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“Como madre múltiple retas a tu cuerpo, mente, espíritu... y bolsillo”

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“Como madre múltiple retas a tu cuerpo, mente, espíritu... y bolsillo”
Carla, madre de los trillizos Martínez Veloz (Aldo, Axel y Maia). | Fotografo: Máximo Miguel Martinez

Múltiple (trillizos) • Carla Veloz

En vísperas de Año Nuevo de 2003, cuando Carla Veloz y Máximo Martínez pretendían sorprender a sus familiares con el sexo de su primer bebé, los sorprendidos fueron ellos: ?“No viene uno, ni dos… ¡sino tres!”. Horas después de la premonitoria sonografía, a los futuros padres no les quedó más remedio que amanecer en vilo, con un par de tazas de té en mano, para pensar en cómo le transmitirían este notición a los suyos.

La pareja se conocía de toda la vida, pero decidió recorrer el camino de la paternidad a través de una estimulación ovárica a la que fue sometida Carla. De hecho, aún bromean sobre lo ?extremadamente “certero” que resultó ser este tratamiento médico. A partir de ahí, la joven empresaria, que practica deporte desde niña, se vio arropada -de la noche a la mañana- por un arsenal de “recomendaciones” sobre cómo enfrentar su prolífico estado de gestación; argumentos que, de inmediato y para su suerte, fueron descartados por su ginecólogo, quien le dio carta abierta para hacer vida normal, pero con moderación.

El parto fue por cesárea. ¿Los meses venideros? “Intensos… ¡Agotadores!”, recuerda esta licenciada en Administración de Empresas. No bien llegados de la clínica a su casa, Axel, Maia y Aldo comenzaron a llorar; así que a Carla y a su esposo se les salieron las lágrimas y, al mejor estilo de Los Transformers (bajo el lema “Sin sacrificio, no hay victoria...”), se abrazaron fuerte e iniciaron su cruzada.

De inicio, contrataron a varias enfermeras que les echaron una mano, pero los elevados costos de sus servicios profesionales, así como una notable pérdida de intimidad familiar, les motivó a buscar una niñera especializada en cuidado gemelar. La ayuda extra era de día, pero de noche Carla y Máximo quedaban al frente de una tanda -compartida e ininterrumpida- de biberones, pañales, llantos, arrumacos y canciones de cuna que, en partida triple, se iniciaba a la 1:00 y culminaba a las 5:00 de la mañana.

Alternados entre profesiones liberales, estos primerizos dormían apenas un rato al amanecer. Luego salían a la calle a insertarse en el mundo del Arte y la Administración, para reencontrarse al final de la jornada con los “tres duendecitos”, que más adelante inscribieron en una guardería.

La madre de estos trillizos reconoce lo diferentes que son éstos entre sí, y ya está más que acostumbrada a los incontables comentarios que le llueven en la calle cuando anda con sus retoños: “¿Cómo lo hacen con tres?”, “¡Yo que me estoy volviendo loca con uno...!” y “¡Bueeeeno!”, son sólo algunos del repertorio.

Estos padres, cual atletas olímpicos, también se habituaron a echarse a cuestas: tres cunas, dos coches (uno doble y otro regular), un par de cargadores y ¡un bulto! “La clave está en organizarse”, asegura con una sonrisa la práctica progenitora. De hecho, el primer viaje internacional en familia lo hicieron cuando los hijos pudieron caminar y cargar sus propias mochilas.

Actualmente los pequeños cuentan con 11 años de edad, y asisten a clases extracurriculares, tales como tenis y pintura, en el caso de los tres; ballet, en el caso de Amaia ; y artes marciales, en el caso de los varones.

“Mis hijos son mis tres tesoros, y si me preguntas sobre el día en que, estando recién casados, le planteé a Máximo tener un solo hijo... ¡ya ni me acuerdo! (Risas)”.