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El vuelo del halcón

Cristopher Boyce era muy joven aún cuando decidió dar el primer paso que lo llevaría a una vida de incertidumbres, que incluyó una condena de 40 años de prisión y el título de traidor, que no solo le marcaría a él para toda la vida, sino a su amigo Andrew Daulton Lee y a los familiares de ambos.

Ocurrió en plena Guerra Fría. Boyce estaba conmocionado, como muchos ciudadanos norteamericanos y del mundo, por el obstinado involucramiento de los Estados Unidos en la guerra contra Vietnam. El joven era empleado de la compañía TRW (una de las más importantes proveedoras de misiles, cohetes y satélites espaciales para la NASA para la época), desde donde tuvo acceso a una serie de cables secretos de la Central de Inteligencia Americana (CIA), a mediados de los años setenta.

El calvario de Boyce y su amigo Lee comenzó en 1975 y, diez años después, la historia llegó a Hollywood, que el director John Schlesinger convirtió en película con el título de este artículo: El vuelo del halcón. El nombre original en inglés es "The Falcon and the Snowman".

Seminarista e hijo de un importante rango que trabajaba para el Departamento de Estado, a Boyce, de 21 años entonces, se le cruzaron los cables cuando,- al igual que a Edward Snowden-, decidió poner en manos de la KGB rusa las informaciones relativas a las barbaridades que planeaba la CIA para sacar del poder a Gough Whitman, el entonces primer ministro de Australia, que amagaba con sacar las tropas australianas de Vietnam y retirar las bases militares estadounidenses de su país. En aquellos tiempos decir eso, era una mala palabra.

Bombardeado su juvenil cerebro con tantas informaciones de tan alto calibre, incluida la maniobra de la CIA para destutanar al Premier australiano, Boyce involucró a su amigo Lee, vinculado al consumo enfermizo de sustancias prohibidas, en el objetivo de poner al corriente a los rusos de los planes contra uno de los principales aliados de EE.UU.: Australia. Todo por una paga. (Los rusos anunciaron esta semana que volverán a las máquinas de escribir en vez de usar computadoras para sus informes de inteligencia). Así están las cosas.

En el film, el actor Timothy Hutton, hace el papel del joven norteamericano Cristopher Boyce, mientras el actor Sean Penn desempeña el de Andrew Daulton Lee. Considerada por el público como una película para el entretenimiento, la trama es verídica y revela cómo los servicios de espionaje de los Estados Unidos, desde siempre, han metido sus narices en los asuntos más puntillosos de enemigos y aliados.

Esa realidad lleva a Boyce a la adopción de una actitud contra su país, por lo que fue contactado para pasar esas informaciones secretas a la KGB rusa, sin calcular las consecuencias de esa decisión. La película narra las peripecias que tuvieron que pasar los dos jóvenes. Su amigo, primero, fue arrestado en México frente a la embajada soviética, aunque su detención por parte de la policía mexicana fue por sospecha de haber matado a un Policía. Es en el interrogatorio, donde admite ser un espía soviético e involucra a Boyce, el amigo que trabajaba para la TRW, la empresa más importante que suplía a los norteamericanos de alta tecnología espacial.

Después de casi dos años eludiendo a los federales, Boyce fue apresado el 16 de enero de 1977 en una cabaña alquilada en Riverside, California, de donde era oriundo. Dos años después de estar preso en San Diego, el joven fue llevado a una penitenciaría federal de Lompoc, de donde se escapó al año siguiente. Las autoridades federales siguieron las huellas que Boyce dejaba en su vida de fugitivo durante la cual robó en 17 bancos.

Bajo el alegato de que vendía los secretos a la KGB para fomentar la paz entre la Unión Soviética y Estados Unidos, Boyce reconoce hoy el infierno en el que se metió y aconseja a su compatriota Snowden actuar con inteligencia, de manera que no pase por el calvario parecido al suyo. Cuando en Estados Unidos se habla de traición, se recuerda a Cristopher Boyce, que escribe un libro para contar su amarga experiencia. Luego de ser liberado en el año 2002 tras haber cumplido la mitad de la pena de 40 años, Boyce ha dado múltiples entrevistas a medios estadounidenses, en las que confiesa su error, por lo que no desea que Snowden viva esa experiencia.

Los Estados tienen sus organismos de inteligencia y sus secretos, de manera que mal procedería uno de ellos permitiendo que sus ciudadanos los vulneren. ¿Qué la interdicción del avión Presidencial de Evo Morales se ha considerado un acto grosero y abusivo?, eso es harina de otro costal. Es verdad, pero el caso Snowden ya ha sido politizado.

No importa que a Edward Snowden, el otro Halcón, le conceda asilo el propio Vaticano, que no es el caso, un derecho soberano que le asiste a los Estados, pero las acciones de Snowden no dejan de ser irresponsables, antiéticas y violadoras de los principios deontológicos, como escribí en un artículo anterior, por lo que Estados Unidos está obligado a impedir el vuelo del halcón.