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Navidad
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Nochebuena en la Base Militar Sabana de la Mar

Pocos recuerdan que en Sabana de la Mar existió una base militar de los Estados Unidos para el rastreo de misiles y satélites, de donde surge esta historia. Por Joe Frasketi (Traducción por Vanessa Rodríguez Messina)

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Nochebuena en la Base Militar Sabana de la Mar
Fotografía de la base a principios de los años 1960. (DICK HEINTZELMAN)

Como hija de Sabana de la Mar, me interesan las historias sobre el pueblo, principalmente las relativas a la Base Norteamericana de Misiles que había allí, donde ahora se encuentra el Hospital.

Una tía se casó con uno de los “gringos” que vinieron a trabajar en la base, y por su vía me llegó este artículo escrito en inglés, en el 2007, por Joe Frasketi, del cual hice la traducción.

El Relato

La Navidad se celebra en muchas formas por todo el mundo, para mí fue la primera vez que estaba fuera de casa, así que traté de integrarme a la celebración en la República Dominicana.

Desde que llegué a la Isla – el 5 de diciembre de 1956 – asignado a la estación de misiles, sabía que iba a pasar la Nochebuena en ese lugar. Muchos de mis compañeros de trabajo quienes ya estaban de puesto, tenían sus propios planes por celebrar las fiestas.

Nuestra estación o “base” – era la manera como nos gustaba llamar- estaba justo a una milla hacia el sur de Sabana de la Mar. El pueblito está ubicado al sur de la bahía de Samaná, y en esta Isla descubierta por Cristóbal Colón lo que se habla es español.

El puñado de compañeros de trabajo que se quedaron en la base, celebraron una reunión en la víspera de Navidad, para decidir si esa noche iban a celebrar una fiesta en la base o ir al pueblo. Debido a la rapidez, y pensando que la mayoría de las muchachas locales no podrían estar presentes en la estación, decidimos que era mejor cenar en nuestro comedor, y luego irnos al pueblo.

El plan era ir al principal establecimiento, el “Bar de Fremy”, ubicado frente al mar, donde la mayoría de los compañeros iban a disfrutar cuando terminaban su tarea diaria. Era un maravilloso lugar para sentarse en la terraza y ver el paisaje, el puerto, las montañas al otro lado de la bahía, mientras disfrutábamos del sabor de unas cuantas botellas de “Presidente”, la única cerveza que servían o un rico daiquirí. El Bar de Fremy era un lugar divertido para ir los fines de semana, y esa noche sería el lugar de nuestra fiesta de gala Navideña.

Cuando terminamos de trabajar, abandonamos la base antes de oscurecer y nos llevaron al bar.

La noche estaba fresca, y cuando llegamos empezó a lloviznar. El guardia de seguridad que nos transportó, antes de regresar a la base, fue a ver algunas señoritas para informarles de nuestros planes. Rápidamente en el pueblo se regó la voz acerca de la fiesta de esa noche.

La lluvia arreció, y en vez de sentarnos en la terraza, entramos las sillas y mesas al local y las colocamos pegadas a la pared, de manera que el centro se convirtiera en una pista de baile. Ordenamos al mozo del bar que nos trajera bebidas, coca cola e hielo y la fiesta comenzó.

Seguía lloviendo, y tenía miedo de que por el mal tiempo la fiesta fuera un fracaso. Pero luego de algunas semanas de estar en La Hispaniola, aprendí que allí las tormentas y chubascos no duran mucho tiempo. Y como tal, la lluvia se calmó, y permitió que los parroquianos vinieran para el bar. Seguramente escucharon los merengues que estaban puesto a todo volumen en la vellonera de “alta fidelidad” de donde Fremy. El merengue es el baile nacional de la República Dominicana. Pero la vellonera tenía algunos discos con canciones en inglés para los “americanos”.

Pronto el bar estaba lleno de hombres, mujeres, niños y hasta perros que fueron mezclándose por el lugar con el espíritu navideño y con aire amistoso hacia nosotros, que a pesar de que ya no estaba lloviendo, nos quedamos en nuestras mesas.

No pasó mucho tiempo antes de que las señoritas que habíamos invitado entraran y se sentaran con nosotros, incluyendo una que yo había conocido unas semanas antes y tenía mis ojos puestos en ella. Esa noche bailamos y bebimos, aunque sin muchas palabras, porque yo no hablaba español, y ella sabía algunas palabritas en Inglés. Pero de alguna manera nos las arreglamos para comunicarnos a través de un intérprete, que más tarde descubrí era una “chaperona”. A medida que la noche avanzaba yo quería bailar más y más, tengo que atribuirlo al ron que estaba bebiendo. No era un gran bailarín, y mucho menos de merengue, pero de alguna manera me las arreglé muy bien con la ayuda de mi amiga.

A medida que avanzaba la noche yo lo estaba pasando maravillosamente, tanto, que se me olvidó el significado real de lo que estábamos celebrando esa Noche. Casi a la medianoche, la joven que estaba conmigo me dijo que iba a la misa del “gallo”, y me invitó. Yo estaba un poco dudoso, pero pensé que era una buena excusa para salir a la calle y curiosear. Todas las jóvenes que estaban en nuestras mesas abandonaron la fiesta en compañía de mis compañeros y caminamos hacia la iglesia católica.

Por un momento esperamos que ellas fueran a sus casa a buscar las “mantillas” para poder entrar a la iglesia, que estaba repleta de gente, decorada con un nacimiento y un rústico pesebre. Esta escena me trajo de vuelta al sentido de la Navidad. ¡Estábamos realmente celebrando el nacimiento del Niño Jesús! Y yo estaba allí, en ese pequeño pueblo, y comprendí que no importa estar en Belén, España, o de regreso a casa, en el mundo entero se celebra la Navidad de la misma manera.

Después de la misa llevamos a cada una de las muchachas a su casa, con la promesa de vernos nuevamente. Por mi parte, me las arreglé para esa noche conseguir un “Beso de Navidad”, que aún recuerdo en estos días.

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