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De Ideologías y migración haitiana

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De Ideologías y migración haitiana
A raíz del fallo 168-13 del Tribunal Constitucional Dominicano decidiendo en materia de nacionalidad, la discusión en torno a la migración haitiana ha estado sujeta entre los que consideran el fallo una aberración del derecho, y aquellos que resaltan su legítima autoridad. Asimismo, el debate luce polarizarse a medida que agrupaciones políticas y sociales focalizan la cuestión desde el punto de vista de la discriminación y racismo exclusivamente, en contraste con el significativo núcleo de ciudadanos que observa en este fenómeno un obstáculo fundamental para la soberanía y el desarrollo del país.

Estos grupos en disputa son a menudo vistos como un reflejo de rupturas ideológicas traspasadas a la temática haitiana, lo que ha conllevado a asociar personas de ideología liberal con una postura menos prejuiciada hacia la migración haitiana, contrario a los conservadores que presentan una mayor intolerancia hacia todo lo relacionado con Haití.

El problema con este tipo de dictámenes utilizados frecuentemente, es que dan por sentado que, tanto la izquierda y la derecha dominicana son esferas monolíticas, y a su vez ignoran una serie de hechos históricos que desmitifican e imposibilitan la inmediata identificación de una u otra contraparte ideológica con alguna postura particular hacia la migración haitiana.

En ese sentido, resaltamos la importancia de importantes episodios que vislumbran la diversidad de variables y la compleja interacción entre los actores implicados en la temática. Uno de los incidentes que más resaltan fueron las tensiones surgidas en 1963 a raíz de las infracciones realizadas por contingentes armados en Haití contra la embajada dominicana en Puerto Príncipe.

Esta provocación le valió a Duvalier un ultimátum del gobierno de Juan Bosch, el cual movilizó escuadrones de penetración en la frontera, los cuales fueron comandados por el joven coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez.

Este hecho muestra hasta qué punto estuvieron dispuestos a llegar líderes políticos y militares de corte liberal en momentos de crisis con Haití.

Algo diferente sucedió a finales de los setenta, a raíz del ascenso de Antonio Guzmán al poder en 1978. El retorno del PRD al poder suscitó gran interés en los círculos izquierdistas reprimidos por "Baby Doc". Sin embargo, este entusiasmo se desvaneció prontamente, debido a que Guzmán no sólo evitó señalar los abusos perpetrados en Haití, sino que optó por encontrarse con el dictador haitiano en 1979, firmando varios convenios de entendimiento y apoyo mutuo.

Vale destacar también que en el gobierno de Guzmán se esparcieron unos fuertes rumores sobre la entrada de "Ton Ton Macoutes" al país con el propósito de acallar una serie de protestas que escenificaron trabajadores haitianos en el este. Estos acontecimientos, aunque prácticamente desconocidos en nuestro país, no han sido olvidados, e incluso, fueron resentidos y señalados como una traición de la izquierda dominicana por renombrados intelectuales haitianos como Suzy Castor y el ya fallecido Gérard Pierre-Charles.

Otro suceso que contradice la automática caracterización de alguna corriente ideológica en el tratamiento político de la cuestión haitiana, fue la confrontación entre Joaquín Balaguer y Jean-Bertrand Aristide en el año 1991. Este enfrentamiento fue causado por el impulso que le otorgó Aristide a las denuncias internacionales sobre el maltrato a los haitianos en territorio dominicano, así como por su empecinamiento en fomentar una condena unánime a la República Dominicana.

Para el desenlace de la confrontación, Balaguer firmó el decreto 233-91 anunciando la deportación forzosa de migrantes haitianos menores de 16 y mayores de 60 años. La ejecución de este decreto presidencial conllevó a francas violaciones de derechos humanos, lo que no fue suficiente para impedir el apoyo mayoritario con que contó dicha acción, incluso proveniente de figuras de la oposición, como el mismo Bosch, reconocidas por la apertura de sus posturas hacia el entorno político haitiano de entonces.

Vale mencionar que un acontecimiento que estableció un nuevo parámetro en la dinámica social de las relaciones dominico-haitianas, fue la amplia y espontánea movilización de la sociedad dominicana para con Haití después del terremoto del 2010.

Sin embargo, esta espontánea muestra de solidaridad luce cada vez más lejana a causa de las tensiones actuales en el plano comercial y migratorio entre los dos países, situación que ha creado un delicado contexto bilateral exigiendo cada vez más firmeza y franqueza en sus políticas.

En ese sentido, los hechos históricos mencionados deben ser retomados ya que pudiesen contribuir a esclarecer el debate actual y dejar por sentado que tanto la izquierda como la derecha dominicana todavía tienen un gran cometido histórico que cumplir para situarse a la altura necesaria a la hora de abordar y enfrentar los retos afectando las relaciones dominico-haitianas en el presente.

Roberto.mallen@gmail.com