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El fallo de la Corte

La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha emitido otro fallo condenando a la República Dominicana por el asunto de la nacionalidad de los haitianos que han nacido aquí, pero esta vez se ha extralimitado.

Una cosa es la restitución de un derecho a un caso individual, y otra demandar el cambio de todo el andamiaje jurídico de una nación, sin que se justifique una violación a normas de vida civilizada. No es el caso del apartheid de Sudáfrica, o del genocidio de Rwanda.

Se trata de una nación tratando de ordenar una situación que no fue creada por ella, de una manera legal y razonable. Una situación que por las diferencias de orden legal y hasta cultural entre ambos pueblos, no puede ser solucionada por decreto ni por amenazas.

El gobierno nacional ha tomado la actitud que se esperaba de él. Ha respondido con argumentos convincentes, y con actitud valiente y firme en defensa de los atributos soberanos de nuestro país. Es inaceptable que nadie, por más alta corte que sea, pretenda obligar a una nación a cambiar su Ley sustantiva para acomodarla a los caprichos o deseos de otro. En todo caso, la decisión de cambiar sus leyes es una potestad soberana del pueblo dominicano y de nadie más.

El fallo de la Corte parece emitido en una actitud de retaliación fuera de toda ética. Cualquier calidad moral que tuviera la Corte la ha perdido ante la comunidad internacional con este lamentable error de juicio.

La Corte ha fallado estrepitosamente con este fallo.

atejada@diariolibre.com