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Hechos económicos y falacias

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Hechos económicos y falacias

¿Las falacias no son simplemente ideas locas. Ellas son usualmente plausibles y lógicas -pero con algo ignorado. Su plausibilidad les gana apoyo político. Solamente después que el apoyo político es lo suficientemente fuerte hace posible que ideas falaces se conviertan en políticas gubernamentales, y los programas son los factores ignorados que provocan "consecuencias no intencionadas", una frase a menudo escuchada en el despertar de políticas económicas o sociales desastrosas.? Thomas Sowell, 2011

Thomas Sowell es un académico de la Universidad de Stanford, California. Tiene una vasta producción intelectual, y a pesar de sus orígenes afroamericanos ha sido un crítico de las políticas de discriminación que obligan a un trato preferencial incluso a su propio grupo étnico. Se trata, pues, de un economista con gran fuerza moral para defender sus criterios sobre la base de una argumentación lógica sin apelar a justificaciones emotivas. Su libro Economic facts and fallacies -tal como se titula este articulo- refleja la forma rigurosa con la que Sowell aborda una variedad de temas económicos sobre los que pesan visiones y políticas completamente falaces, pero atractivas al simple escrutinio y a la manipulación de los grupos interesados. Como él afirma, las políticas económicas basadas en tales falacias pueden tener efectos muy devastadores.

El libro cubre temas muy sensibles, desde el control de precios (renta, salarios), discriminación racial y la desigualdad de ingresos hasta las falacias relacionadas con las economías del tercer mundo. En el caso de los controles salariales que incrementan los costos laborales, Sowell plantea que en el curso de los años las tasas de desempleo -refiriéndose a USA- han sido crónicamente más altas, y los periodos de desempleo crónicamente más altos. Al comparar las regulaciones de salarios mínimos en la Unión Europea y Estados Unidos, nota que la tasa de creación de nuevos empleos en Europa ha sido mucho más baja que la de su contraparte americana, debido a una mayor generosidad laboral en las economías europeas. Estas políticas pueden ser evaluadas dentro la falacia Suma-Cero: lo que ganan los trabajadores es igual a lo que pierden los empleadores. Sin embargo, la realidad es otra. Algunos empleados se benefician, pero otros pierden su empleo. Al final, menor tasa de ocupación, mayor tasa de explotación y menor bienestar social. Todo esto porque a las condiciones que podrían ser aceptables para las dos partes -empleados y empleadores- se le tienen que agregar las condiciones que impone una tercera parte -el gobierno.

Sowell analiza la idea de que en Estados Unidos el salario de un trabajador típico declinó ligeramente entre el 1980 y el 2004; sin embargo, durante ese mismo período el consumo per cápita aumentó en un 74%, lo cual pone en duda que el salario haya permanecido prácticamente estancado. Asimismo, enfatiza que las estadísticas de los ingresos de los trabajadores no incluyen los beneficios adicionales, como son el seguro de salud y planes de retiro, los cuales han aumentado con el paso de los años. De hecho, puntualiza el autor, mientras los ingresos por hora de los trabajadores han declinado ligeramente en las dos últimas décadas del siglo pasado, el valor real del paquete de compensación laboral ha crecido continuamente. El problema, en parte, es que al incluir los ingresos de los trabajadores a tiempo parcial el promedio de los ingresos monetarios se reduce, pues los trabajadores a tiempo completo reciben un mayor ingreso. De acuerdo con las cifras, en el periodo mencionado el ingreso monetario de éstos trabajadores se incrementó entre un 13 y un 17%, dependiendo de la medida utilizada.

En la aplicación de las políticas públicas es muy común que predomine la falacia de las piezas de ajedrez (The chess-pieces fallacy). Es una falacia basada en la creencia de que la sociedad puede ser organizada de acuerdo a como se organizan las piezas en un tablero de ajedrez. Y de ahí surgen leyes, regulaciones, normativas y políticas dirigidas a conformar un orden social preconcebido. Sin embargo, destaca Sowell, los seres humanos no son piezas de ajedrez. Tienen sus propias preferencias, valores y voluntad que pueden entrar en conflicto con políticas que pueden ser categorizadas como experimentos sociales, y como tales, pueden unos costos económicos y sociales muy altos.

Si las falacias pueden ser desmontadas con una argumentación lógica, ¿cómo es posible que tengan ese poder de perdurar en las políticas públicas? La respuesta que nos da el profesor Thomas Sowell es esta: las autoridades elegidas, por ejemplo, no pueden fácilmente admitir que alguna política o programa que ellos promovieron, quizás con gran fanfarria, ha sido un fracaso, sin poner en riesgo su propia carrera política. Una gran verdad que vivimos cotidianamente en nuestro país. Y claro está, cada fracaso es atribuido a los chivos expiatorios preferidos. Por lo menos, hemos avanzado. En la antigüedad se ejecutaba al portador de un mensaje no deseado. Hoy simplemente se descalifica al mensajero, sin considerar el mensaje: la vieja falacia ad hominem.

@pedrosilver31

Pedrosilver31@gmail.com