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Transparencia, corrupción y rendición de cuentas

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Transparencia, corrupción y rendición de cuentas

“Siempre nos ha preocupado el fenómeno de la mentalidad de corrupción en el campo de la administración, tanto pública como privada. La mayoría de nuestros políticos invierte sumas millonarias en las campañas electorales con el fin de alcanzar puestos públicos donde se manejan fondos del Estado para luego multiplicar su inversión económica. Por su parte, las grandes empresas y negocios apoyan las campañas de los partidos y candidatos que tienen posibilidades de subir a los puestos públicos… Así la política es vista más como un negocio que como un servicio al bien común. En este juego sucio de intereses políticos, los únicos perjudicados son los ciudadanos de clase media y baja que son la mayoría de la población.” Conferencia del Episcopado Dominicano, 2015

La nación dominicana estará atenta en la mañana de hoy al discurso de rendición de cuentas que el Presidente Medina pronunciará ante la Asamblea Nacional, en ocasión de conmemorarse un aniversario más de la gesta independentista. Tradicionalmente, ha sido una oportunidad para que los Presidentes destaquen su obra de gobierno y crear, de esa forma, un cierto sentido de optimismo acerca de nuestro futuro como país, especialmente en un momento como el presente en el que la mayoría de los dominicanos –de acuerdo con recientes encuestas- considera que la situación económica es desalentadora. Muchos, sin embargo, estarán esperando que en el discurso de hoy el Presidente deje entrever, aunque sea de manera subliminal, sus reales intenciones en cuanto al tema de la reelección. Empero, es poco probable que suelte alguna prenda.

Mientras tanto, la Conferencia del Episcopado Dominicano –como es tradición, también- ha emitido su Carta Pastoral, evaluando el desempeño del gobierno en temas tan importantes como la justicia, el avance en la educación, la violencia, la desigualdad y la institucionalidad. Es, sin dudas, un enfoque que va a contrastar con los resultados que el Primer Mandatario va a presentar ante el Congreso Nacional. En este sentido, el Episcopado plantea que existe una institucionalidad muy débil en prácticamente todas las “esferas básicas asociadas con la vida cotidiana…”. Esta debilidad institucional está vinculada a otros dos factores en la gestión pública: la corrupción y la falta de transparencia. Desde Trujillo hasta la fecha, la corrupción ha ido evolucionando hacia formas cada vez más sofisticadas, sistémicas y descentralizadas. En la dictadura trujillista la corrupción estaba centralizada en Trujillo y su familia, y de ahí se derivaban los favores que podían recibir los colaboradores más cercanos. Podría considerarse como una corrupción centralizada, pero no sistémica, pues los funcionarios no podían, sin exponerse a graves riesgos, incurrir en actos de corrupción al margen de la voluntad del sátrapa. Es Balaguer quien inicia el proceso de ‘democratización’ de la corrupción hacia un modelo sistémico y descentralizador, que ha ido progresivamente evolucionando hasta el presente.

Como bien señala el Episcopado, es en el proceso electoral en donde comienzan a armarse los esquemas de corrupción mediante las inversiones políticas que se hacen a través de los candidatos con las probabilidades más altas de resultar vencedores y acceder, de esa manera, a posiciones públicas que faciliten el retorno multiplicado de las donaciones o inversiones realizadas. Es un círculo vicioso difícil de romper, aunque no imposible. Este modelo de corrupción ha tenido que hacerse cada vez más sofisticado debido a las reformas que se han implementado en materia de transparencia y rendición de cuentas, como son la ley de compras y contrataciones, y la ley de acceso a la información pública. Esto ha obligado a una corrupción más ‘inteligente’.

No es extraño que debilidad institucional, falta de transparencia y corrupción aparezcan en la misma oración. Sus vínculos son inevitables. Pero la corrupción es la fuente de las otras dos. En países con mayores niveles de institucionalidad se estima que la corrupción absorbe alrededor del 4% del PIB. Si aplicamos esta regla a la realidad dominicana nos daría que más de RD$100 mil millones se transfieren desde los contribuyentes a los bolsillos de los corruptos, con implicaciones devastadoras en los bolsillos de la clase media y en los estómagos de los más pobres.

Asimismo, dice el Episcopado Dominicano que las transferencias corrientes de una institución pública a otra superó el 25% del presupuesto del 2013, sin que “aparezcan claramente identificadas en el sistema de Gestión Financiera (SIGEF) que utiliza el gobierno para ejecutar el presupuesto nacional”, y sugiere que son recursos que pudieran ser utilizados con fines de clientelismo político. Es una denuncia que amerita una respuesta convincente por parte de las autoridades correspondientes.

En definitiva, la corrupción -destaca la carta pastoral- compromete la capacidad del gobierno para dar respuestas a los problemas causados por la desigualdad y la pobreza. El problema con la corrupción –apunto yo- es que tiene una rentabilidad política inmediata, aunque destruya el futuro de la sociedad como un todo. ¿Abordará el Presidente el problema de la corrupción en su rendición de cuentas?