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Una nueva cruzada

Hoy celebramos la festividad de la Patrona de la República, declarada desde 1615, en ocasión de uno de los sismos que han afectado al país. Más polémica, y menos creíble, fue su supuesta intervención en el lugar hoy conocido como el Santo Cerro a favor de los conquistadores y sus aliados locales, en contra de un ejército taíno, versión propalada por los que escribieron la historia como prueba de que la verdad y la virtud estaban de su lado.

Hoy el presidente Obama exhortará en las Naciones Unidas a una intervención, no divina en este caso, en Irak y Siria, con el declarado objetivo de destruir al ejército islámico que persigue establecer un nuevo califato en la región, el cual ha calificado los ataques en su contra como una nueva cruzada.

Igual que Guacanagarix apoyó a los españoles por sus propios intereses y rivalidades con otros caciques, la batalla contra los islamistas cuenta con el apoyo de una serie de gobiernos de la región, árabes, persas y de otras etnias, interesados en mantener el control de sus propios países, el cual ejercen sin mayor respeto por la democracia o los derechos humanos.

No es la primera vez que surge una alianza de esa clase. Ocurrió en la primera guerra del Golfo Pérsico para liberar Kuwait, en Irak para eliminar alegadas armas de destrucción masiva, en Afganistán para erradicar a Al Qaeda, y en Libia para liquidar a Qadaffi. Los resultados están a la vista.

La similitud con las cruzadas es discutible. No se intenta ahora recuperar Jerusalén y otros lugares sagrados, ni difundir el cristianismo. No hay, de hecho, objetivos a lograr después de que los islamistas sean destruidos. Assad en Siria, Hezbollah en el Líbano, Erdogan en Turquía, los ayatolas en Irán, la familia real saudita, los jeques del golfo, las tribus afganas, los militares egipcios, las milicias libias y todos los demás podrán seguir haciendo lo mismo de antes, pero más cómodos y seguros.

gvolmar@diariolibre.com