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Hoy se pone a prueba

En la mayoría de los casos, las consideraciones económicas pesan más que las de tipo político o sentimental. En un momento dado, por supuesto, la pasión puede dominar la conducta, pero a la larga, cuando el asunto se pondera con más tranquilidad, el ángulo económico modera los comportamientos impulsivos.

Al menos, eso es lo que suelen creer los economistas.

En el referéndum que será celebrado hoy en Escocia se pone a prueba ese concepto. Hay sobradas razones, actuales y pasadas, por las que los escoceses pueden desear salir del Reino Unido. Las hay de tipo cultural, afectivo, político y administrativo, que arrastran quejas por la forma en que han sido tratados y los aportes que han dado y recibido. Pero hay también razones para pensar que las consecuencias económicas de la independencia serían desfavorables.

Aún sin Escocia, el Reino Unido seguiría siendo la sexta mayor economía del mundo, pero los escoceses enfrentarían un conjunto de serias interrogantes. No tienen asegurado su ingreso en la Unión Europea, lo que implicaría usar la libra sin incidir sobre ella o crear su propia moneda hasta adoptar el euro. Podrían negarse a cargar con una parte de la deuda externa, pero eso perjudicaría la posibilidad de emitir sus propios bonos. Los costos de producción, la tecnología y la competitividad serían alterados. Las recaudaciones tributarias pasarían a depender del gas y el petróleo, cuya producción en el Mar del Norte está declinando. La generación de empleos sería lesionada. Con sólo cinco millones de habitantes no serían un mercado atractivo. Y así otros pronósticos fatalistas.

Los partidarios de la independencia rebaten esos argumentos, pero dejar realidades a cambio de promesas es una decisión difícil de tomar, a menos que la situación presente fuese desesperada, y no lo es.

Como creemos en la influencia de la economía, nos sorprendería mucho que ganara la independencia.

gvolmar@diariolibre.com