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"El ejercito de los sin Madre"

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El ejercito de los sin Madre
Hijos con madres que no les dan tiempo, una sociedad que no mira las consecuencias.

El drama de los niños sin padres y la secuela que dejará en los hijos de esos niños, es retratado desde una visita a la maternidad. Por Alan Delmonte Bertrán

Aunque se encuentra acomodado en los brazos de su madre, las ansias parecen consumir a Juanito. Desde que llegó a la moderna clínica, los minutos se le han hecho eternos. Como siempre, está a la espera de lo peor.

Aunque solo tiene una gripe intrascendente, sabe muy bien que en aquel lugar el dolor puede ser parte inseparable de la experiencia. Con sus dos años recién cumplidos, detesta como se sienten las agujas cuando pinchan sus venas, y no le gusta para nada ser examinado por el doctor, que aunque le ofrece dulces al final de cada visita, la agonía que le precede al placer sigue siendo muy alta frente a sus ojos.

A pesar de que su madre pidió un par de horas en el trabajo para llevarlo junto a su "nana" a la clínica, Juanito no parece sentirse a gusto en los brazos de la mujer que lo parió. Por eso, cuando la secretaria del doctor anuncia que le toca a Juanito entrar al consultorio, el niño le extiende los brazos a María, la niñera que lo ha criado desde que su madre regresó al trabajo cuando este tenía dos meses y medio.

"Aría, Aría", grita asustadizo, mientras su madre, avergonzada por las peticiones de Juanito, sonríe parcamente justo antes de que los tres desaparezcan tras puertas cerradas. En aquel momento, observo mis alrededores tal vez para mitigar el sentimiento que me produce aquella absurda escena con alguna madre tan sorprendida como yo, pero inmediatamente noto que de los cinco niños que esperan ser atendidos, cuatro han sido traídos por sus niñeras. El quinto es mi bebe, que como siempre, luce tranquilo en los brazos de su madre. ¿Y que se han hecho las madres?, me pregunto.

Del otro lado de la ciudad, en el hospital Darío Contreras, el área de pediatría está saturada de llanto. Una treintena de infantes esperan a ser atendidos, incluyendo a Juanita, la hija de María, que ha sido llevada por su prima Ramona, la mujer que la ha atendido desde que María volvió al trabajo cuando Juanita tenía un mes.

Por lo general, la niña solo comparte con su madre un día a la semana, siempre y cuando la mama de Juanito no decida "botar el golpe" junto a su esposo en alguna playa de su preferencia, o en su casa de campo en Jarabacoa, circunstancias en que le piden a María que se quede en casa atendiendo a Juanito. Durante estos fines de semana, Juanito y Juanita siguen a la deriva en los brazos de sus madres sustitutas, aquellas mujeres que por culpa de una sociedad que ha perdido su norte, les ha tocado criar a niños ajenos.

Degradación familiar

En unos años, Juanito y Juanita se convertirán en adultos. Por su vida habrán pasado múltiples "sustitutas", una serie de mujeres que en mayor o menor grado pudieron encontrar una fracción del amor que les debió dar su madre. Algunas los habrán tratado como a sus propios hijos. Otras, no tanto.

Juanito y Juanita crearán sus propias familias, y seguirán reflejando el vacío que les dejó su infancia, carentes de la conexión más importante en la vida de todo hombre: la incondicional conexión materna, el vínculo más poderoso de todas las dinámicas humanas.

Y al igual que sus padres, Juanito y Juanita algún día se darán cuenta que sus hijos no son sus hijos, porque nunca fueron lo suficientemente valientes para asumir el rol de padres, limitándose únicamente a ser los proveedores de sus crías y propulsores del ejercito de los sin madre: una sociedad de desalmados donde la clase adinerada seguirá inmersa en sus negocios, haciendo todo lo ineludible para conservar sus riquezas y poderle ofrecer los requisitos materiales que creen esenciales para sus hijos, (y obviando por completo sus necesidades emocionales), y donde la clase pobre seguirá en su afán de sobrevivir en un mundo cada vez más caro y más difícil, engendrando una sociedad más propensa a caer en vicios, predispuesta a la relativización de la moral y la degradación del núcleo familiar, eje central de toda sociedad.

¿Y que tipo de seres humanos serán Juanito y Juanita y todos los pertenecientes a su generación? ¿Se convertirán en hombres y mujeres sensibles, apasionados por la vida, capaces de entablar conexiones emocionales con otros seres humanos? ¿O serán personas egocéntricos, temerosas de todo tipo de conexión humana, incapaces de amar y de ser amados?

Aunque esta pregunta puede ser respondida por cualquiera, es imperante tener claro que si no podemos cuidar de nuestros hijos, debemos reflexionar que tipo de personas queremos agregarle a nuestra sociedad, y si estamos dispuestos pagar el precio que tendrá la negligencia de nuestros deberes como padres.

Tal vez así, dejemos de preguntarnos porque nuestra sociedad esta tan colmada de violencia, tan plagada de corrupción, y tan repleta de personas indolentes, que no sienten ni padecen por nada ni por nadie.