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El odio al odio

Un autor que me gusta mucho ha escrito que “fabricar enemigos es una de las industrias humanas más antiguas y atareadas, y su materia prima podría no ser otra cosa que el orgullo herido y la cólera, que se endurece gradualmente, hasta que sus fabricantes se convierten en prisioneros de su odio”.

En este país, que no lo habían enseñado a odiar, como decía Víctor Espaillat, se han instalado varias fábricas de odio. En poco tiempo se ha conseguido lo que las grandes ideologías y las grandes potencias armadas y religiosas no pudieron lograr en siglos.

Ahora se odian los que tienen religiones diferentes, aunque adoren al mismo Dios; se odian los políticos de parcelas diferentes, aunque sean igual de corruptos, y se odian las clases sociales por las carencias de cada cual.

Lo que ignoran los que se odian es que mientras más se odian, más se parecen, y en esa virtud el odio amarga, porque es como si uno se estuviese viendo en el espejo del odiado.

Héctor García Godoy, el presidente del interregno de la guerra civil del 1965, afirmaba que “el único odio admisible es el odio al odio”. Y tenía razón.

Los dominicanos podremos tener diferencias de todo tipo, pero debemos evitar que éstas lleguen a crear una trinchera de odio.

Esto sólo se logra entendiendo al otro, y poniéndose en su lugar. El hecho de que a una persona no le guste un candidato, no quiere decir que haya que odiarlo. Y eso vale para todas las actividades de la vida.

atejada@diariolibre.com