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Keynes: ¿en qué se equivocó?

“El deterioro progresivo en el valor del dinero a través de la historia no es un accidente, pues ha tenido dos grandes fuerzas motoras –la falta de dinero de los gobiernos y la influencia política superior de la clase deudora. Un gobierno puede vivir por un largo tiempo… imprimiendo dinero… Es la forma de impuesto que el público difícilmente pueda evadir y aún un gobierno débil puede implementar.” John Maynard Keynes

“La esencia de las muy glorificadas políticas económicas ‘progresistas’… fue expropiar progresivamente parte de los más altos ingresos y emplear los fondos así recaudados para financiar desperdicios públicos y subsidiar a los miembros de los más poderosos grupos de presión.” Von Mises

Esa era la visión del joven Keynes que progresivamente se fue transformando, sobre todo a partir de sus dos obras más conocidas: el Tratado sobre el dinero y La teoría General del empleo, el interés y el dinero.

Hasta este punto, Keynes y Hayek habían mantenido una gran amistad, pero las críticas demoledoras de Hayek al Tratado sobre el dinero impactaron negativamente a esa amistad. Dada la conocida propensión de Keynes a cambiar de idea, cuando publicó en 1936 su Teoría General, de acuerdo con las notas autobiográficas de Hayek, al discutir con Keynes sus ideas expuestas en ese libro éste le replicó que había cambiado de parecer, lo que desmotivó a Hayek para seguir adelante con la idea de escribir un libro rebatiendo los planteamientos keynesianos. Hayek se lamentó posteriormente de no haberlo hecho al notar que el paradigma keynesiano comenzaba a ser dominante. Ya en 1959, al momento de Henry Hazlitt publicar su extraordinario libro El fallo de la ‘nueva economía’ -un análisis de las falacias keynesianas-, ya era muy tarde. La obra de Keynes dominaba prácticamente todos los escenarios académicos y servía como guía de acción para las políticas económicas.

Hazlitt cita al profesor Alvin Hansen (1953) cuando dijo que pocos libros han tenido el impacto de la Teoría General de Keynes, incluso plantea que junto con el Origen de las especies de Darwin y El Capital de Marx eran de los libros más influyentes en los últimos cien años. Pero reconocer el impacto de una obra no significa estar de acuerdo con sus planteamientos. Es el caso de las ideas marxistas que –contrario a la lógica del materialismo histórico- sirvieron de estandarte para que países subdesarrollados implementaran dictaduras socialistas sin haber agotado el proceso de maduración capitalista, como anticipaba el propio Marx.

Pues bien, Keynes creó el armazón de la macroeconomía, y lo que se denominaba Teoría de Precios pasó a llamarse microeconomía. Sin embargo, el pensamiento de Keynes –así como el de Marx- evolucionó en diferentes direcciones con diversas escuelas interpretando su legado de maneras diferentes. Podría decirse que después de muerto, Keynes ha sido el economista que más nuevas ideas ha producido. A pesar de esa diversidad de enfoques, el keynesianismo –indistintamente de su adjetivación- preserva un rasgo fundamental: el activismo estatal para «corregir» el ciclo económico. El predominio de este enfoque es quizás la causa más importante a la hora de explicar la amplitud y duración de los ciclos económicos. Estas recomendaciones se fundamentan erróneamente en la idea de que la insuficiencia de la demanda agregada es la que genera recesiones y depresiones. La sabiduría convencional que recomienda las políticas anti cíclicas se basan en las propuestas keynesianas. Pero como plantea Hayek, pretender corregir una recesión utilizando la misma medicina que la provocó es un contrasentido. Ya hemos vivido la experiencia de Japón y de las economías desarrolladas que aun aplicando políticas contra cíclicas han tardado años en recuperarse, quedando extremadamente endeudadas por la magnitud de los déficit fiscales. A pesar de esa realidad, en nuestro país tenemos la Estrategia Nacional de Competitividad que le da carácter de ley a la propuesta keynesiana de que la política fiscal debe ser contra cíclica. Es decir, que si la economía se encuentra en la parte baja del ciclo y el gobierno está operando con un déficit fiscal, debe –de todas maneras- implementar una expansión fiscal independientemente de que eso signifique mayores niveles de endeudamiento, y ponga en peligro la sostenibilidad fiscal.

Sin dudas, el joven Keynes que creía en la disciplina de la política económica devino, sobre todo a partir de la publicación de su Teoría General, en un economista que justificó la intervención estatal sin sopesar las funestas consecuencias que ella pudiera tener sobre los procesos económicos. Pero como hemos destacado en otras ocasiones, la teoría keynesiana se convirtió en un instrumento de gran atractivo para la clase política que encontró en sus planteamientos una oportuna justificación para intervenir sin ninguna disciplina en la actividad económica.

Keynes erró al considerar que todo el pensamiento económico previo a él podía englobarlo en un estereotipo como el de «economía clásica». Fue un punto de partida equivocado, como erróneas fueron sus conclusiones acerca del rol del Estado en la economía. O como diría el maestro Schumpeter, Keynes trató de ser innecesariamente original.