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El movimiento estudiantil chileno y el activismo en RD

El año 2011 quedará en la memoria de muchos chilenos como uno de mucha conmoción social. El movimiento estudiantil, liderado por estudiantes universitarios, alcanzó una aprobación superior al 80% en las demandas postuladas al gobierno en torno a la calidad, el financiamiento y la reforma estructural del sistema educativo nacional.

En ese contexto, la Escuela de Educación de la Universidad de Harvard (HGSE), celebró el jueves 18 de octubre, un encuentro con Camila Vallejo y Noam Titelman, dos de los líderes más emblemáticos del movimiento estudiantil chileno. La actual vicepresidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) y el presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC), respectivamente, Vallejo y Titelman, fueron invitados a Estados Unidos para recibir el premio Letelier-Moffitt de derechos humanos otorgado por el Institute for Policy Studies, en reconocimiento al movimiento estudiantil chileno en su conjunto. Vale resaltar el simbolismo de este premio para quienes luchan por los derechos civiles en general y para los chilenos en particular: fue instaurado en homenaje a Orlando Letelier, economista chileno y diplomático durante la presidencia de Salvador Allende, asesinado en Washington por agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional de Chile por órdenes del Gobierno militar de Augusto Pinochet en 1976.

En formato de panel, Camila Vallejo y Noam Titelman junto con Felipe Barrera-Osorio, economista y profesor asistente de HGSE, respondieron preguntas relacionadas a tres temas de alta importancia para el incipiente activismo social e involucramiento juvenil que se está viviendo actualmente en República Dominicana: i) el rol del Estado en una economía de mercado, en particular en la educación; ii) los retos que enfrentan los esfuerzos de movilización civil masiva, y iii) los mecanismos generadores de cambio en un sistema democrático.

¿Por qué el Estado debe "intervenir" en la educación? Se categoriza a la educación como un bien de mercado. Cuando se intenta aumentar la competencia en el mercado educativo o cuando el Estado subsidia los préstamos estudiantiles, como en el caso chileno, se asume tras bastidores que el "mercado" se autorregulará. Esto hace alusión a la famosa "mano invisible" del filósofo escocés Adam Smith, que en este caso llevaría a que los consumidores elijan la educación de mayor calidad y menor precio a su alcance mientras los oferentes compiten por entregar educación de calidad a bajos precios. El problema con esto lo explica muy bien esta frase de Einstein: "En teoría, la práctica y la teoría son iguales. En la práctica, no lo son." Para que la educación funcione como un mercado en el sentido económico, se asumen una serie de condiciones -de las cuales mencionaré solo algunas- que en la práctica distan grandemente de cumplirse: producto homogéneo, información perfecta (los consumidores saben la calidad del producto que consumen), competencia perfecta (dada por la inexistencia de barreras a la entrada para los oferentes y ningún costo asociado a la salida), etc.

Lo primero que hay que precisar es algo que se tiende a olvidar o a subestimar: La educación no es un bien como otros. No se puede comparar con el ejemplo del panadero que hace pan solo por el beneficio que le traerá su venta. No solo los que reciben educación se benefician de ella, la sociedad en general gana con una educación de calidad para todos y las naciones crecen impulsadas por las ideas de sus ciudadanos.

La educación cumple otro rol importante en la socialización y fortalecimiento del tejido social. Noam Titelman expuso que si la educación no crea los espacios donde los estudiantes puedan rodearse de una variedad de personas representativa del cuerpo social, donde se vea reflejada la sociedad en sí misma, en qué otro lugar se encontrará ese espacio de intercambio orgánico de experiencias, de reflexión común, de ideas sobre el colectivo. Si nunca nos topamos con la realidad, ¿cómo seremos sensibles a ella? De conocerla, no pretenderíamos luchar por todos mientras reproducimos nuestra propia "burbuja social y económica", seríamos otra clase de ciudadanos y mejores seres humanos. Por esto el Estado debe jugar un rol importante de promover educación de calidad, el valor social de la misma supera con creces el valor privado y de ella deben nacer los espacios de intercambio que refuerzan a la democracia.

El segundo punto nace del descontento ciudadano con la política pública, como por ejemplo la falta de reforma efectiva de nuestro sistema educativo. Cuando no se cumple lo que la mayoría reclama, la sociedad se articula para manifestar su desacuerdo. Lo que aprendí de Vallejo y Titelman se deriva de una comparación entre el movimiento estudiantil chileno y aquel de Ocupar Wall Street en Estados Unidos: protestar no es un fin en sí mismo. Para lograr un respaldo amplio y mantener el apoyo masivo, es vital mantener la organización, tener representantes y portar un discurso de calidad como condición fundamental. Sin organización para generar diálogo, no seremos reconocidos por el aparato político. Para constituir una voz fuerte que no pueda ser ignorada, se necesitan líderes que articulen el sentir de la colectividad. Estos líderes no pueden ser autoproclamados o impuestos; debemos elegirlos, dándole representatividad y legitimidad al colectivo. Por último, desarrollar el discurso. Con discurso no me refiero a un papel lleno de cifras y párrafos emotivos. El discurso de un movimiento social debe ser indudablemente informado y estudiado, pero además debe encontrar su principal fuerte en las propuestas que presenta. Porque una propuesta sobre cómo solucionar un problema requiere necesariamente un análisis de las causas que lo generan, articular un discurso en representación de la sociedad que contenga postulados para el cambio que puedan no solo ser tomados en serio, sino garantizar una real posibilidad de incidir como política pública. Todo esto, bajo la válida advertencia del uso inteligente de los recursos de protesta: diez protestas son mejor que cien, en el sentido de que el desgaste de este medio de expresión le hace perder fuerza ante los asimétricos recursos (dinero, tiempo, etc.) del gobierno ante quien se protesta.

Mi punto final viene de una pregunta que le hizo un joven latinoamericano a Titelman y a Vallejo sobre el futuro del movimiento: ¿no están pensando constituirse como una alternativa en las elecciones? Vallejo recalcó que la riqueza del movimiento y el apoyo que ha generado es trasversal, por lo cual articularse políticamente con esa conformación variopinta es difícil. Sin embargo, el predecesor de Titelman, Giorgio Jackson, lanzó un partido político llamado Revolución Democrática, demostrando que existe la posibilidad.

Ya terminado el panel, Vallejo nos comentó que parte de la consolidación del liderazgo del movimiento recayó sobre el aprendizaje sobre el sistema del cual formaban parte. Tuvo que leer y entender muy bien cómo se toman las decisiones, cómo se eligen los representantes y el alcance del mandato de cada uno de los actores políticos. Vallejo dijo que era casi un descubrimiento aprender sobre los mecanismos de elección y de ejercicio democrático en Chile porque uno de los legados de la dictadura había sido que estos contenidos no estuvieran en la educación cívica. Interesante recalcar esto porque en nuestro propio país, República Dominicana, tenemos grandes carencias en el estudio de las ciencias sociales, fundamentalmente para el período post-Trujillo. ¿Casualidad? Imposible.

Es mi convicción profunda que los dominicanos y dominicanas tenemos mucho que aprender de la experiencia del movimiento estudiantil chileno. Sea por la reforma fiscal que se aprobó frente a una oposición popular o por el deficiente estado de nuestra educación pública, es un derecho y un deber mostrar nuestro descontento y desacuerdo y protestar de forma inteligente. Organización, representación y generación de un discurso contundente serán claves para el éxito. Solo juventud con brío y conocimientos, con creatividad y determinación será capaz de detectar las vías para generar los cambios estructurales que requiere nuestra intolerable e impostergable realidad vigente.