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El otro muro

Si algún día se decidiera construir un muro en la frontera... ¿quién se ganaría el contrato? Probablemente se otorgaría grado a grado, aduciendo razones de urgencia, confidencialidad y seguridad nacional...

Así, en son de broma, se desarrollaba una entretenida conversación sobre la situación actual del país. Al final, se hable de lo que se hable, el clientelismo asoma su zarpa. Señal de que la vida diaria de los ciudadanos está constreñida de alguna manera por esta práctica, que ha hecho de la clase política un problema económico y social.

El clientelismo se incrusta en la sociedad de una manera perversa. Convence a los "beneficiados" por los favores de los gobernantes de que esa es la única salida.

¿Trabajo? Yo te lo doy. ¿Contrato? Yo te lo concedo. ¿Ayuda? Soy así de magnánimo.

Y en esta conversación entre el gobernante y el gobernado se va construyendo la corrupción organizada, sólida, estructurada. El clientelismo es la corrupción legalizada.

En el camino a la clase política se suman los empresarios beneficiados, los movimientos sociales y pseudo sindicales, el ciudadano cansado de no encontrar trabajo, los inversionistas extranjeros dispuestos a "compartir", el pobre de solemnidad...

¿Qué pasa cuando no se juzga la corrupción? ¿Qué ocurre cuando las altas cortes protegen a los empresarios y políticos tramposos? ¿Cómo se combate el clientelismo cuando se ha convencido a los ciudadanos de que es una manera de redistribuir la riqueza?

IAizpun@diariolibre.com