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Los decires de Pepe Mujica

José -Pepe- Mujica llegó a la presidencia de su país, la República Oriental del Uruguay, a los setenta y cinco años, en plena madurez política y personal. Su imagen de hombre sencillo y bonachón, desentendido de las formalidades del poder y con un hablar directo y coloquial, ha generado una gran fascinación en los lugares más diversos y remotos del mundo.

Su vida es un ejemplo de trabajo y perseverancia. Militante de izquierda desde muy joven y fundador del Movimiento de Liberación Nacional (los Tupamaros), Mujica sufrió los rigores de la cárcel por alrededor de catorce años, y emergió a mediados de los años ochenta luego del fin del régimen militar para construir una opción política progresista con capacidad de competir en el terreno electoral de la democracia. Y así lo hizo. Su paciencia, su visión estratégica y sus habilidades políticas le permitieron, luego de años y años de lucha, llegar a la presidencia de su país, si bien a una edad avanzada, lleno de energía, ideas frescas y voluntad de cambio.

Sus discursos se han hecho famosos en las redes sociales. La gente espera los eventos internacionales donde el presidente Mujica hablará, para extraer frases y mensajes de sus alocuciones, que luego circulan y se convierten en temas de discusión en los más diversos grupos sociales. Su capacidad para sorprender con sus palabras es ilimitada, pues siempre tiene algo que provoca, cuestiona o hace pensar, pero con gracia y humor.

Una de sus frases ha sido particularmente llamativa para este articulista. En su reciente viaje a Washington, tras salir de una reunión en la Casa Blanca con el presidente Barack Obama, una periodista le preguntó lo siguiente: ¿Qué explica que usted, siendo un presidente de izquierda, sea tan querido en Washington, lo contrario a lo que ocurre con los demás presidentes igualmente de izquierda? Su respuesta fue la siguiente: "No soy estridente, no abdico de mis ideas, pero tampoco ando fregándole la cara a nadie". Palabras bien sencillas, ciertamente, pero llenas de sabiduría y agudeza política.

¿Qué lecciones pueden desprenderse de esta frase dicha con espontaneidad y soltura ante una pregunta inesperada? Mujica deja claro que no comparte el estilo grandilocuente y tremendista propio de muchos gobernantes y líderes de izquierda (y también de derecha, por supuesto). Podría decirse que va aún más allá, que su enfoque político constituye un cuestionamiento directo al estilo de tierra arrasada que ha predominado en ciertos discursos revolucionarios, que también, dicho sea de paso, es asumido, pero con contenido ideológico distinto, por ciertos discursos de derecha. Mujica apuesta más bien al tono moderado, la persuasión y el razonamiento, en lugar de la barricada, la exaltación irracional y la manipulación emotiva de las masas.

Otro aspecto que resalta en su discurso es la firmeza de convicciones, por eso dice que no abdica de sus ideas, lo que quiere decir que su accionar político está guiado por valores y principios, y no sólo por un simple cálculo de conveniencia momentánea. La credibilidad de este planteamiento se sustenta en la fortaleza de su carácter, el cual ha sido forjado en su dilatada carrera política en la que ha tenido que vencer grandes obstáculos y someterse a grandes sacrificios y privaciones.

Pero Mujica también dice que no anda "fregándole la cara a nadie", lo que significa una crítica al moralismo y al discurso de lo políticamente correcto tan predominante en ciertos sectores progresistas. Es el reconocimiento de que en la sociedad hay diferentes ideologías, pareceres y puntos de vista, y que él no se atribuye la arrogante posición de decirle a los demás lo que está bien o está mal o lo que deben pensar. Tal vez por eso Mujica es tan querido por sectores tan variados de su sociedad, pues si bien tiene sus fuertes convicciones, él no constituye una amenaza a quienes tienen opiniones distintas.

Aunque el presidente Mujica viene de la izquierda, y en un determinado período bastante largo de la historia uruguaya ejerció una militancia de izquierda radical, su temperamento moderado y su enfoque incremental de la política hacen pensar que él fue más bien un discípulo del liberal Alexis de Tocqueville que del revolucionario Carlos Marx. Seguro que él no aceptaría esta ubicación ideológica, pues de hacerlo perdería su identidad histórica, pero su accionar político en la última etapa de su vida, primero como senador, y luego como Presidente, lleva inevitablemente a esta conclusión.

Independientemente de donde se le ubique en el espectro ideológico, lo importante es que Mujica es un Presidente que, desde la madurez y la perspectiva que da su larga trayectoria política, tiene la virtud de inspirar con su ejemplo y su palabra. Y esta última en particular - los decires de Pepe Mujica, para llamarlo de alguna manera - ha cautivado a una legión creciente de seguidores, tanto dentro como fuera de su país, que está pendiente de sus discursos y comentarios para aprender de lo que dice este gran estadista y extraordinario ser humano.