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Ser o no ser… Charlie

La libertad se fortalece cada vez que es atacada, y nos aferramos con más fuerza a ese derecho humano cada vez que nos han querido privar de él.

Salman Rushdie hoy no sería la figura mundial que es, de no haber sido porque el ayatollah Jomeini, acusándole de blasfemar contra el islam en sus “Versos Satánicos”, ordenara a los musulmanes silenciar la vida del escritor en cualquier parte del planeta donde se toparan con él. Desde 1989, cuando el dictador iraní emitió el edicto, el mundo no sólo ha protegido a Rushdie, sino que ha amplificado su voz, convirtiendo en una figura pop a un autor hindú que hasta aquel momento apenas era conocido en los nichos literarios.

La película

Interview

no habría sido la más vendida en Internet, de no haber sido por el empeño de la dictadura norcoreana en impedir su exhibición en las salas de cine estadounidenses. La comedia, cuyo argumento gira en torno a un intento de asesinato al líder norcoreano Kim Jong Un, ya ha recaudado más de 40 millones de dólares a través de Internet, antes de cumplir un mes de estreno en esta plataforma digital, a finales de diciembre pasado. Sin los ataques ciberterroristas contra los estudios Sony Pictures, que produjeron la sátira, y las amenazas contra los cines que se atrevieran a exhibirla, este absurdo film no habría sido siquiera una noticia.

La amplia difusión que se logra como reacción contraria a un intento de censura, conocido en el ámbito de la comunicación social como el efecto Streissand, es precisamente el que han logrado los terroristas cuando atacaron de forma cruel e inhumana a los realizadores de la revista satírica Charlie Hebdo. Lejos de destruirla, han logrado universalizar la publicación francesa, que de un máximo histórico de 60 mil ejemplares en su país ha pasado a vender siete millones en el mundo.

Los asesinos hicieron posible que políticos cuyos valores rivalizan se unieran en un solo discurso contra el terror, que los grandes diarios de Europa unieran su voz en un solo editorial en defensa de la libertad de expresión y que millones de personas que ni remotamente habían oído hablar de la revista atacada proclamen “Je suis Charlie”.

Al día de hoy, “Je suis Charlie” es el meme político que más rápidamente se ha viralizado y más ampliamente se ha extendido, porque resume y simboliza lo que sentimos la mayoría cuando nos enteramos del desalmado y cobarde ataque a los realizadores de Charlie Hebdo.

La consigna se mundializó apenas en unas horas, porque cuando se asesina a un hombre en una parte del mundo, una parte de todos los hombres del mundo es asesinada con él, y cuando se atenta contra la libertad en un lugar del mundo, se atenta contra la libertad en todos los lugares del mundo.

La verdadera libertad es la risa

Atacar a una revista de humor político es atacar a una fábrica de libertad, porque, a través del humor, se difunden críticas sociales que de otra manera no podrían publicarse ni una dictadura ni en una democracia.

Paco Escribano, se dice, podía criticar al régimen de Trujillo en clave de humor, porque la madre del déspota se desternillaba con los chistes del llamado “Rey del Disparate” y lo protegía de las furias de la dictadura.

Meterse con Balaguer podía costarle la vida a un periodista durante “Los 12 años”, como de hecho les costó a Orlando Martínez y a Gregorio García Castro, pero Cuquín Victoria salía ileso de la caricaturización del anciano presidente.

Harold Priego ponía en boca de sus personajes lo que ningún editorialista decía sobre la política dominicana, y, aunque alguno quisiera y pudiera, jamás lo habría dicho mejor ni tan breve ni de forma tan genial como lo hacía el fallecido caricaturista.

El humor siempre ha sido una arma elusiva contra el poder, y el poder lo sabe, porque ¿cómo se contesta un buen chiste, a menos que no sea con otro chiste mejor? Como los malos no tienen buen sentido del humor, lo contestan tirándole al autor a la cabeza.

Habrá quien diga que el humor de Charlie iba demasiado lejos, porque su irreverencia le ha llevado no solo a dibujar a Mahoma, cosa que a los occidentales nos parecerá una irrelevancia, sino también a ridiculizar a la Santísima Trinidad en un ménage à trois, cosa que seguramente ya nos parecerá un exceso.

Aunque se ufana de ser de izquierdas, Charlie ha lanzado sus sátiras a diestra y a siniestra, a tal punto que una vez le dedicó una viñeta a la actual ministra de Justicia francesa, Christiane Taubira, que es negra, pintándola como un mono.

Excesos como estos pueden llevar a uno a cuestionarse hasta dónde deben llegar los límites de la libertad de expresión, porque, no seamos hipócritas, que ilimitada no es en ninguna parte del planeta. Sin embargo, siempre será más conveniente para el mundo que a veces nos excedamos en el ejercicio de la madre de todas las libertades que carecer alguna vez de ella.