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Demografía
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El fin de la pesadilla malthusiana

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El fin de la pesadilla malthusiana
El cambio demográfico no es muy evidente porque sucede lentamente (SHUTTERSTOCK)

El descenso de la fertilidad abre una nueva etapa en la historia humana, con un mayor control de nuestro destino. Durante los últimos 200 años, la población mundial ha aumentado de forma explosiva. Había 1 mil millones de seres humanos en 1850. En la actualidad hay 7.3 mil millones de habitantes. Desde la Revolución Industrial, la humanidad ha vivido con un callado temor ocasionado por la idea de que existe un límite, y que los ‘jinetes apocalípticos malthusianos’ portadores de la peste, el hambre y la guerra un día castigarán nuestra desfachatez.

El cambio demográfico no es muy evidente, porque sucede lentamente, pero estamos a punto de experimentar un cambio profundo en la condición humana. Las nuevas proyecciones de la ONU indican que, en tan sólo unas décadas, pudiéramos asegurar un futuro con una población mundial estable.

Para ser claros, los pronósticos no indican un fin inminente al crecimiento demográfico — y, lo que es más, están lejos de representar la realidad. La población mundial está creciendo constantemente y tiene un momento comparable al de un elefante en una pista de hielo. La proyección de variante media de la ONU muestra un aumento que alcanzará 9.7 mil millones de personas en 2050 y 11.2 mil millones en 2100.

Pero lo que tanto los datos recientes como los pronósticos a corto plazo también muestran es un descenso dramático en las tasas de fecundidad. Las personas alrededor del mundo están teniendo menos hijos. Si la tendencia continúa — y estas tendencias siempre están en duda — en unas cuantas décadas la población mundial se nivelará. La ONU dice que hay un 23 por ciento de posibilidades de que eso ocurra para el año 2100.

La magnitud de la caída de la maternidad es sorprendente. Ochenta y tres países que contienen el 46 por ciento de la población mundial — incluyendo todos los países europeos — en la actualidad tienen una fecundidad por debajo de la tasa de reemplazo de alrededor de 2.1 nacimientos por mujer. Otro 46 por ciento de la población mundial vive en países donde la tasa de natalidad ha caído drásticamente. En 48 países la población se reducirá de aquí a 2050.

Eso deja a sólo alrededor del 9 por ciento de la población mundial, casi toda en África, viviendo en países con tasas de fecundidad preindustriales de cinco o seis hijos por mujer. Pero incluso en África la fertilidad está comenzando a decrecer. En una década, estima la ONU, habrá sólo tres países con una tasa de fecundidad mayor de cinco hijos por mujer: Mali, Níger y Somalia. En tres décadas, se proyecta que solamente la de Níger será superior a cuatro.

Estas proyecciones incluyen un rebote en la fertilidad en países como Alemania y Japón. Si las naciones más fecundas siguen este camino de descenso de las tasas de natalidad, consecuentemente es posible que una población futura estable pudiera lograrse rápidamente.

Eso acarrearía enormes consecuencias para la economía mundial, la geopolítica y la felicidad humana, lo cual ha sido demostrado en algunos de los países de ingresos medios que han pasado a través de una dramática, y a menudo ignorada, caída de la fecundidad.

Consideremos a Irán, por ejemplo, en donde el estereotipo de un primitivo estado teocrático lleno de familias con seis hijos es una de las razones de los temores de seguridad atávicos que el país ocasiona. Excepto que no es cierto. Las campañas de control de la natalidad llevadas a cabo en las décadas de 1980 y 1990 ocasionaron una caída en la fertilidad; en 1.75, ha estado por debajo de la tasa de reemplazo durante más de una década.

O pensemos en México. Donald Trump, el candidato presidencial republicano estadounidense, despotrica acerca de la utilización de EEUU por parte de México como un “vertedero” de inmigrantes violentos, pero el vecino del sur de EEUU ya no tiene muchos jóvenes a quienes ‘exportar’. En los últimos 40 años, la tasa de fecundidad en México ha ido desde más de seis a 2.27, un poco más allá del nivel de reemplazo. Continuarán habiendo muchas personas deseosas de emigrar para obtener una vida mejor, pero cada vez con más frecuencia vendrán de África.

Por otro lado está India, uno de los países más poblados del mundo y la principal fuente de crecimiento de la población mundial. La tasa de fecundidad ha disminuido en la actualidad a 2.48 hijos por mujer, y la ONU proyecta que va a alcanzar el nivel de reemplazo entre el año 2025 y el 2030. Una transición similar está en marcha en otras grandes economías emergentes, desde Indonesia hasta Bangladesh.

Para las empresas, eso significará un enorme dividendo demográfico a medida que las poblaciones económicamente activas con dinero adicional aumentan en estos países.

Pero esto también significa que el aparentemente inagotable grupo de mano de obra barata a nivel mundial de hecho tiene un final. Los países con poblaciones decrecientes pronto serán comunes. Las compañías tendrán que aprender a lidiar con estos mercados en declive.

Por último, el fin del crecimiento de la población en casi todas partes convertirá a África en un mercado y centro de fabricación enormemente tentador. Y más que eso, sin embargo, una menor fecundidad presenta la posibilidad de verdaderamente luchar contra la pobreza extrema, con una probabilidad de que un efecto acelerador como la caída de la fertilidad en otros lugares libere recursos para ayudar a los más pobres.

Existen varias maneras de que este escenario estuviera equivocado. La ONU explica que lograr la caída en la fertilidad proyectada requerirá invertir en la salud reproductiva y la planificación familiar en los países de menos recursos. Sería una tragedia si esta inversión no se hiciera, dadas las ganancias en cuanto a felicidad humana que probablemente puedan obtenerse.

Otra posibilidad es que los gobiernos se resistan ante el deseo de sus ciudadanos de tener pocos hijos, ya sea por el engrandecimiento nacional, el temor ante el futuro de su base tributaria, la aversión a la modernidad o los temores de seguridad relacionados con los vecinos más populosos.

El descenso de la fertilidad se considera a veces como evidencia de deterioro — una señal de que nuestros días más dinámicos se han acabado. Tal vez sea así. Pero esto presenta la posibilidad de una nueva etapa en la existencia humana — una etapa que presenta un límite en nuestros números y un mayor control sobre nuestro destino. La meta debiera ser simple: dejar que cada ser humano en este planeta elija cuántos hijos puede amar y cuidar.

Por Robin Harding (c) 2015 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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