Por amor al poder

Los políticos rara vez explican la razón más profunda por la que quieren el poder al que aspiran.

Si les pasan un micrófono, explicarán largo y tendido las razones políticamente correctas por las que su “altruismo” les empuja a sacrificar su vida privada “en beneficio de la nación”. Discursos intercambiables que calzan a cualquier candidato. Nada de lo que dicen es ni creíble ni cierto a estas alturas.

Pero ¿por qué querría volver Leonel Fernández, después de haber sido presidente tres periodos? ¿Por qué Hipólito quiere a su edad ese trajín, después de una vida dedicada al partido y después de haber sido presidente? ¿Qué quieren demostrarse, qué quieren demostrarnos? ¿Qué plan milagroso aplicarían que no aplicaron?

Hay un duelo de egos, hay una batalla de intereses económicos y temores judiciales que sólo se esconden o resuelven desde el control que da el poder. Hay un problema de institucionalidad que va más allá de las batallitas internas.

El problema es la clase política. Sin distinción de siglas, se ha convertido en una élite económica, judicial, legislativa que maneja los asuntos nacionales con un espíritu corporativo que imposibilita la democracia.

El rector de la PUCMM lo decía la semana pasada: el derecho a repostularse de Danilo Medina no se puede decidir en el PLD.

Pero la triste realidad es que en esa Corporación es donde se está decidiendo todo. Desde quién construye tres aulas a qué modelo constitucional se aplica en cada momento.

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Inés Aizpún