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La realidad del trabajo doméstico

Las domésticas dominicanas no gozan de sus derechos laborales: no tienen salario mínimo ni horario de trabajo definido; tampoco acceso a los beneficios del régimen de la seguridad social

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La realidad del trabajo doméstico

SANTO DOMINGO. Ellas cuidan lo más valioso de la sociedad: la familia. Se encargan de su alimentación, de la higiene del hogar y la ropa, y hasta de la atención de las mascotas y de las plantas. Muchas se convierten en una especie de segunda madre para los niños, y otras son el soporte de ancianos en la última etapa de sus vidas.

Pero a pesar de que son casi imprescindibles para las familias modernas, las trabajadoras domésticas dominicanas no disfrutan de sus plenos derechos laborales y, algunas, tampoco de los que tienen como personas.

Según la antropóloga social Tahira Vargas, "las trabajadoras domésticas son una de las expresiones más claras de la situación de desigualdad que se vive en la sociedad dominicana". Indica que en ellas se muestran distintos niveles de discriminación, como la de género, y la social, "porque ellas están al interior de un espacio donde se vive la diferencia de clases de forma muy intensa y arraigada". "Imagínate viviendo en una casa con una persona que la dirige y que pertenece a una clase social mucho más alta y que muchas veces la discrimina y la maltrata", expresa la especialista.

Victoria García, presidenta de la Asociación de Trabajadoras del Hogar (ATH), señala que los maltratos más comunes que sufren las trabajadoras del sector son: violación a la privacidad, es decir, apertura de correspondencia, revisión de la habitación o de sus pertenencias; maltrato verbal (principalmente con sobrenombres), y algunas hasta aguantan golpes y agresiones sexuales.

Conocidos son también los apodos despectivos que se usan para referirse a estas servidoras, entre ellos "chopa", "cachifa", "la del servicio" o la "mucama". E igualmente es famosa la "mala fama" que tienen en algunos segmentos de la sociedad. En la historia reciente, se recuerdan las declaraciones del ex candidato presidencial Hipólito Mejía, quien para ilustrar el problema de la corrupción en el país, usó de ejemplo a las domésticas, de las que dijo que "si uno se descuida se llevan el filete y se los dan al novio".

Sus declaraciones provocaron revuelo y fueron usadas por sus competidores, quienes le sacaron provecho. Así, por primera vez, las domésticas fueron tema de campaña.

Un testimonio

Una joven que vivió una experiencia de maltrato fue "Melany", quien se empleó como doméstica en una vivienda, pero sólo estuvo un mes. Cuenta que la señora que la "contrató" verbalmente le dijo que le pagaría RD$2,000 quincenales, pero luego se los redujo a RD$1,000 y finalmente le dio RD$800.

"La señora era muy tremenda. Le hablaba mal a uno, uno hacía una cosa y quería que la hiciera dos veces...no pude seguir...", narra la joven, cuyo nombre real se resguarda.

"Cuando ella me hablaba yo me sentía...algo así como una basura que tiran al zafacón", dice, mientras recuerda aquellos malos momentos.

Por todas estas situaciones, entre las mujeres que se dedican a este oficio hay problemas de autoestima. La presidenta de la Asociación de Trabajadoras del Hogar, cuenta que con las asociadas hacen talleres para elevarles la imagen y el valor que se dan a sí mismas, y al trabajo que realizan.

"Hacemos encuentros dominicales en donde damos artesanía como terapia ocupacional, de manera que vayan sintiéndose útiles, una gente importante en la vida, y muchos talleres de autoestima, que no nos cansamos de dar el autoestima, que ellas sepan que son importantes", detalla la activista.

Trabajadoras excluidas

De acuerdo con el Código de Trabajo vigente (No. 16-92), los trabajadores domésticos (incluye a los hombres) son "los que se dedican de modo exclusivo y en forma habitual y continua a labores de cocina, aseo, asistencia y demás, propias de un hogar o de otro sitio de residencia o habitación particular que no importe lucro o negocio para el empleador o sus parientes".

En este grupo estarían las cocineras, trabajadoras del aseo, niñeras, cuidadoras de ancianos, choferes, amas de llaves y algunos agregan también a los jardineros y a los del servicio de seguridad.

Sin embargo, aunque aparecen en la legislación, sus derechos no están equiparados con los demás trabajadores. Por ejemplo, las domésticas no tienen horario ni salario mínimo definido, ni derecho a prestaciones laborales, porque en algunos casos se les clasifica como "independientes". En el ensayo "Servicio Doméstico y Exclusión Social" realizado por el Observatorio Político de la Fundación Global Democracia y Desarrollo (Funglode) el año pasado, también se muestra que con las domésticas se da una relación laboral no registrada, basada en que la contratación no se oficializa en el Ministerio de Trabajo.

Dentro de toda esta realidad, de lo que más se quejan las asistentes de hogar es que ni siquiera pueden disfrutar de los beneficios de la seguridad social, es decir, carecen de seguro médico, de enfermedad y de vejez.

Un segmento grande

El doméstico, representaba para 2009, de acuerdo con el boletín "Trabajo Doméstico Remunerado en la República Dominicana", de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), el 5.6% de la población ocupada.

En el país, como en el resto del mundo, es un oficio desempeñado principalmente por mujeres. Según la ONE, las mujeres eran el 94.5% de los 213,355 trabajadores domésticos que se contabilizaron en 2007 en la "Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH 2007). Esto era 201,220 trabajadoras domésticas.

El documento precisa que se trata de una población "eminentemente joven", principalmente entre 18 a 40 años. Madres de familia en su mayoría, que deben dejar solos a sus hijos para ir a cuidar los de otros, a cambio -generalmente- de un salario mínimo. Son también mujeres con bajos niveles educativos y de procedencia rural, describe la antrópologa Vargas.

Luchando por mejoras

Actualmente, las asociaciones de trabajadoras domésticas y los sindicatos de trabajadores luchan por mejorar las legislaciones que inciden en este sector, principalmente para que se apruebe el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo sobre trabajo doméstico decente. La antropóloga social Tahira Vargas cree que es necesario reformar el Código de Trabajo en lo referente a este sector.

(En el próximo reportaje se abordará el Convenio 189 de la OIT y lo que significaría su ratificación en el país para las domésticas dominicanas).

Buenas relaciones con sus empleadores 

Pero obviamente, los malos tratos no se dan en todos los casos. En una importante proporción prevalece una relación armoniosa entre contratante y doméstica, y éstas gozan de ciertas libertades y derechos. Un ejemplo es el de "Miledis", una doméstica de Villa Altagracia que labora desde hace tres años en una residencia en Piantini. Está contratada con dormida cinco días a la semana, y cuenta que tiene seguridad social y libertad para alimentarse. "Zoila", una señora de Barahona que también trabaja en Piantini, dice que no tiene quejas de sus patronos. "Yo trabajo hasta las dos de la tarde, y hasta duermo mi chin...", dice para ilustrar su caso.

También hay testimonios de la dependencia que tienen las señoras contratantes con sus asistentes domésticas. "Yo lloro cuando me dice que no puede ir", dice Aillen Aldebot, una profesional que deja el cuidado de su familia y su hogar en manos de una asistente, para poder cumplir con sus obligaciones laborales.

"Ese es mi pilar", dice sin titubear Jonelyn Jiménez cuando se le pregunta lo que representa para ella su asistente doméstica. "Para mí es un sostén, una base para yo poder salir adelante. Sin ella yo no puedo ir a trabajar", reconoce.

Sin embargo, Jiménez acota que aunque se lleva bien con esta asistente, en sus 18 años de matrimonio ha tenido experiencias desagradables. Citó la vez en que desde una agencia le enviaron una trabajadora hasta con antecedentes penales.