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“Limpiar” las elecciones

Un año electoral no sería malo si la política se jugara por otras reglas en nuestro país.

Un año electoral podría activar la economía por el mayor gasto que realizan los partidos y el gobierno en apoyo de su candidatura, así como por las contribuciones de empresarios y simpatizantes de las diferentes propuestas.

En un año electoral se vende mucho combustible, y ron, se activa el transporte, se hacen muchas cenas, se fabrican muchas gorras y banderas y se invierte en publicidad.

Lamentablemente, esos eventuales logros que resultarían evidentes en una campaña normal, son desplazados por la forma en que se hace campaña en el país, por las amenazas de movilizaciones, los paros y huelgas políticas y la inseguridad que genera el tigueraje convertido en fuerza de choque partidaria.

Por eso es que resulta tan necesaria una Ley de Partidos, pero más que la ley, despojar a la actividad política del sentido económico que tiene para los participantes.

Una victoria o derrota electoral es la línea divisoria entre la pobreza y la riqueza para muchas personas en nuestro país, y por ello, la violencia y la trampa se convierten en herramientas indispensables para el logro del objetivo primario.

Por tanto, en una elección en que más de 4,000 posiciones electivas estarán en juego, la suerte de demasiadas personas dependerá del resultado electoral.

Por ello, los arreglos institucionales que “limpien” nuestros comicios son indispensables. Y por eso mismo los partidos no quieren una ley que los regule.