Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
opinion

Estados Unidos, Cuba y el deshielo

La elección del presidente Barack Obama en 2008 se constituyó en una manifestación popular de algarabía y gozo, particularmente de segmentos poblacionales norteamericanos que se tiraron a las calles de Washington y de otros Estados a festejar su juramentación. Quienes tuvimos el privilegio de asistir a la investidura presidencial, fuimos testigos de cómo millares de ciudadanos de ese país, de latinoamericanos y de otras partes del mundo, caminaron por las calles de Washington para asistir a un hecho histórico: la instalación del primer presidente de origen negro de los Estados Unidos.

El día de la asunción, 20 de enero de 2009, en medio de una temperatura bajo cero, las expresiones de felicidad se leían en los rostros de más de 2 millones de personas que circulaban por las avenidas Pennsylvania y las adyacentes al Lincoln Memorial Reflectin Pool y el Capitol Hill; este último edificio, erigido en concreto sobre un promontorio, donde se alojan las oficinas del Congreso de los Estados Unidos.

La algarabía era la medida de la votación masiva y entusiasta que recibió Obama y su vicepresidente Joe Biden, a favor de los cuales sufragaron 68 millones 465 mil 974 estadounidenses (52,80 por ciento) contra 59 millones 417 mil 826 votos, esto es 45,82 por ciento de los electores, una diferencia de casi siete puntos. La euforia por el triunfo del candidato de origen afroamericano transcendió las fronteras de los Estados Unidos.

De cientos de países se desplazaron delegaciones para festejar los resultados de las elecciones más caras de la historia de ese país, cercana a los 1 mil millones de dólares, incluidos los presupuestos de las primarias de republicanos y demócratas.

No se puede equiparar el interés manifiesto en los comicios de 2012, para la reelección de Obama, con los de 2008. Y esto se puede medir no solo por la ausencia de ese fervor en la segunda elección, sino por los cerrados resultados de esta votación entre los candidatos Obama, que alcanzó 65 millones 907 mil 213 votos populares, un 51.02; en tanto, Mitt Romney obtuvo 60 millones 931 mil 767 sufragios, un 47,21 por ciento.

Obama es uno de los presidentes de los Estados Unidos de los últimos tiempos que con su elección abrió mayores expectativas en la sociedad norteamericana. Ni siquiera Bill Clinton, un político carismático y seductor, desató tantas esperanzas en amplios sectores de ese país que estaban dormidos, particularmente de las capas sociales excluidas y marginadas, como los afro descendientes y los latinos, dos grupos decisivos.

Los hispanohablantes, que en la primera votación de 2008 se volcaron a favor de Obama, fueron más escépticos en 2012, comicios en los que se produjo una abstención alta entre ellos, un voto que fue determinante en las elecciones anteriores, a favor de los demócratas. Meses después, empero, las cosas cambiaron.

El descenso en la popularidad de Obama es un factor que sus estrategas tuvieron que manejar, asociado esto a temas que salieron a relucir en los debates celebrados en el marco de la segunda campaña. Sin duda, la política exterior demócrata fue uno de los puntos de mayores ataques de los republicanos, para quienes Estados Unidos estaba menos seguro con Obama el manejo de la política exterior de Obama.

Libia, Siria, el ataque a la embajada norteamericana en Bengasi, Iran y, finalmente Irak, junto a la reforma migratoria, fueron los dardos utilizados por Romney contra la administración Obama. El conflicto con Rusia por Ucrania se produjo este año.

En marzo de 2013 fue el viaje del presidente Obama al Vaticano, donde conversó en solitario con el Papa Francisco sobre Cuba, entre otros temas de política exterior.

¿Qué situación política y económica enfrentaba el presidente de Estados Unidos, que lo llevó a mover fichas en el tablero mundial en su viaje a Roma?

Aparte de la desastrosa política exterior, en el plano económico, Obama tuvo dificultades para recuperarse en los años anteriores de los efectos de la crisis económica y financiera de 2008. A principios de 2013, experimentó un leve crecimiento de 1,6 por ciento del PIB, año en que la administración federal estuvo paralizada debido a desacuerdos entre demócratas y republicanos, por el límite de la deuda.

Ese mismo sector político que torpedeó un entendimiento, cuestionó la reforma de salud impulsada por Obama. Este “bloqueo” de los republicanos al Estado federal, le costó 17,6 mil millones de euros. Aunque el desempleo registró una ligera disminución en 2013, este factor fue explicado por los economistas norteamericanos diciendo que los cesantes dejaron de buscar trabajo por desánimo, de manera que no se debió a la creación de nuevos empleos. La juventud norteamericana ha sido la más golpeada por los efectos de la crisis y las pugnas presupuestales entre demócratas y republicanos.

Estos factores, económico y político, sumado al que tiene que ver con el tipo de relaciones exteriores aplicada en los últimos conflictos mundiales, fueron empleados con astucia por los republicanos en la campaña legislativa, que le infligieron al Partido Demócrata una derrota contundente en el Congreso, donde los primeros alcanzaron mayoría en ambas cámaras. Esa nueva correlación de fuerza será utilizada por el ala más conservadora para obstruir cualquier proyecto demócrata, incluido el fin del anacrónico bloqueo a la Patria de José Martí.

Con el atinado golpe de timón de Obama, al anunciar simultáneamente con el gobierno cubano el fin de la Guerra Fría, el presidente norteamericano intenta no terminar su mandato como el pato cojo. Para iniciar este esperado acercamiento con Cuba, la administración Obama encontró factores favorables: 1) la presión de los grupos económicos y empresariales que argumentan la pérdida anual de 1,782 millones de dólares, sin contar con otros daños colaterales por efecto del bloqueo a Cuba; 2) el 60 por ciento de los estadounidenses favorece el cambio de política hacia Cuba y 3), Obama necesita reponerse, en la etapa final de su gestión, de los efectos negativos de una bomba que le explotó en las manos: las torturas de la CIA a presos en la cárcel de Guantánamo, territorio cubano donde Estados Unidos tiene una base militar. En un artículo anterior reflexioné sobre el escándalo surgido a raíz del informe del Comité del Congreso que investigó las denuncias de tortura, las cuales fueron admitidas finalmente por la CIA. Este tema sepultó aquel.

La liberación de Alan Gross, un contratista norteamericano preso en La Habana desde diciembre de 2009 por alegado espionaje, y de los últimos tres cubanos condenados en La Florida bajo el mismo argumento, son gestos de buena voluntad para avanzar hacia una normalización de las relaciones diplomáticas, comerciales y de negocios entre los dos países, situación que el mundo aplaude.

Así no piensan, en tanto, los cubanos de La Florida y sus aliados republicanos, que para desgracia de ellos no cuentan con el peso político de antaño en ese Estado, donde la migración de otras nacionalidades, especialmente de gente joven con otra mentalidad, le ha ido quitando beligerancia a la comunidad cubana. Enhorabuena, aún sea por conveniencia para Obama, que con ello busca romper con un hielo de 53 años.