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Por una política monetaria aburrida

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Por una política monetaria aburrida

A pesar de la rivalidad intelectual que por toda una vida sostuvieron Keynes y Hayek, a principios de los años veinte se produjo una rara coincidencia entre ambos. Trabajando por separado, ambos economistas llegaron a la misma conclusión: la estabilización de precios y la estabilización cambiaria son objetivos conflictivos entre sí. Keynes publicó su trabajo bajo el título de "Tract on Monetary Reform", mientras Hayek lo tituló "Exchange Rate Stabilization or Price Stabilization?". Trataron de refutar la idea de que la estabilización de los precios domésticos implicaba automáticamente la estabilidad de la tasa de cambio, o viceversa.

Con el transcurso del tiempo, el debate se fue haciendo más complejo, sobre todo luego que Keynes publicara su famosa teoría general, obra que es considerada el punto de partida de la Macroeconomía moderna. Fue así como, además de la estabilidad cambiaria y de la estabilidad de precios internos, se incluyó en el debate la pertenencia o no de que la política monetaria asumiera el crecimiento económico y el desempleo como parte de sus objetivos. Es un debate que se mantiene vigente al día de hoy.

Esto se ha reflejado en los mandatos de política que tienen los bancos centrales alrededor del mundo. Por ejemplo, cuatro bancos centrales tan importantes como son la FED de Estados Unidos, el ECB de la Unión Europea, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón, tienen el común denominador de que deben mantener la estabilidad de precios, y no tienen un mandato directo de estabilidad cambiaria, aunque pudieran intervenir, bajo ciertas condiciones, en dicho mercado. Tanto la FED como el Banco de Inglaterra tienen el mandato de la estabilización del producto, mientras que el ECB y el Banco de Japón no lo contemplan entre sus objetivos.

En el caso dominicano, la ley monetaria y financiera le confiere al Banco Central como objetivo exclusivo la estabilidad de precios, y dentro de ese mandato ha adoptado el esquema de meta de inflación, como forma de asegurar que dicha estabilidad no se vea amenazada. No se contempla la estabilidad cambiaria ni la del crecimiento económico. Es en este contexto institucional que deben analizarse las decisiones de política monetaria que el Banco Central ha adoptado en los últimos tres meses.

A finales de mayo pasado se implementaron varias medidas de política económica, tanto en el ámbito fiscal como monetario, con el propósito de estimular la demanda agregada, y mejorar las perspectivas de crecimiento económico. Entre ellas, la liberación de veinte mil millones de pesos del encaje legal y una reducción de la tasa de referencia de política monetaria en 75 puntos básicos. Asimismo se informó de una posición fiscal más expansiva. Obviamente, se trataba de una reacción de política ante el magro desempeño de la economía en los primeros meses del año. Se consideraba que no había riesgos de inflación y que, por lo tanto, se podía implementar una política económica más expansiva. Sin embargo, en el breve lapso de tres meses, y aun cuando los efectos de esas medidas no habían agotado todo su potencial, las autoridades monetarias, de manera sorpresiva (no se anticipaba un cambio de signo en la tasa de política) y sorprendente (por la extraordinaria magnitud del cambio), anunciaron un incremento de 200 puntos básicos en la tasa overnight, es decir, un incremento de casi un 50%, probablemente el más alto en los últimos cinco años. En mayo el objetivo era el crecimiento económico y el desempleo; en agosto, el objetivo era la estabilidad cambiaria. Esto puede ser considerado como una inconsistencia en la política monetaria, lo que podría debilitar la percepción de que la meta de inflación es el objetivo único de la política monetaria.

¿En qué momento estuvieron correctas las autoridades monetarias? ¿En mayo o en agosto? Es nuestra opinión que los errores de mayo hicieron necesarias las decisiones de agosto. La flexibilización de la política económica, entre otros factores, se reflejó en una mayor presión en el mercado cambiario, dado el grado de apertura de la economía dominicana, y las autoridades monetarias no tuvieron otra opción que darle un giro drástico a su política, comprometiendo, de esa manera, las perspectivas de crecimiento económico en el corto y mediano plazo. La magnitud del incremento en la tasa de política pudiera estar indicando que el Banco Central pudiera estar percibiendo serios riesgos en la viabilidad fiscal de lo que resta de año.

Los cambios repentinos en la política monetaria no son convenientes, pues los agentes económicos terminan ajustando sus expectativas para minimizar los efectos negativos de vaivenes de la política, restándole efectividad. Lo ideal es que la política monetaria sea lo más aburrida posible. Pero con mucha frecuencia dicha política baila el ritmo que le marca la partitura fiscal.