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Flujos de inmigrantes

Las precariedades económicas y las persecuciones étnicas motivan las tres cuartas partes o más del flujo anual de inmigrantes a nivel mundial.

Sólo una porción más pequeña toma su decisión por razones de ideología política o preferencias culturales. Escapar de la miseria y la violencia es un poderoso incentivo para considerar como aceptable el trauma y los peligros asociados con lo que en esencia es una aventura.

Idealmente, la forma de subsanar definitivamente el problema es eliminando sus causas, pero eso supone reducir drásticamente las grandes diferencias de nivel de vida entre países, o pacificar los conflictos internos, hasta que el beneficio potencial de la inmigración sea inferior a los costos involucrados.

Como posibilidad práctica a corto plazo, esa opción luce ser remota, lo que deja disponible la vía de aumentar los costos si se quiere reducir el flujo.

El costo más evidente es el del traslado, reflejado en el precio que los inmigrantes pagan a quienes les cruzan por una frontera o les dan cabida en una embarcación.

A mayor costo, menor flujo, siendo ésa la razón por la que en la Unión Europea se ha propuesto monitorear las costas africanas para atajar, confiscar o destruir los barcos que salen rumbo a Italia, y devolver las personas a los lugares de donde partieron.

Cruzar fronteras terrestres cuesta menos, lo que permite a los inmigrantes capturados y deportados intentarlo una y otra vez hasta que tienen éxito, como sucede entre México y los EE.UU., Turquía y Grecia, o Haití y nuestro país. Esos casos son más numerosos, y menos dramáticos, que las travesías marítimas con su secuela de naufragios y pérdidas de vidas.

El combate contra la inmigración ilegal ha tenido pocos éxitos, aún en los países con mayores recursos. Pese a los muros, redadas y penalidades los flujos migratorios prosiguen, recomponiendo la estructura demográfica de las naciones receptoras.

gvolmar@diariolibre.com