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La perspectiva económica del filósofo Vitriólico

-Óigame, maestro y filósofo Vitriólico, ¿el déficit fiscal del 2012 va a ser tan grande?

-Será un poco menor. En septiembre y octubre el gobierno gastó menos de lo que ingresó, y acumuló un pequeño superávit. La administración empezó a usar el librito del Doctor.

-¿Qué doctor?

-El maestro del manejo presupuestario: Balaguer. Tenía cosas buenas, como la disciplina en el gasto. Tenía otras malas, pero no viene al caso.

-Entonces el panorama no es tan oscuro.

-¡Qué va! Dependerá de las decisiones que se tomen.

-Usted siempre juega al viceversa.

-Hay quienes exageran los problemas para justificar el gasto a mano suelta. En cambio, hay otros que administran con rigor lo que es de todos, y alientan el optimismo.

-Filósofo Vitriólico, no se engurruñe y describa cómo ve la perspectiva para el 2013.

-Hay opciones. Una es desenrollar la soga del carrete que dejó armado el FMI y resistirse a ejecutar un programa riguroso de ajuste, con la intención de financiar el déficit con la colocación de más bonos soberanos en el mercado de capitales, incrementando la deuda pública. Al final puede que halen la soga, el anzuelo se clave en la garganta, la incertidumbre gane terreno, y se produzca fuga de capitales.

-Y, ¿cuál es la otra?

-Arroparse con la sabana que se tiene, hasta que se pueda comprar una más grande y confortable, y ampararse en el paraguas del stand by, a sabiendas de que tendrá que haber déficit bajo y contención de la deuda pública.

-Bueno, sepa usted que algunos solo están viendo un horizonte teñido del color de las hormiga. ¿Sugiere usted algo para mejorarlo?

-Convendría que las autoridades se enfocaran en cinco aspectos básicos, además de la educación y salud.

-¿Ah, sí?, entonces desembuche.

-Uno: aprobar un presupuesto con déficit menor al 2% del PIB para sujetar la deuda pública y encaminarse al déficit cero en años posteriores. Dos: reformar desde ya el sector eléctrico, incluyendo ajuste de tarifas, eliminación del fraude, inversión en distribución, licitación de plantas, renegociación de contratos, y redistribuir los US$1,200 millones que se botan en transferencias y subsidios. Tres: poner la deuda cuasi fiscal a cargo del gobierno para liberar al Banco Central de sus pasivos en forma de títulos en circulación. Cuatro: flexibilizar el mercado de trabajo para reducir las cargas laborales y ampliar la cobertura de la seguridad social. Y, cinco: desguañangar las claques que monopolizan el transporte de carga y de pasajeros.

-Y, ¿eso serviría de algo?

-Crearía el escenario del pacto fiscal con miras a alcanzar una economía competitiva. Ayudaría a reparar los puentes debilitados y casi inservibles que vinculan al gobierno con los agentes económicos y sociales. Y facilitaría empezar a negociar, a principios de año, un acuerdo stand by con el FMI, para atar la confianza a la pata del gobierno.

-Y, ¿Qué ventajas concretas se derivarían?

-Tener finanzas públicas saneadas que restauren la credibilidad; reducir la vulnerabilidad externa; tener un organismo monetario preparado para impulsar el crecimiento económico, con políticas flexibles; y generar expectativas positivas, como resultado de una economía liberada de trabas.

-Y, ¿el FMI estaría de acuerdo?

-La diferencia podría estar en la forma de reducir la vulnerabilidad externa. Debería ser mediante la acumulación de reservas internacionales aportadas por el aparato productivo y por inversión extranjera ligada a sectores expuestos a la competencia, para que haya tasas de interés bajas y estables. A mayor disciplina fiscal, más espacio habría para políticas de estímulo monetario.

-Pero, ¿se atreverán a hacerlo?

-Si lo hicieran darían un paso fundamental para cambiar el destino de esta nación que naufraga inmersa en la pobreza económica e institucional.

-¡Ay! ¡Atreverse a hacer lo que otros ni siquiera se atrevieron a pensar! Qué iluso, maestro Vitriólico. Ya verá cómo algunos se enriquecen ayudando a colocar más bonos soberanos para financiar un déficit más alto, aunque usted termine rumiando desesperanzas.

-Te equivocas. Soy inmune al desánimo y siempre aliento la esperanza. Algún día todo cambiará.