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Recusación alegre

Recusar a un juez es uno de los actos más difíciles del ejercicio de la profesión de abogado, porque el que recusa en realidad está acusando al juez de carecer del más importante de sus atributos: su imparcialidad.

Y aquí se recusa alegremente. Lo hacen abogados en ejercicio privado de su profesión y defensores públicos. Lo hacen para preservar derechos de sus clientes y también como táctica dilatoria.

El más grave de los casos, sin embargo, es cuando lo hacen, sin razón jurídica alguna, totalmente fuera del contexto de lo que se está juzgando, para avanzar causas políticas que buscan destruir a las instituciones del sistema.

Y el colmo es cuando recusan a un juez de la Suprema Corte de Justicia o de una de las denominadas Altas Cortes, como si fuera un deporte, o el grave hecho no tuviese consecuencias.

En este país que se ha perdido todo freno moral, lo único que puede salvarnos es que las instituciones sobrevivan los ataques de esos asesinos de reputaciones con agenda política. Esto no puede seguir así.