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Cúpulas y rascacielos cuentan la historia de Buenos Aires desde las alturas

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Cúpulas y rascacielos cuentan la historia de Buenos Aires desde las alturas
BUENOS AIRES. La historia y la cultura de Buenos Aires se respiran en cada rincón al pasear por sus calles y avenidas, pero, si mirásemos la ciudad desde arriba, el tejado porteño más humilde y el rascacielos más moderno narran también la transformación que ha vivido la capital en los últimos siglos.

Del pequeño asentamiento porteño que fue en su origen a la inmensa ciudad que los astronautas describen como una de las manchas de luz más impresionantes que se pueden ver desde el espacio, van cinco siglos de historia en los que se han construido viviendas, iglesias, teatros, amplias avenidas y rascacielos, hasta convertir Buenos Aires en el "París de Latinoamérica".

Uno de esos edificios que desafían el territorio de las nubes porteñas es el Hotel Panamericano, situado junto al emblemático Obelisco, otro de los símbolos de la modernización de Buenos Aires, y desde cuyo mirador, en la planta 23, se puede contemplar la avenida 9 de Julio atravesando la ciudad de norte a sur.

El gran público solo puede acceder a ese espacio privilegiado en contadas ocasiones, como las que ofrece por estos días el exitoso Programa de Miradores, un plan de visitas guiadas a edificios altos que desarrolla el Gobierno de Buenos Aires por tercer año consecutivo para dar a conocer otra perspectiva de la ciudad.

Además del hotel, dentro del programa también se pueden visitar, en fechas seleccionadas hasta noviembre próximo, otras perspectivas elevadas de la ciudad, como la que ofrece la cúpula de la Basílica de Santa Rosa de Lima, la Galería Güemes y el edificio del Automóvil Club.

"Buenos Aires está ubicada en una meseta, por lo que para observarla bien hay que verla desde las alturas", explicó a Efe Néstor Zakim, director del programa y asesor de la Dirección de Patrimonio Histórico de la ciudad.

Zakim, quien también ejerce de guía, apunta a los visitantes que desde los miradores se puede apreciar cómo Buenos Aires no termina en sus límites administrativos, sino que forma un todo con su periferia, no solo en el cotidiano intercambio de gente que viaja de un lado a otro sino también en términos urbanísticos.

La capital argentina acumula tres millones de personas, pero la población total llega hasta los trece millones si sumamos a todos los que viven en zonas como las vecinas Quilmes, Avellaneda o Lanús, localidades que se pueden observar desde la terraza del Panamericano como si formasen parte del propio Buenos Aires.

La vista sur del hotel mira casi frente a frente al Obelisco y nos enseña a lo lejos el mural de Evita en la fachada de la sede del Ministerio de Desarrollo Social, que preside la 9 de Julio, la cúpula del Congreso y la torre de la Legislatura porteña.

La mirada hacia el norte impresiona por las siluetas de los altos edificios que se recortan contra el cielo porteño: es esta parte de la geografía la que muestra un desarrollo más próspero y moderno y donde grandes multinacionales tienen las sedes de sus oficinas.

En esta cara, encontramos precisamente el complejo Figueroa Alcorta, que con sus 173 metros ha sido durante muchos años el techo más alto de Buenos Aires.

El Figueroa Alcorta va a ceder su título en breve a dos nuevas construcciones en el barrio de Puerto Madero, que con 175 y 240 metros reclamarán el protagonismo para esta zona de rascacielos del este de Buenos Aires, que durante los últimos 20 años ha sido el principal núcleo de desarrollo urbano de la ciudad.

"También en sus alturas Buenos Aires ha crecido con fidelidad a su río, junto a su río", afirmó Zakim.

La vista desde los miradores permite apreciar, además, que la costa de Buenos Aires es curva, no recta, en contra de lo que puede parecer a los transeúntes que recorren las orillas del Río de la Plata.

Pero no sólo de arquitectura se habla en los miradores, también hay espacio para Carlos Gardel, para la literatura y para otros aspectos intangibles que componen la identidad que Buenos Aires proyecta al mundo y han dejado su huella en la geografía porteña.

La altura de los edificios juega un papel jerarquizador en la historia de las ciudades -los más ricos construyen siempre torres más altas- y, si miramos hoy Buenos Aires por encima de sus tejados, veremos una inmensa capital en estado de transformación, pero también una ciudad de grandes contrastes y diferencias sociales.