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Individual o colectivo

Cuando un sindicato discute los salarios de sus afiliados con los directivos de una empresa utiliza diferentes argumentos en apoyo de sus reclamos.

Suele presentar las ganancias de la compañía como prueba de que ésta puede pagar salarios más altos, evalúa los incrementos de la productividad por hora de trabajo, esgrime los derechos por antigüedad y compara las remuneraciones en la empresa con las prevalecientes en compañías similares.

Ponen menos énfasis sobre las necesidades insatisfechas de los trabajadores, pues saben que las empresas no son entes sociales de beneficencia. Y no se detienen a decir que las ventas de la empresa aumentarán si sube los salarios, ya que la porción de sus ingresos que los trabajadores dedican a comprar productos de la compañía para la que trabajan es mínima.

Pero cuando lo que se discuten son los salarios en toda la economía, no en una empresa en particular, la pertinencia de los argumentos cambia y de lo individual se pasa a lo colectivo.

Los datos particulares son reemplazados por cifras del PIB, el crecimiento de la productividad, la distribución del ingreso y la equidad. Y ya se pueden incluir argumentos macroeconómicos, entre ellos el efecto de los aumentos de salarios sobre las recaudaciones de impuestos, la estabilidad social y el volumen de ventas de los negocios.

El problema es que el tránsito de lo individual a lo colectivo introduce también otras consideraciones. Importante entre ellas, especialmente en economías que como la nuestra son muy dependientes de las importaciones, es que buena parte del mayor gasto de los trabajadores se destina a artículos importados, lo que puede incidir sobre el valor de la moneda nacional.

Y entran en juego factores como los tipos de interés, la inflación, la demanda de crédito, el costo de producción, la oferta de empleos, la tasa de ahorro interno y todo un conjunto de efectos secundarios.

gvolmar@diariolibre.com