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Sin dolientes

Nuestras cárceles están sobrepobladas, primero porque son pocas para el crecimiento de la población, y porque en el país no hemos sido capaces de cambiar la cultura del “tránquenlo” por otros modos de sanción.

Con el aumento de la población crece el delito, y hasta hace poco nuestras cárceles eran los viejos recintos de las fortalezas del Ejército, construidas la mayoría cuando apenas éramos tres millones de habitantes. Los nuevos recintos que se han venido edificando son pocos y no pueden albergar los internos que produce el sistema de justicia penal.

En cuanto a las medidas alternativas de sanción, tenemos leyes modernas pero hemos sido incapaces de ponerlas en vigencia por los costos envueltos y por la cultura dominante que enfatiza la prisión sobre cualquier otro sistema. A ello coopera también la ineficacia de las fianzas, pues el sistema judicial se ha mostrado incapaz de perseguir a aquellos que salen por la puerta del juzgado con una decisión de fianza. Finalmente, los presos no tienen dolientes. Lamentablemente.