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Construyendo pedagogía

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Construyendo pedagogía

Dedicado al Arquitecto Pedro Alfonso Tejada

La arquitectura dominicana ha dado grandes saltos de avance e innovación. Esto puede apreciarse en la llamativa concepción de espacios y obras tales como el Metro, cementerios, plazas comerciales, elevados, túneles, edificios y bulevares. Sin embargo, es poco el progreso que puede exhibirse en lo que respecta al diseño de escuelas y entornos educativos públicos; quien lo dude, sólo tiene que darse una vueltecita por una escuela pública de su comunidad.

La acelerada siembra de escuelas que se viene realizando en todas las regiones del país no debe ser motivo para obviar el requerimiento de que las instalaciones educativas construidas o reconstruidas se ajusten a estándares y normativas que reflejen los conceptos pedagógicos actuales y que involucren los conceptos básicos sobre la relación entre el espacio y las formas de enseñanza, superando la reproducción de modelos arquitectónicos que paralelamente ponen de manifiesto modelos pedagógicos ya superados. Seamos honestamente autocríticos y mejoremos. Exhibir avances en este sentido equivaldría a construir espacios escolares para el buen vivir, es decir, locales escolares seguros, cálidos, atractivos y alegres que muestran un lugar influyente para el aprendizaje. Y si es posible hacerlo, entonces, “manos a la obra”.

Procurar que las aulas y espacios educativos sean confortables, creativos, atractivos, seguros, estimulantes e inclusivos resulta tan imperioso como su construcción en cantidad suficiente. No se trata solamente de superar el déficit de aulas, sino de ajustar el diseño y construcción de las mismas a estándares y normativas que incorporen esquemas modernos sobre el dinamismo del espacio escolar, que reflejen por demás los cambios experimentados en el momentum educativo contemporáneo y los nuevos modelos pedagógicos derivados de corrientes psicológicas pedagógicas, tales como las inteligencias múltiples, el aprendizaje colaborativo, el desarrollo del pensamiento crítico, la creatividad en el aula, el aprendizaje lúdico, el aprendizaje centrado en el estudiante, el “aprendizaje outdoor”, la inclusión de estudiantes y profesores con condiciones especiales, y otras.

Podría argumentarse que los arquitectos e ingenieros no son conocedores de los temas pedagógicos. Si este fuera el caso, entonces, estamos frente a un serio problema que debe ser afrontado seriamente para evitar construir escuelas y espacios educativos carentes de las condiciones para una educación nueva. La única manera de asegurar la construcción de escuelas y espacios educativos enmarcados en los requerimientos de las pedagogías contemporáneas es definiendo y adoptando estándares básicos para las construcciones escolares. Son muchos los países que ya cuentan con estándares actualizados para la construcción de escuelas y espacios educativos.

En consulta telefónica realizada al Departamento Legal del Colegio Dominicano de Ingenieros y Arquitectos se nos informó que el país carece de dichos estándares; contando apenas con la Norma R-021 que se explicita en el Decreto 576-06, y que a lo sumo establece un Reglamento General de Edificaciones y Tramitación de Planos.

Producto de la ausencia de estándares básicos actualizados para la construcción de escuelas y ambientes escolares, nos encontramos en nuestro país con edificaciones escolares -aun entre las construidas recientemente- sin visuales al exterior, aulas enclaustradas, planteles poco creativos que dan la impresión de almacenes y fábricas inhóspitos y aislados, aulas rígidas con colores poco llamativos, centradas en la figura del docente-jefe y que no favorecen la interacción dinámica y activa maestro-alumno y alumno-alumno, y en algunos casos -la prensa nacional ha dado cuenta de ello- hasta carentes de la seguridad suficiente para tolerar sismos y otros desastres naturales.

De cara a la ampliación del horario de clases o tanda extendida, la escuela y los ambientes de aprendizaje deberán necesariamente ser atractivos, confortables y creativos. No deben obviarse los requerimientos pedagógicos en nombre de las urgencias derivadas de promesas electorales o de interpretaciones políticas que reducen la “revolución educativa” a la simple y acelerada construcción de aulas. No se puede negar que estamos entrando en una revolución educativa, pero debemos de admitir que ésta supone otros muchos cambios y mejoras.

Es imposible lograr una “educación del futuro” en escuelas y ambientes educativos construidos con esquemas arquitectónicos del pasado. Es necesario innovar la concepción arquitectónica de los establecimientos escolares, hay que superar los viejos parámetros que reducen la práctica educativa a los simples límites del aula de clase. Más allá del aula de clase existen otros espacios y escenarios educativos, tales como los centros de recursos educativos, salones de arte, laboratorios de ciencias, áreas deportivas y de socialización, salones de TICs, jardinería, huerto escolar, anfiteatro y otros, que deben ser tratados con igual responsabilidad e importancia arquitectónicas y pedagógicas.

La “arquitectura escolar” debe expresar principios como la equidad, la calidad, la apertura hacia el entorno y la igualdad de oportunidades (construcción libre de barreras). No debe existir un conflicto entre pedagogía y arquitectura, como tampoco entre el local escolar y espacio público de la ciudad o localidad. Si los arquitectos o los ingenieros no conocen los nuevos conceptos pedagógicos terminarán reproduciendo la “vieja arquitectura” en la que fueron educados. Una escuela o un ambiente educativo no puede ser construido de cualquier manera. Construir escuelas y espacios educativos es “construir pedagogía”, espacios seguros y atractivos para cultivar la imaginación creativa, para aprender a aprender, para investigar, para aprender a convivir y para aprender a amar el saber en un ambiente de libertad más que de imposición. Las escuelas de Arquitectura y de Ingeniería de las universidades del país, conjuntamente con los Ministerios de Educación y Obras Públicas, pueden hacer un gran aporte en la necesaria y urgente tarea de llenar este vacío.