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Calidad ética y legitimidad de los partidos políticos

No están equivocados aquellos que consideran que la calidad de la política y de las políticas públicas depende de la existencia de buenos partidos políticos. La consideración se extiende a otros temas más abarcadores que vinculan la confianza en los partidos políticos con un mayor apoyo a la democracia, y la desconfianza con un menor compromiso con la democracia. Se hace necesario, entonces, preguntarse que es un "buen partido político". En el caso dominicano, más allá del cumplimiento de las exigencias previstas en el Art. 216 de la Constitución y en los Artículos del 41 al 46 de la Ley Electoral 275-92, que establecen su naturaleza, funciones y requisitos, un "buen partido político" será aquel que "hace bien" lo que por su naturaleza le toca hacer de cara al presente y al futuro.

Al decir de Sartori (2005), los partidos políticos son conductos de expresión, pertenecen, en primer lugar y por encima de todo, a los medios de representación, es decir, son un instrumento para representar al pueblo al expresar sus exigencias. En tanto instrumentos expresivos, transmiten unas exigencias respaldadas por una presión, es decir, respaldan con su propio peso las exigencias a las que se sienten obligados a responder. Esto se aleja mucho de la pasividad política que adoptan los partidos políticos dominicanos, que parecen estar viviendo un proceso de hibernación mientras el pueblo sufre indefenso los embates de un gobierno que parece ignorar sus sufrimientos y sus necesidades.

La incapacidad o falta de voluntad de los partidos políticos para asimilar y convertir en acciones efectivas la necesidad de cambio, así como la falta de capacidad de respuesta para atender las demandas sociales, bien puede interpretarse como una merma de sus compromisos éticos y una falta de responsabilidad en el cumplimiento de sus funciones sociales y políticas. Esta falta de capacidad de cambio se pone de manifiesto en la medida que han ido apareciendo nuevas problemáticas de interés social, económico y cultural , frente a las cuales los partidos políticos se muestran incompetentes, tales como la globalización y el debilitamiento de los estados nacionales, la bioética, la conservación del medio ambiente, las nuevas relaciones internacionales, los problemas migratorios, el hambre creciente, el combate a la corrupción, la igualdad de género, la violencia, los nuevos derechos, la ciencia y la tecnología, la ética política y otros. Desafíos que los partidos políticos suelen enfrentar con respuestas obsoletas, triviales o inexistentes, poniendo en evidencia que el mundo de lo político está cada vez más escaso de conocimientos.

Los partidos políticos deben tener propuestas éticas bien definidas y actuar en el marco de una jerarquía de valores defendida y asumida públicamente. Tal como señala Vargas-Machuca, 1998), "El crédito y la legitimación de los partidos políticos sólo se incrementarán si ésos logran transformarse en entidades estructuradas para responder y rendir cuentas de sus iniciativas a sus afiliados, seguidores y votantes en general". Los partidos deben exhibir una "calidad política" y una "calidad ética", en esto descansa principalmente su legitimidad orgánica y moral.

Por tanto, un partido sin "legitimidad moral" no puede ser un partido democrático. Carente de la misma tan sólo podrá enfocarse en un triunfalismo elitista y mercurial, en cometer desmanes para conseguir el poder por el poder y para el beneficio de sus seguidores o perpetuarse en él mediante métodos éticamente condenables, tales como la manipulación, el uso de la fuerza, la "compra de conciencias", la capitalización de la indigencia, la política de los buenos sentimientos, el asistencialismo electoral, los favores políticos a benefactores y contribuyentes a la campaña, el nepotismo, la corrupción, la demagogia y el aprovechamiento de la ignorancia de los votantes. Caracterización ésta que retrata descarnadamente el protagonismo de los partidos del escenario político dominicano actual.

La falta de legitimidad moral en los partidos políticos dominicanos está despertando sentimientos antipartidistas. Así, para vencer el descontento y el rechazo, éstos deberán apelar a un comportamiento ético que les permita asumir un mayor compromiso con los nuevos retos y desafíos sociales, renovarse y actualizarse, remediar sus déficit y reformar y actualizar sus procesos organizativos y la toma de decisiones para ejercer una mayor influencia política que fortalezca la democracia dominicana. Solamente la vinculación de los partidos políticos con la ética podrá producir partidos sanos y legítimos, así como una democracia sana y legítima. Un partido legítimo es aquel que dentro de un marco ético logra cohesión, estabilidad, poder y capacidad de liderazgo. ¡Nuestro país se merece tener partidos moralmente legítimos!