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Por los fueros de la verdad

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Por los fueros de la verdad

Eric Hobsbawm, el erudito e influyente historiador marxista británico recientemente fallecido, nos habla en su monumental obra La Historia del Siglo XX acerca de que la destrucción del pasado es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX, afirmando, además, que al borrase el pasado, los jóvenes, hombres y mujeres, de final del referido siglo crecieron en una suerte de presente permanente.

Al ver la pérdida de valores, así como las chocantes acciones y actitudes que caracterizan a la sociedad actual, hemos de convenir en que, al llegarse a este punto de inflexión en la conducta de los pueblos, se inicia un proceso de distorsión de la historia en el que no solo se retuercen los hechos, sino que se llega al extremo de que ciertas elites nacionales fabrican e inventan sus leyendas y sus tradiciones, para justificar su importancia en el contexto del desarrollo de su estado nación. Este último fenómeno, por cierto, ha sido ampliamente estudiado por el mismo Hobsbawm en su obra La Invención de la Tradición.

Traemos a colación estas afirmaciones para referirnos a la reciente declaratoria por medio de una ley de dudoso mensaje, como muy bien señalara el licenciado Adriano Miguel Tejada en el editorial del Diario Libre del pasado día 14 del presente mes, del día 12 de enero como "día de la resistencia heroica", para señalar la fecha en que cayeron en combate contra las fuerzas del orden cuatro jóvenes con probadas ideas revolucionarias.

Numerosos escritos se han producido para recordar ese hecho. En todos subyace la infamia de que esos jóvenes perecieron perseguidos por sus ideas. Una falacia más, de las que usualmente se utilizan en contra del doctor Balaguer y de los gobiernos constitucionales que presidió. Los jóvenes que ese día, en franca rebelión contra el ordenamiento legal establecido, sucumbieron enfrentando a los miembros de las fuerzas armadas encargadas de velar por la preservación de la paz y del orden público en nuestro país, no eran perseguidos por sus ideas, sino por sus actuaciones.

En un revelador artículo de opinión publicado en el citado Diario Libre el 12 de enero del presente año, el señor Oviedo Landestoy, actor de primera línea, testifica que "Amaury Germán Aristy (Gerardo Sánchez), miembro del Buró Político del Comité Central del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, fue elegido vicepresidente de la primera conferencia de solidaridad de los pueblos de América Latina (OLAS), celebrada del 31 de julio al 8 de agosto del 1967, en la Habana, Cuba". Continua diciendo que: "para esa fecha, se encontraba ya en territorio cubano el grueso del equipo de dirigentes y militantes catorcistas (sic) enviados a recibir entrenamiento militar". Más adelante agrega: "Entre junio y julio del 1967, el equipo de dirigentes y militantes del 1J4, encabezado por Homero Hernández Vargas, salió hacia la República Popular China a entrenarse militarmente con el objetivo de a su regreso al país, conjuntamente con el equipo enviado a Cuba, constituir la fuerza estratégica guerrillera, responsable del relanzamiento de la lucha armada, en las zonas de Ocoa, Padre las Casas y Bonao".

Como se podrá apreciar por el testimonio que acabamos de citar, estos jóvenes no llegaron a debatir sus ideas ni a promover las mismas, como es usual en los sistemas democráticos, mediante una organización política que participe en los certámenes electorales con un programa de gobierno basado en esos principios que sustentan, sino que "recibieron entrenamiento militar y venían a constituirse en fuerza guerrillera, responsable del relanzamiento de la lucha armada". Sencillamente, para que todos podamos entender, auspiciaban una insurrección sediciosa contra el gobierno constitucional y el orden legítimamente constituidos.

Esas personas, repetimos, arribaron para quebrantar el estado de derecho y para subvertir el orden. Ante esa situación el gobierno, consciente de su obligación de garantizar ese mismo estado de derecho y de su ineludible deber de mantener y preservar el orden y la paz pública utilizó, en consecuencia, los mecanismos de defensa del Estado para asegurar la tranquilidad de sus ciudadanos.

No fueron perseguidos por sus ideas sino por sus acciones, pues para lograr su propósito, repetimos, la insurrección armada contra el orden legítimamente establecido, asaltaron bancos, como el Royal Bank of Canada, secuestraron empresarios, asesinaron a miembros de las fuerzas armadas y a numerosos civiles para despojarles de sus armas, profanaron iglesias, incendiaron tiendas y retuvieron aviones. Todos esos hechos, penados por la ley, riñen con las normas más elementales de la convivencia en una sociedad democrática, por lo que era inevitable su confrontación con las fuerzas encargadas de velar por el orden público. Cayeron en enfrentamientos con las mismas, estas últimas actuando amparadas por la constitución y las leyes de la República. Queda, entonces, claramente establecido que murieron por sus actuaciones fuera de la ley y no por sus ideas.

Así las cosas, con esa declaratoria de "día de la resistencia heroica" se pudiera inferir que lo que se ha establecido es que, de ahora en adelante, la rebelión sediciosa contra el orden legítimamente establecido en el sistema democrático con las armas no constituye violación alguna a las normas legales que rigen la sociedad, en una especie de "glorificación de la violencia", y esa acción sería tipificada, reconocida y aceptada como "resistencia heroica".

Para finalizar estas precisiones, coincidimos con el editorial anteriormente citado de Diario Libre "de que nuestra sociedad tiene que enterrar las armas y lo que representan". A esta frase nosotros le agregaríamos que con ellas se entierren las pasiones, los odios, las mediocridades y los resentimientos que parecen todavía signar a una parte de nuestra sociedad.