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Los cementerios

Los cementerios vuelven a estar en la palestra, porque al parecer a nadie le importan, y nadie cuida de ello. Lo último es de una línea de carros de concho que corta camino por el medio de un cementerio, sin que nadie se inmute.

Se dice que la civilización de un pueblo se mide por la forma en que trata a sus muertos. En nuestro país, los cementerios son guarida de malhechores o burdel imposible para putas y degenerados. En la mayoría de los casos están abandonados por las autoridades encargadas de mantenerlos, y en su interior existen mafias que se lo roban todo, y con las que hay que negociar lo que se vaya a hacer en esos terrenos.

Los cementerios debieran ser lugares tan sagrados como los templos. En sus bóvedas o en la tierra fértil, está la historia de nuestra evolución humana. Ahí están los hijos, los padres y los abuelos en la infinita continuidad de las generaciones. Debieran merecer, al menos, un mínimo de respeto por parte del pueblo y de atención de las autoridades municipales.

¿No se pueden formar patronatos que velen por ellos?