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Conversación póstuma con Harold Priego

-Oye Harold, ¿sabes?, estoy muy enfadado contigo, como muchísimas otras personas lo están en todo el país.

-¿Y eso por qué? ¿Qué les he hecho?

-Pues ¡casi nada! Haberte ido así, tan rápido, tan inesperadamente, sin siquiera despedirnos, sin darnos aquel abrazo de hermanos, como lo hacíamos cada vez que nos veíamos.

-Ya sabes, no me fui, sino que me mandaron a buscar y cuando los de arriba mandan... ¡ni modo! Pero me voy contento, porque lo hice el mismo día que conmemoraban al gran Juan Pablo Duarte.

-Tú siempre sacándole punta a todo. Pero eso es verdad, estamos sujetos a esa última llamada para abordar la eternidad, aunque tu viaje ha sido muy a destiempo... demasiado.

-Parece que ese era mi destino, pero puedo decirte que no me arrepiento; he vivido cada minuto de mi existencia con una enorme intensidad, eso dan más de diez vidas largas en una sola por corta que sea, y en definitiva es lo que al final cuenta.

-Harold, nos cambiaste de golpe las risas por lágrimas, el buen humor por una pena muy profunda, de esas que no desaparecen en toda una vida…

-No quiero que nadie se sienta triste, me gustaría que cuando me recuerden, lo hagan con una sonrisa tan amplia y pícara como la mía, que sigan riéndose conmigo, aunque ya no esté con ustedes.

-Y ahora, ¿qué haremos sin ti?, ¿cómo nos las vamos a arreglar sin Boquechivo, sin Diógenes, sin Yuleidis ni Turpen, y sin tantos otros personajes geniales e inimitables que tú creaste…?

-Mis personajes seguirán acompañándolos por mucho tiempo. Ellos son hijos del pueblo dominicano y permanecerán en este país por muchos años.

-Pero abrir el periódico ya no será lo mismo. ¿Quién nos ofrecerá esos desayunos de optimismo de buen humor para comenzar la dura jornada?

-Ahora les toca a ustedes llenar el tazón de corn flakes con fuerza y ánimos positivos, y dar la batalla diaria, para que nuestro mundo sea mejor, ése ha sido siempre mi mejor deseo.

-¿Harold, te acuerdas cuando estuvimos, medio acomplejados, en aquel congreso de publicidad en Nueva York como representantes de nuestro pequeñito país y presentamos aquella idea, hecha al vapor, para el lanzamiento del primer cigarrillo light, con unos caballos blancos que tú dibujaste galopando en el espacio y que dejaron con la boca abierta a docenas de profesionales de todos los países de América ¡cómo aplaudieron! ¡Qué gráfica tan genial hiciste! ¡Lo calificaron como el mejor trabajo del evento!

-Eso fue hace más de treinta años, pero siempre lo recuerdo con mucho cariño, dejamos la creatividad del país en lo más alto de la bandera.

-Harold ¿qué planes tienes para esta nueva etapa?

-Pues si me dejan, seguiré en lo mismo, en el cielo necesitan caricaturistas que les hagan reír, ¿sabes? Allí son muy buenos, pero creo que les hacen falta unas dosis de humor: les crearé a Ángelchivo, Sampedrito, y otros muchos personajes. En vez de alas, les pondré turbinas, ¡tienen que actualizarse! Nos lo vamos a pasar muy divertido. Además les pintaré el Cielo de colores más vivos, siempre sale con un blanco algodón tan pálido que agobia …

-Veo que sigues con el ánimo de siempre, y eso me da un gran consuelo. Harold, recibe el gran abrazo que no pude darte en tus últimos momentos, y me despido de ti hasta que nos veamos allá arriba.