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Desgano y escalamieno bélico

Con un visible desgano, la Humanidad observa los hechos horrorosos que ocurren cada día, que envuelven a miles de personas muertas en escenarios de guerra, sin que se levante una voz con la suficiente autoridad como para frenar estos atentados contra el derecho a la vida de civiles, entre ellos niños y trabajadores humanitarios.

Parecería que el planeta en el que vivimos más de 6 mil almas, haya sucumbido en su lucha histórica por preservar los sagrados derechos a vivir, y de hacerlo en paz.

La indiferencia ante los abusos en el teatro de guerra, que violan todas las convenciones sobre la materia, sólo se comparan con aquellas conflagraciones de rapiña que escenificaban pueblos antiguos continentales en sus luchas territoriales y por riquezas, dejando a sus espaldas escenarios infernales con atropellos inimaginables, sin sanción.

Esa aparente abulia al dolor ajeno se produce en el marco de un escalamiento bélico que no sólo pone en peligro la paz mundial, sino que amenaza seriamente la tenue recuperación económica de Estados Unidos y la Eurozona. La crisis de las economías en los países tocados por el influjo de la Primavera Árabe, que no trajo consigo el candor de las flores y las rosas que muchos esperaban, se ha traducido en inestabilidad social y política.

Siria, Irak, Irán, Turquía, Líbano, Israel y los territorios palestinos constituyen un conglomerado de fronteras en permanente conflicto. Más hacia el sur de ellos está Arabia Saudita y al este de ésta, cruzando el mar Rojo, la convulsionada Egipto, que colinda con Sudán.

Ante tanta conflictividad bélica, la vida sigue su agitado curso en una sociedad que parece anestesiada, que no se atreve a levantarse, y quien alce su voz para defender los derechos mancillados es tildado de izquierdista, aunque nunca se haya leído el "Manifiesto Comunista", de Karl Marx y Friedrich Engels, o "Qué Hacer", de Vladimir I. Lenin.

Cuando un país influenciado por una ideología o el fundamentalismo religioso logra erigirse como amo y señor del mundo, sin tener un contrapeso que sirva de freno a la arbitrariedad y el abuso, peores escenarios presenciará en el futuro la actual generación. La antesala de estos últimos acontecimientos fueron los atentados del 11S, en donde aviones tripulados por fanáticos religiosos pusieron fin a la vida de gente inocente, tanto de aquellas que se perdieron en las torres gemelas, en el Pentágono como las víctimas del vuelo tumbado por cazas norteamericanos ese día.

El hecho más reciente que llama a reflexión, tiene que ver con el derribo del avión MH17, de la línea aérea malasia, con 298 vidas inocentes a bordo. Quienes piensen que este es el primer avión comercial echado abajo en medio de un escenario de guerra, está equivocado.

En plena Guerra Fría, el vuelo 007, que partió el 31 de agosto de 1983 de Corea del Sur con 269 pasajeros más su tripulación, fue derribado por jets interceptores soviéticos cuando éste sobrevolaba un territorio restringido por ese país. En su momento, el gobierno de la URSS esgrimió que el Boeing 747-200, era una aeronave espía, camuflada de vuelo comercial, pero nadie respondió por las víctimas inocentes de ese hecho, a todas luces irresponsable.

En el ataque más reciente, independientemente de las razones y los culpables de la muerte de 298 vidas humanas del vuelo MH-17, la opinión pública mundial está casi segura de que los resultados de las investigaciones sólo servirán para reforzar la anestesia que tiene dormida a más de media Humanidad.

¿Quién está a salvo de que en un vuelo comercial de vacaciones con sus hijos, manos extremistas disparen un cohete y acaben con la existencia suya y la de su familia? Nadie está seguro de eso en este mundo tan convulso.

En otro hecho bárbaro la pasada semana, una escuela de refugiados en el norte de Gaza, asistida por la Organización de las Naciones Unidas, fue atacada por cohetes, provocando la muerte de 16 personas y heridas a 200, en medio de acusaciones de Hamas contra Israel de violar las convenciones sobre guerra.

Este refugio de la escuela es uno de 100, dispuestos por las Naciones Unidas para acoger a más de 100 mil palestinos que huyen de los bombardeos israelíes. Aunque testigos civiles declararon al corresponsal Juan Gómez, del periódico español El País, que no se ha encontrado "ni rastro de la carcasa u otros residuos típicos de los cohetes que las milicias palestinas Hamas disparan contra Israel", el Ejército israelí se defiende diciendo que respondieron al fuego iniciado desde el centro de refugiados. Lo peor es que no contamos con una entidad con la independencia, prestigio y fuerza moral para establecer la verdad.

Después de ocurrido el aborrecible bombardeo a un refugio de civiles, entre ellos niños, los palestinos se preguntan: ¿A dónde vamos a ir?

En las oficinas donde se toman decisiones políticas para que se derribe un avión comercial con 298 pasajeros a bordo, o se da la orden para emprender un bombardeo masivo contra los palestinos residentes en la Franja de Gaza, en esos cuartos fríos, el respeto por el derecho ajeno tiene un nombre: daños colaterales. Para ellos, la paz es odiosa, y no les deja dividendos.

Mientras crece el desgano ante el dolor ajeno y no se percibe una fuerza neutral que esté en capacidad de frenar esos episodios, el escalamiento de los conflictos bélicos es la tónica que se impone en un orden mundial caracterizado por la unipolaridad.

rafaelnuro@gmail.com, @rafaelnunezr.