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El país que Danilo ha descubierto

Durante muchos años viajamos por el país en compañía de testigos de excepción, permaneciendo a veces varios días en distintas regiones, durmiendo en los pequeños hoteles de los pueblos y observando un país que poco a poco iba cambiando y evolucionando.

En un libro que pronto verá la luz titulado "El Cotuí de mi entonces", de la autoría de los doctores Nemesio y Héctor Mateo Martínez, podremos leer que ellos dos, que nacieron en aquella Mejorada Villa a principios de la década del veinte del siglo pasado, señalan que esa comunidad, una de las más viejas de nuestro país, y en consecuencia, de América, desde que ellos recordaban hasta los años cuarenta, llegando casi a los cincuenta "los límites de la población fueron los mismos".

Los diferentes censos de población, y luego los generales, a partir del cincuenta y cinco, que se hizo el primero, en el cual participamos como directivos de empadronamiento en Pimentel, y de ahí hasta los años finales de la dictadura y comienzos de los andares torpes de la democracia; mis estadías como funcionario al final del trujillato en Villa Altagracia y Mao, y mis conocimientos de niño y adolescente en Padre las Casas, Altamira, Santiago, San Francisco de Macorís, y sobre todo en Campeche Arriba y Pimentel, amén de mis viajes constantes a Santiago y Santo Domingo mientras ejercía como abogado, me permiten hablar del país de entonces y de ahora con un mínimo de conocimiento directo.

Ese país que los políticos profesionales pensaban que solo podía aumentar el clientelismo creando más "vagos" elevando la categoría de caseríos dispersos a nomenclaturas urbanas para "crear empleos" y no con la misión de realizar una de las divisas supuestas de lo que éramos: "un país eminentemente agrícola" fueron conformando, junto a las emigraciones masivas de campesinos hacia las periferias de las ciudades acrecentando el cinturón de miseria a veces en busca de "luz" y garantizar el futuro de los hijos o simplemente para disfrutar de los beneficios de la tecnología: luz eléctrica, agua en tubería, acceso a la televisión y al cine, y sobre todo a las universidades, se transformaron a partir de la Guerra de Abril en una estampida hacia los Estados Unidos primero en una invasión callada donde emigró lo peor, hasta una globalización hacia cualquier lugar, incluso hacia Haití.

Ese país fue despertado con la corneta revolucionaria de Juan Bosch contra los terratenientes y los tutumpotes, pero la divisa de "tierra para los campesinos" borró la existencia de los agricultores y los mismos que estaban listos para emigrar, los mismos "vagos" que engrosaban las filas de inconformes en la política partidista, vociferaron, aprendieron consignas y a ellos les dieron las tierras, nunca las recibieron los verdaderos mártires del campo, salvo excepciones tan notables, que ahora mismo casi la totalidad de esas tierras están siendo laboradas por verdaderos agricultores o empresarios agrícolas, porque hemos olvidado que la agricultura es antes que nada una empresa y devolver las parcelas a quienes las vendieron para marcharse o para vivir su vida de ocio, no hará que resolvamos los problemas de producción para que tengamos lo suficiente para nosotros y para exportar, que debe ser la divisa nacional.

Gobiernos vinieron y gobiernos se fueron y mientras el país se inflaba de "progreso" que no negamos, de mejores carreteras y caminos, de mejores edificios en zonas rurales y semi urbanas y en las ciudades, hasta en los barrios más pobres, hechos que se pueden constatar en cualquier rincón de la República que conocimos en realidad, pero que no la han visto los miopes políticos de siempre que dicen que no hemos cambiado ni progresado.

Primero, como siempre, fueron algunos visionarios como aquel socialcristiano olvidado por muchos llamado Alfonso Moreno Martínez, que con sus manos modificó la artesanía nacional en la producción de helados de frutas criollas y comenzó aquel proyecto que debió servir de base para un boom campesino que sus hijos han continuado, y luego inculcaron en muchos lugares como en el Plan Sierra con don Arsenio Ureña al frente, en la producción de la macadamia y en la de abonos orgánicos en los cacaotales del Nordeste. Sin embargo, a pesar de todo, ese país no había sido descubierto por los gobernantes nacionales.

Lo que Danilo Medina hizo en un año es mostrarnos semanalmente que existe otro país que desconocíamos. Un país que desmiente clisés como que somos haraganes. No niego que cuando viajo por los caminos y carreteras rurales frente a los billares o en otros sitios hay una cantidad de vagos reales, no de novela, y esos son los que conforman las plataformas políticas y son "capaces de todo", de irse fuera y convertirse en delincuentes, de poblar los barrios con el afán de conseguir de una vez la vida fácil. Y esos tienen prensa y nos deshonran globalmente, de uno y otro sexo.

Pero aquel hombre de la tradición para quien un pelo de su bigote era toda su hombría acumulada, que se levantaba al rallar el primer rayo de luz o el canto del pitirre que es la primer ave que canta en la mañana, aunque existía y era visible solo en su hogar o en su conuco, no tenía prensa, era invisible aunque siguió existiendo: él vivía y mantenía todo un país cuando las montoneras arreaban a los "vagos" y a muchos seguidores de líderes y consignas con el mismo fervor con que seguían a sus santos, ellos producían el milagro de los panes.

Danilo Medina nos ha demostrado que ese hombre, que ese agricultor de verdad, que ese ser humano que no asiste a mítines ni juega billar ni piensa en emigrar porque tiene fe en su tierra y en el lugar donde ha nacido, sobre todo ahora cuando sus hijos pueden estudiar en un sitio cercano y los bienes del "progreso" pueden estar en su casa campestre en una vivienda cómoda y con acceso a telecable, teléfono y a la computadora; y con ese paciente peregrinaje agreste y a veces puramente rural, ha sido encontrado por él y lo ha reunido y le ha dado lo más preciado que un ser humano cualquiera puede tener: le ha alimentado la esperanza de que sí se puede y sí se debe seguir viviendo en cualquier lugar de nuestra geografía y participar de los beneficios de las nuevas tecnologías, ofreciéndole préstamos reales si se organizan y si realmente trabajan.

Y cuando dije hombre, dije también mujer, sin equívocos estúpidos de radicales feministas, en nombre de la auténtica igualdad y no de la propagandística.

De modo que aunque siempre aparecen los que "quieren más", la popularidad general de la que disfruta nuestro presidente que prometió "hacer lo que nunca se hizo" está empezando a dar sus frutos, y los veremos pronto; pero ese país que él ha ido descubriendo como se levanta la binza de la cebolla hasta encontrar el picor aromático del bulbo, es uno que parecía fruto de la imaginación de los ilusos: un país que trabaja, que tiene gentes laboriosas y está dispuesto a lograr sus sueños.

El que no quiera ver nuestros campos sembrados de arroz hasta donde alcanza la vista en las regiones de regadío; que no se asombre y maraville de lo que se puede en las lomas y valles de Constanza y Jarabacoa, o los extensos platanares en todo el Valle del Cibao y en las cuencas del Yaque del Sur o el milagro del fruto en las haldas de las lomas o en donde quiera que puede florecer y crecer el cacao y el café, los frutos como piñas, naranjos, limoneros, s mangos, nísperos, bananos y los invernaderos que están invadiendo todo el territorio poco a poco, está ciego, y eso que vemos se puede y se debe multiplicar, porque eso ha sido la obra de ese hombre criollo que tanto hemos denostado y acusado de vagancia.

De modo que ciertamente, Danilo goza de la popularidad en su primer año como ningún otro mandatario nuestro hasta la fecha, sencillamente porque ha descubierto ese otro país que ignoraban muchos, entre ellos los políticos mismos; un país que tiene gentes que producen y trabajan y a quienes le están inflando las velas de la esperanza para que en vez de avanzar con torpeza esté listo para salir volando hasta encontrar a Gastón Deligne y decirle: ¡Ya ves, nuestro pabellón tricolor está más arriba, y lo estará mucho más!