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Jacinto de Castro Cuenta los pronunciamientos del Sur

El 28 de febrero, como a la una de la tarde llegó Rosendo Herrera a escape, que iba de Santo Domingo y sin desmontarse fue donde mí, en Baní que sabía era el que estaba en los pormenores del alzamiento, por mis conversaciones con Sánchez, Mella, Serra y Bobea, a participarme el pronunciamiento del Conde.

Inmediatamente fui donde Manuel de Regla Mota, que era el coronel de las Guardias Nacionales, hombre patriota liberal, que aunque sabía nuestras ideas, las toleraba. Le dije lo que pasaba y que era preciso nombrar las guardias nacionales pero que no le diera aviso al comandante de armas por no haber remitido las órdenes; yo mismo hice los oficios para los jefes de los cuerpos y me encargué de hacerlos llegar a sus manos. Se reunieron todos como por encanto, por diligencias nuestras, de Luis Álvarez, José e Hipólito Billini, Basilio Echavarría, Rosendo Herrera, yo y otros, teniendo ya esa noche más de doscientos hombres. El coronel Valeri (haitiano), puso sobre las armas la gendarmería y policía, en el local de la comandancia, y nosotros agrupados frente a la casa del coronel Regla Mota pues no quisimos que fuese en la comandancia.

Queríamos marchar por la capital y se nos hizo oposición. Basilio Echavarría, en una reunión de oficiales en la mañana siguiente, se portó valerosamente, habló con la energía que requería aquel acto. Íbamos, a pesar de algunos, a marchar para San Cristóbal, donde el coronel Estéban Roca, que era nuestro, a ver qué auxilio podíamos dar a la revolución. Estando en esas cuestiones llega Joaquín Objío a quien habíamos mandando a saber acompañado de Bois Duvergé, llevando la capitulación; inmediatamente, sin aguardar nada, corrimos a la plaza de armas, se proclamó la independencia y se le puso la cruz a la bandera. Al otro día llegó Jimenez con unos trescientos hombres de Monte Plata y algunos jóvenes de esta ciudad y dispuso que marcháramos inmediatamente sobre Azua, pues Ventura Báez que era Corregidor de Azua, no había querido pronunciarse; así fue que salimos el 2 de marzo con ese fin. Encontramos el pueblo desierto. Ventura había salido con algunos, evitando encontrarse con nosotros, que estábamos en Estevanía.

Después de enarbolar la bandera dominicana, dispusieron que la caballería, compuesta de unos setenta hombres, muy mal armados, marcháramos a pronunciar a San Juan y Las Matas; nos pusimos en camino, yendo como jefe de ejecución Lorenzo Santamaría. Felizmente se hizo el pronunciamiento de San Juan, pero no pudimos continuar a Las Matas...