos, como Angelelli", dijo al mencionar al obispo Christian Federico von Wernich, que fue capellán de la policía entonces y cumple ahora cadena perpetua por tortura y secuestro.

El obispo Enrique Angelelli murió en un sospechoso accidente de tránsito en 1976 mientras transportaba pruebas sobre dos sacerdotes asesinados.

"En cierta manera muchos de nosotros argentinos terminamos siendo cómplices", agregó. Según Rubin, los activistas aliados con el gobierno de la presidenta Cristina Fernández "han intentado meter a Bergoglio en algunos juicios de los derechos humanos, pese a que verdaderamente no debería estar en ellos".

Por otra parte, los activistas sostienen que la Iglesia argentina aguardó demasiado para disculparse por la negligencia, y aún no ha identificado a los culpables de muchas de las violaciones de derechos humanos que conocía en aquel entonces.

Bergoglio fue nombrado cardenal de Buenos Aires en el 2001. Sin embargo, no fue sino hasta el 2006, después que el entonces presidente Néstor Kirchner declarara un día oficial de luto por Angelelli en el 30mo aniversario de su muerte, que Bergoglio lo llamó un "mártir", el primer reconocimiento oficial de la Iglesia de que el obispo fue asesinado.

Bajo el liderazgo de Bergoglio, los obispos de Argentina emitieron una disculpa colectiva en octubre del 2012 por no haber protegido a su feligresía durante la dictadura, pero la nota culpó de la violencia en aquella época tanto a la junta como a sus enemigos.

"Bergoglio ha sido muy crítico a las violaciones de derechos humanos durante la dictadura, pero siempre ha criticado el otro lado también. No se olvide de eso", dijo Rubin.

Bergoglio fue acusado además de no apoyar a la familia De la Cuadra, que perdió a cinco familiares en la guerra sucia, incluyendo la hermana de Estela, Elena, embarazada de cinco meses antes de ser secuestrada y asesinada en 1977.

La familia apeló al superior general de los jesuitas en Roma, que pidió a Bergoglio que les ayudara. Bergoglio asignó entonces a un monseñor para que hablara con la policía, que le dio una noticia desgarradora: la mujer era comunista, y por ello estaba condenada, aunque había dado a luz en cautividad a una niña. La bebé, a su vez, fue entregada a una familia "demasiado importante" como para que la adopción fuera anulada.

Pese a esta prueba en un caso en el que estuvo personalmente mezclado, Bergoglio declaró en el 2010 que desconocía la historia de los bebés robados hasta mucho después de haber concluido la dictadura.

"Bergoglio tiene un actitud muy cobarde frente a una situación tan terrible como la extracción de los bebés. Dice que no sabía nada hasta 1985, cuando salió en el juicio de la junta. No hace frente y no importa; la cuestión es cómo salvar su apellido, salvarse él, pero no puede evitar las denuncias que llegan al público. La gente conoce que es así", dijo Estela de la Cuadra a la AP.

"Hay una hipocresía que tiene que ver con toda la conducta de la Iglesia. Y Bergoglio en particular. ... Hay juicios de toda clase, y Bergoglio se niega sistemáticamente a aportarlas", agregó de la Cuadra.

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