Una calle, ¿de doble vía?...
Diario Libre
El juego de las extradiciones lo estamos perdiendo
El tratado de extradición entre Estados Unidos y República Dominicana sorprende en estos tiempos de unilateralismo. Es una calle de doble vía y tanto va como viene.
Aparentemente constituye un avance, ya que antes había que jugar en la zona de seguridad, pues los norteamericanos bateaban largo y con un poco de brisa daban jonrón.
Sin embargo, si se analiza la situación, el cuento no es tan bueno como se oye o lo cuentan. El intercambio es desigual y en el fondo perjudica.
Por ejemplo, esta semana se enviaron a Estados Unidos 14 dominicanos que habían sido solicitados por la justicia norteamericana y de allá mandaron 200 y pico que no se habían pedido.
Los que van de aquí no son angelitos, pero en todo caso sería problema de USA que los requiere. La contraparte, si lo fuera, hay que verla como una fuerza de ocupación.
Los norteamericanos descongestionan sus cárceles y resuelven de paso un problema migratorio, y las calles dominicanas, que eran un verdadero purgatorio, ahora se convierten en un infierno.
El Procurador habla maravilla de sus programas de reinserción, pero lo inmediato es que los malos están llegando y los controles no convencen.
El tratado de extradición entre Estados Unidos y República Dominicana sorprende en estos tiempos de unilateralismo. Es una calle de doble vía y tanto va como viene.
Aparentemente constituye un avance, ya que antes había que jugar en la zona de seguridad, pues los norteamericanos bateaban largo y con un poco de brisa daban jonrón.
Sin embargo, si se analiza la situación, el cuento no es tan bueno como se oye o lo cuentan. El intercambio es desigual y en el fondo perjudica.
Por ejemplo, esta semana se enviaron a Estados Unidos 14 dominicanos que habían sido solicitados por la justicia norteamericana y de allá mandaron 200 y pico que no se habían pedido.
Los que van de aquí no son angelitos, pero en todo caso sería problema de USA que los requiere. La contraparte, si lo fuera, hay que verla como una fuerza de ocupación.
Los norteamericanos descongestionan sus cárceles y resuelven de paso un problema migratorio, y las calles dominicanas, que eran un verdadero purgatorio, ahora se convierten en un infierno.
El Procurador habla maravilla de sus programas de reinserción, pero lo inmediato es que los malos están llegando y los controles no convencen.
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